Capítulo 20: Abre los ojos.

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*Narra Tokio*

Berlín gritaba que abriéramos la puerta mientras la golpeaba.

Ash estaba asustada, pero yo no, no le tengo miedo a Berlín.

-¿Qué hacemos?-Me preguntó ella en voz baja.

-Acuéstate y finge estar enferma, lo tengo todo bajo
control.

Abrí la puerta y vi a Berlín.

-¿Por qué están encerradas?-Preguntó entrando.

-Ya te dije que Ashley se siente mal.

-¿Y este libro?-Dijo tomándolo en sus manos.

-Estaba aquí cuando llegamos.

-¿Ahora estás de niñera? ¿le cuentas un cuento y la cuidas?

-Berlín, no sé qué estarás pensando, pero dilo.-Dije enfrentándome a él.

-Que tú y Ashley planean algo, no es normal que se vean mucho, que te preocupes tanto por ella, ni menos que se encierren en una oficina, ¿no te parece extraño todo esto?

-¿Y tú quien te crees que eres para decirme a mí lo que tengo o no que hacer?-Dije sacando mi arma y apuntándolo a la cabeza, él hizo lo mismo con su arma.

*Narra Ash*

Tokio había sacado un arma al igual que Berlín y ahí los tenía, a los apuntándose a la cabeza y viéndose a los ojos con odio.

No sabía que hacer, comencé a llorar desesperadamente, tenía ganas de correr y bajar con los demás, pero a la vez no quería que Berlín le hiciera algo a Tokio, o ella a él, no quería saber lo que iría a pasar.

-¡No! ¡Bajen el arma! ¡Por favor!-Grité para que alguien pudiera oírme.

Llegaron Rio y Denver corriendo, se quedaron en la puerta y no reaccionaban.

-¡Hagan algo!-Volví a gritar.

Ninguno de los dos se acercó, Berlin y Tokio seguían apuntándose a la cabeza sin despegarse la mirada.

-Berlín, Tokio, dejen esa arma en el suelo.-Dijo Rio con la voz calmada.

-Berlín, deja el arma y levanta las manos.-Le dijo Denver de la misma forma.

-Tokio, basta.-Le habló Rio.

Ahora quería escapar, pero sentía que cualquier movimiento de los que estábamos en esa oficina podría joder todo.

-Tokio... suelta el arma, por favor.-Dije en un susurro.

*Narra Tokio*

Todos nos hablaban, pero escuchar a Ash rogándome que soltara la pistola me hizo sentir algo en el pecho.

Dejé el arma en el suelo y levanté las manos.

Berlín seguía apuntándome.

-Berlín, si le haces algo a Tokio, no sabrás lo que te espera.-Dijo Rio amenazándolo.

Berlín dejó el arma en el suelo y me imitó levantando las manos.

-Ahora salgan todos de aquí.-Dijo Denver.

Miré a Ash. Su cara me destrozó.

Estaba llorando y podía notar que tenía miedo.

-Vamos Ashley, te voy a llevar abajo.-Le dije con voz suave.

Quería abrazarla y pedirle perdón, pero no podía, todos nos estaban viendo.

Caminé y ella me siguió.

-Perdóname.-Le dije en voz baja mientras caminábamos, pero no me respondió.

No la juzgaba, tenía sus motivos para estar enojada.

Cuando llegamos abajo, estaba Helsinki a cargo. Ash me ignoró del todo y se sentó en el suelo donde siempre.

Me sentía culpable, todavía tenía la imagen de Ash llorando, rogándome para que bajara el arma.

Subí las escaleras y cuando llegué arriba sentí un mareo, sentí que me iba a caer pero unas manos me sujetaron.

-¡Tokio!- Sentí que alguien gritó.

Era Rio.

-Mírame y no cierres los ojos.-Dijo tomándome en sus brazos y me llevó hasta un sofá, en una oficina distinta a la que estábamos con Ash.

Me sentía débil, quería cerrar los ojos, pero Rio me lo impedía.

-Abre los ojos, mantenlos abiertos por favor.

Y ahí fue cuando no daba más, necesitaba cerrar mis ojos.

*Narra Ash*

Estaba enojada con Tokio y con el mundo, pero a la vez quería abrazarla, decirle que estaba todo bien, que la quería un montón y que no importaba lo que pasara, nada nos va a separar, ni Berlín ni ninguno de los que están aquí.

De repente sentí que alguien gritó su nombre, pero no le di importancia.

[...]

Era el turno de que Tokio bajara, pero se tardaba mucho, hasta que vi a Rio bajando las escaleras corriendo.

-Helsinki, ¡no sé qué le pasa a Tokio, no abre los ojos, no reacciona!-Dijo Rio.

¿Qué?

Mi corazón comenzó a latir rápido, de la misma manera en que lo hacía cuando estábamos en la oficina.

Oslo reemplazó a Tokio.

Sólo quería pararme y subir esas escaleras para saber cómo estaba, pero sabía que me iban a detener. Sentí desesperación, algo en el pecho, quería estar con ella.

[...]

Había pasado un largo rato, seguía asustada y necesitaba aunque sea saber noticias o detalles sobre lo que le había pasado, pero nadie me iba a decir algo.

El mejor atraco de mi vida | La casa de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora