— Creo que te amo.
Se lo dice de una manera extraña. Se lo dice con duda en los ojos y con una forma que él cree correcta porque su corazón le dice que sí está bien, a pesar de que su cerebro no lo crea tanto. La sonrisa que se le escapa por los labios es nerviosa, es dudosa y llena de muchos creos que no se atreve a verbalizar porque cuando TaeMin le mira de esa forma, él cree que haberlo dicho de manera repentina, un miércoles en el amanecer o en la madrugada, no parecía la hora precisa para declarar un amor dudoso, pero muy —por no decir, bastante— necesario. Pero era lo que sentía. Era lo que su cuerpo le pedía, lo que ese calor interno le hacía querer expresar. Eran las ganas de dejarle claro que estaba feliz con él y que ese creo muestra más miedo que inseguridad. Miedo a mostrarse de una manera en la que no está acostumbrado y en una manera en la que su mamá tampoco le había enseñado.
TaeMin le mira con el torso desnudo, apoyado sobre sus antebrazos y sonríe. Sus dientes están clavados en sus labios, como cuando pareciera querer comerse una sonrisa, pero que termina escapándosele igual porque esta situación le parece más irrisoria que real. O al menos, eso es lo que demuestra su rostro.
(Y su cuerpo y sus dedos cuando le acarician).
— ¿Crees? —le oye repetir en un susurro en medio de las cinco de la mañana, cuando la luz ya había comenzado a salir—. ¿Lo crees o es cierto?
— Creo que es cierto.
Cree que ese calor que siente en su cuerpo es equivalente a la felicidad que siente cuando SoMin ríe y cuando corre a la hora que sea solo para abrazarle y decirle Papá. Cree que ese calor es comparable a las cosas buenas de la vida y que te hacían sentir bien y que merecían ser encasilladas en la parte de "cosas que no hay que olvidar" o "cosas en las qué hay que pensar cuando me siento triste". Porque esas mejillas le hacían feliz. Esos ojos pequeñitos le hacen feliz y esas caricias que él le había enseñado le ponían mucho más contento aún.
TaeMin le hacía feliz y dentro de su cabeza que estaba aprendiendo amar y a querer, creía que merecía ser encasillado o evidenciado. Porque en su cabeza le habían enseñado, que no todo era obvio. Que no todo se daba porque sí.
— Es que no me juzgas —intenta explicar en medio de ese vacío, consiguiendo que los dedos de TaeMin se queden quietos y que sus yemas sigan sobre el torso de su mano en donde sus venas se levantaban. Justo ahí donde tenía huellas de cicatrices que ahora hace poco, había aprendido a odiar menos—. No me juzgas por quién soy o qué soy y eso me gusta.
— ¿Te hace creer que me amas?
— Quizás sí porque eres lo que más me ha hecho feliz después de que SoMin nació. Creo que por eso sé que te amo.
Otro silencio y otra caricia.
Sus dedos se quedan quietos en medio de esa ola de sentimentalismo y en medio de esa extrañeza ante la cual no sabe cómo sentirse, porque su mamá no le enseñó a cómo debía expresarse y tampoco mucho aportó su hermana cuando los únicos que tenía suyos eran de sobreprotección. Aunque quizás por eso, creía que así se tenía que amar. Quizás por eso su concepto de amor era tan extraño para TaeMin a veces, como cuando de repente le abraza y le besa sin excusa. Le interrumpe esa burbuja en la que parece inmerso y en la que esa sonrisa que antes mostraba, ahora desaparecía y se esfumaba.
TaeMin se deja recostar cuando él se coloca encima y levanta las manos cuando se las pide. Junta muñeca con muñeca, pie con pie. Su cuerpo está a su merced y MinHo no sabe cómo tratar esto cuando esta parte tampoco se la habían enseñado. Porque TaeMin no le había respondido de manera recíproca y no sabía muy bien cómo debía tomar eso porque lo que había aprendido con SoMin era que siempre había una respuesta y de su parte, siempre sería positiva.
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· Paradoja ·
FanfictionTaeMin persigue la paz con violencia y MinHo la entrega a cambio de dinero. Veintisiete años versus veintinueve, y TaeMin por primera vez, no tiene vergüenza de tener que pagar por sexo. Kinktober - 1 Drabble al día durante el mes de octubre.