II - Melodía

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Hilda caminaba al frente junto a Twig mientras hombre árbol los seguía por detrás, cada vez más lento.

- Podrías apresurarte un poco, vas demasiado lento.- Dijo ella dando media vuelta para verlo. El chico se había detenido un momento mirando al piso.

- Me duelen los pies.- Y sin decir nada más se dejó caer en el césped boca arriba.

- Te lo dije, debiste usar zapatos o algo.-

Él la miró de reojo sin expresión alguna, no quería admitir que tenía razón.

- Sube en Twig, cuando lleguemos a Trollberg buscaremos sandalias. Pienso que son lo mejor para alguien como tú.- Solo asintió, y en un esfuerzo con dolor en sus pies se acercó al animal para montarse en su espalda.

- ¿Como le va a tu madre con tu nuevo papá?- Decidió romper el silencio después de avanzar unos kilómetros sin decir nada.

- Solo están saliendo, no es mi padre.-

- Todo podría pasar. De un día para otro puede convertirse en tu padre y engendrar otro humano con ella.-

- Por que no mejor te quedas callado.- Dijo frustrada por las ideas que estaba metiendo en su cabeza. - Como sea, lo que quiera hacer mi madre es asunto de ella. Si la hace feliz está bien.-

Hilda no podía dejar de pensar en todas las cosas que podrían ocurrir.
Que su madre forme una nueva familia con Robert y la olvide.
Que Frida y David la fueran dejando de lado cada vez más hasta que por fin la olvidaran.
Y el hecho inminente de que Twig debía partir.
No podía asimilar todo eso, le dolía que esa fuera a ser su futura realidad.
Sin su familia y sin sus amigos.

Hombre árbol se dió cuenta por la expresión de ella que algo andaba mal. No creía que la afectara tanto la idea de que ni las personas ni las cosas son para siempre, y bien que sabía eso.
Tal vez él no podía percibirlo de la manera que ella lo hacía. Había pasado mucho tiempo solo, era normal para él.
Pero entonces lo sintió, aquello que solo sintió una vez y solo por él.
Sentía lástima por ella.

Aclaro su garganta para poder hablar, la necesidad de aliviar el malestar de la chica lo invadió más que sus ganas de solo quedarse callado con su indiferencia.

- Si lo que te preocupa es quedarte sola, Hilda. Quiero que sepas que aunque no sea la mejor compañía, siempre estaré ahí.- Dijo con dificultad, como si cada palabra que articulaba sobre sus sentimientos le doliera.

No era algo que comúnmente hiciera, jamás le tomaba importancia a los demás. Si no era por interés o beneficio de él, no importaba.

Aquel comentario hizo que un escalofrío la recorriera por la espalda.
Una extraña felicidad la invadió, como si todos sus problemas se hubieran ido de pronto tan solo con esas palabras. Precisamente las que necesitaba escuchar en ese momento.

- Gracias.- Le sonrió con calidez.

Él solo asintió viéndola de reojo. Debía mantener su compostura ante la situación, pero no pudo evitar dejar salir una pequeña sonrisa acompañada de un rubor.

Minutos después, ambos se encontraban a las afueras de las grandes puertas que separaban Trolberg del mundo exterior. Hilda acarició el rostro de su amigo albino y siguió avanzando.
La ciudad seguía siendo la de siempre, repleta de humanos y vehículos.

- Han pasado muchos años, esta ciudad jamás fue de mi agrado.- Dijo con desprecio.

- Al principio creí lo mismo, pero con el tiempo le tome cariño por todo lo que me entregó.-

Él la quedo observando con detenimiento. La chica no había cambiado mucho, usaba el mismo estilo de ropa que antes. La única diferencia era su cabello azul que ahora le llegaba por debajo de los hombros y su estatura, un poco más baja que él.
Hombre árbol se bajó del animal y avanzó por su cuenta en la ciudad.

Nuevas raíces: La aventura de Hilda y  WoodmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora