XII - Leña para el invierno

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Temprano por la mañana Eddie se encontraba cortando leña. Había despertado antes que todos durante la madrugada cuando la lluvia había cesado.
El anciano fue el segundo en despertar.
Llegó a las afueras de su cabaña y mantuvo una conversación con el joven.
Había algo que sabía sobre el chico, y otras cosas que quería descubrir.

- Hola. - Saludo cortez el hombre mayor con una sonrisa.

El rubio se volteó lentamente con el hacha en mano y observo a su acompañante.

- Oh, hola. - Dijo sin más volviendo a lo suyo.

- Es agradable vivir lejos de la ciudad, en el medio de toda esta naturaleza, ¿no crees?

Él asintió. Sabía exactamente a lo que se refería el hombre, había vivido solo desde hace mucho.

El silencio reino un momento entre ambos, el único sonido que se escuchaba era el del hacha partiendo los troncos de madera.
Todo eso le recordó cuando llevaba la madera a la cabaña junto al bosque, para esa diminuta familia con la que normalmente convivía.

Nuevamente la intriga lo invadió al pensar en la chica peliazul. Desde hace mucho sentía la comodidad de estar cerca de ella, quizás costumbre de sus visitas. Pero algo había cambiado cuando su forma cambió, no sabía que era y pensaba que tan vez la chica tendría la respuesta.

- ¿Cuánto tiempo llevas hechizado? - Se escucho en el silencio sacando al rubio de sus pensamientos.

- ¿Cómo sabes?

El hombre mayor se sentó en la escalera de madera que daba paso a la entrada y lo observo.

- Estuve casado con una bruja por mucho tiempo, hay algunas cosas que aprendí de ella.

Esa revelación no se la esperaba, fácilmente el anciano podía ser la solución al mal que lo acompañaba.

- ¿Sabes como puedo arreglarlo? - Pregunto el rubio por primera vez dándole interés al hombre que asentía.

- Solo una bruja puede deshacer su encantamiento. Mi consejo sería que te apresures en encontrar a la bruja antes que el hechizo te pase la cuenta y sea para siempre.

Eso ya lo sabía, no era nada nuevo. Rápidamente el interés se fue y volteo a seguir con la madera.
Estaba molesto por todo el asunto, le disgustaba ser un humano y todo lo que eso conllevaba. Sin embargo, gracias a eso podía acercarse más a Hilda y pasar más tiempo del que pasaban en el Gran Bosque.
¿En que estaba pensando?

Habían cosas que experimentaba con ese cuerpo, cosas que como hombre árbol se habían perdido por ser un ente frío y estático.
Ciertamente los humanos eran muy sensibles y expresivos, algo que los dejaba al descubierto al momento de ocultar sus sentimientos y emociones. Y era eso lo que ocurría con él, todos esos sentimientos que pasaron como ideas en su cabeza antes del hechizo ahora se manifestaban y lo confundían. La chica lo confundía.

- Tengo una duda, Eddie. - Dijo Carl aclarando su voz.

Él asintió con la cabeza mientras seguía en su labor, era la señal para que el hombre continuase.

- ¿Estas usando a Hilda?

La pregunta lo saco de sus asuntos, al punto que no se enfoco bien en la madera y el hacha rozo su pierna derecha.
¿Que la estaba usando? Eso no era cierto.

- Claro que no.

- Entonces, ¿por qué le ocultas cosas? Normalmente las personas que ocultan la verdad a los demás es para manipularlos o usarlos.

Con cada palabra que salía del hombre iba perdiendo las ganas de continuar, aunque quisiera negarlo algunas de esas cosas eran verdad.
El chico suspiro pesado y habló.

Nuevas raíces: La aventura de Hilda y  WoodmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora