XI - Un nuevo amigo más allá del bosque

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Caminaron durante todo el resto de tarde que quedaba, hasta que la noche los atrapo.
Hace mucho habían perdido de vista Trolberg y el Gran Bosque, ahora solo habían montañas y praderas.

Hilda encabezaba al grupo, seguida de la criatura albina y al final el rubio hechizado.
Toda esa caminata los estaba dejando exhaustos, no quisieron detenerse en ningún punto por la prioridad de llegar a tiempo. Aunque ciertamente ninguno sabía cuanto tomaría el viaje al Bosque Oscuro.
Tal vez ni siquiera les alcanzarían los días, o la comida se les acabaría y tendrían que idear un plan para volver.
Habían muchos factores que podían fácilmente estropear las cosas. No planearon muy bien el viaje por el poco tiempo con el que contaban para todo, pero ese no era un impedimento para intentarlo.
¿Y si esperar al próximo mes para encontrar la grieta hubiera sido mejor?
Puede ser, pero no querían esperar. Ni siquiera sabían si aquella grieta era real.
¿Y con el hechizo qué?
No lo tomaron como prioridad por la idea de que tal vez era como el hechizo de los ratones de marea.

Hilda no podía sacar de su mente todas esas ideas que la rondaban. Estaba insegura, no sabia si lo que hacia era correcto.
Iba tan distraída pensando que ni siquiera se percato de como la oscuridad se apoderaba de todo. La luna hizo su aparición en lo alto con un brillo hermoso y luminoso.
La chica comenzó a tener dificultades para ver el camino, por lo que considero buscar su linterna aun caminando. Fue cuestión de segundos para tropezar y caer en el suelo junto a la mochila.

- Lo veía venir. - Dijo el rubio de pie junto a la chica.

Ella se mantuvo tendida en el suelo viendo la luna y las pocas estrellas. Aun pensaba.

- Debemos detenernos y buscar un lugar para descansar. - Dijo al fin la chica después de un rato.

- Tú ya lo estas haciendo. - Comento el rubio.

La chica le dio una mirada seria y frustrada. Era un caso perdido.

Se puso de pie lo mas rápido posible y analizó el terreno que aun era visible. No habían cuevas cercanas, ni siquiera rastro de alguna vivienda en los alrededores.

Entonces el frío nocturno hizo presencia, estremeciendo todo lo que estuviera en su camino.
El primero en sentirlo fue el chico, que ahora creía que usar pantaloncillos cortos no era una buena idea en los meses de invierno.

Si bien al principio Hilda no había distinguido nada en la oscuridad, en cuestión de minutos se percato de una luz a la distancia entre un grupo de árboles. Parecía ser una cabaña.

- ¡Una cabaña!

- Suelo ser yo el de las malas ideas, pero recuerda lo que paso la última vez que entramos a una cabaña en medio de la nada. - Dijo él con tono protector.

Tenía razón, no era una buena idea en absoluto. No sabían si estaba habitada o hechizada. Todo era posible.

- ¿Que hacen aquí a estas horas? - Dijo una voz a sus espaldas.

Ambos se estremecieron y voltearon bruscamente al origen de aquella voz. Era un anciano pequeño y arrugado por el pasar de los años.
No dijeron nada, solo lo observaban.

- No hablan. - Dijo el viejo con carisma. - Entonces me voy, disfruten la tormenta jóvenes.

De repente el estruendo de relámpagos sacudió la atmósfera, en cuestión de minutos comenzaría a llover, tal como se había pronosticado en la estación del clima.

- ¡Espere! - Grito la chica.

Eddie la miro con desaprobación, sabía lo que pretendía.

- ¡Si hablas!

Nuevas raíces: La aventura de Hilda y  WoodmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora