I - Cambios

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Hilda miraba por la ventana de su habitación a la lejanía del bosque tras el inmenso y espantoso muro que los separaba.
Podía ver los rayos de luz salir tras las montañas, y como las nubes oscuras de la lluvia que anteriormente cubría la ciudad se marchaban.
Una pequeña sonrisa se escapó del rostro de la chica, recordando como era ver el amanecer desde la comodidad de su casa en el bosque.

- Aún después de tanto tiempo, extraño vivir en el bosque.- Dijo dirigiendo la vista a su ciervozorro que apenas comenzaba a despertar.
La criatura había crecido bastante, al igual que su gran cornamenta. Cada vez se le hacía más difícil mantener al animal en esa pequeña casa en la ciudad. Ansiaba verlo libre en el bosque como correspondería para una criatura como él. Verlo formar una familia y vivir con los suyos, como lo había hecho Alfur hace unos pocos años atrás.

Hilda se levantó de su cama para tomar una ducha, aquel no sería un día tan bueno. Luego de desayunar con su madre se marchó al bosque, quería desahogarse de la tensión en la ciudad.

Hace unos meses había discutido con su madre sobre Twing y su futuro. Definitivamente el animal necesitaba seguir su vida, separado de ellas y la ciudad.
Ella no quería aceptar eso, esa criatura la había acompañado desde que tenía uso de razón. Era su mejor amigo y compañero de vida, pero era cierto que no podía retenerlo a vivir encerrado sin la libertad de un ser como él.

Había buscado hace tiempo el lugar donde podrían vivir algunos ciervozorros, pero no lograba dar con ellos y en los libros sobre las criaturas del bosque tampoco había mucha información.
Se había quedado sin ideas, siguió caminando por el bosque en compañía de su querido amigo mientras pensaba en algo nuevo. Caminaron unos cuantos kilómetros dentro hasta que dieron con una cabaña muy familiar.

- ¡Hombre árbol!- Se entusiasmo la chica al reconocer el hogar de su viejo amigo.

Se acercó a paso veloz y golpeó la puerta.
El hogar de hombre árbol se había vuelto un lugar al que acudía con mucha frecuencia estuviera o no su amigo. Él le había confiado su casa como un segundo hogar para ella en caso de que lo necesitará o si él no se encontraba.
Hilda estaba acostumbrada a golpear y luego entrar si no escuchaba ningún sonido proveniente de la casa, esta no fue la excepción.

Entró junto a su albino amigo y se adentró buscando con la mirada alguna señal de hombre árbol, pero nada. El lugar estaba en completo silencio y a oscuras, algo bastante extraño a decir verdad.

- ¿Hombre árbol, estás en casa?- Dijo Hilda buscando a su amigo por los alrededores.
Un sonido fuerte en una de las habitaciones llamó la atención de la chica, temía que alguien hubiera entrado a robar en aquella casa.
Tomó la perilla de la puerta y la abrió lentamente encontrando una habitación completamente oscura sin rastro de ningún tipo de luz.

- Alejate por favor niña, no es un buen momento.-

Reconoció aquella voz inmediatamente, solo que algo en su tono era distinto.

- ¿Estás bien?-

- Sólo lárgate.-

Hilda no obedeció ante lo último, avanzó palpando la superficie para guiarse en el camino al origen de la voz. Poco a poco su vista fue adaptándose a la oscuridad y pudo divisar una figura humana sentada en el suelo con las manos cubriendo su cabeza.

- ¿Que es lo que sucede?

Él no hizo ningún movimiento, se mantuvo en la misma posición fingiendo que no la escuchaba.

- Hey vamos.-

- Vete. Sólo vete.-

Hilda cargaba consigo un bolso con todo lo necesario, tal como había aprendido en los gorriones scout. Sacó una linterna e iluminó el lugar.
La habitación estaba desordenada, varios cuadros rotos tirados en el piso al igual que los muebles. Pero lo más extraño eran los trozos de madera que se esparcían formando un camino hacia él.

Nuevas raíces: La aventura de Hilda y  WoodmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora