3. Apodos.

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El cuerpo le duele, la bata le molesta, el aire incluso también. 

Toma más de tres respiros cuando se sienta frente a su paciente y después otros dos cuando se quiere parar. No está seguro de poder dar un paso sin que su rostro demuestre el dolor que siente en su cuerpo y tampoco está tan seguro de si se quedó o no algo dentro suyo después de lo que había pasado el día anterior. 

El suéter de manga largas que ahora usaba cubría las huellas en donde las esposas habían estado demasiado apretadas y también en donde el agarre de MinHo había sido tan fuerte que le había dejado huellas.

(Huellas que él había pedido).

Su rostro se enrojece de solo recordarlo y se evidencia a si mismo cuando unas enfermeras le miran con las cejas alzadas, molestándolo ante una situación utópica y romántica de la cuál él no formaba parte. Porque todo había sido sexo y ya. MinHo se lo había aclarado desde que le habló y las cláusulas también cuando tuvo que desembolsar esa cantidad de dinero que no había invertido siquiera alguna vez en él.

Todo había sido sexo y ya, y el que hubiese sido el mejor de su vida, por supuesto tenía consecuencias. El dolor era una. 

(Y el placer era otra).

Porque el sentarse y recordarse a si mismo que él había estado ahí, hacía que sus mejillas ardieran, que su vergüenza aumentara y que sus ganas de irse al baño a masturbar aumentaran a cada segundo. 

Y eso no era justo. No era para nada justo.

Porque estaba bien que el placer le durase hasta el día siguiente, pero no así que éste no pudiera controlarlo y quisiera más. Ahí en esa sala de pacientes, en el baño, contra la pared, en todos lados. Su mente divaga y le lleva a situaciones extremas en donde le gustaría que lo del día anterior se repitiera. Se imagina los pantalones de MinHo a mitad de las piernas, a su propio trasero elevado, buscándole, mientras luchaban contra no ser descubiertos en una sala completamente pública.

TaeMin es capaz de ver aquella imagen delante suyo y de escuchar cómo sus labios sueltan gemidos. Se imagina con el cabello desordenado, con una gota de sudor bajando por la espalda y con su erección contra la pared. Escucha su voz ronca y grave en su oído, dentro de éste, y su barba creciente que ayer le había dejado huellas incluso al interior de los muslos. Su boca le humilla y le dice que es un puto pasivo adicto al sexo y asiente. Asiente ante su imaginación, ante su mente que divaga demasiado alto y ante cada pensamiento que no le abandona ni siquiera cuando sus piernas una vez más le habían llevado hasta allá.

No sabía cuánto dinero había en su billetera o en su cuenta, pero sabía que hoy le necesitaba otra vez. Porque no se podía concentrar y tenía que hacerlo. Tenía que exigirle que lo hicieran una vez más de la misma forma que el día anterior porque está seguro que algo suyo quedó dentro de su cuerpo y es eso lo que no le hace dejar de pensar en él.

Sin embargo, se lo niegan.

TaeMin ve esa misma cabeza que le recibió ayer con una sonrisa, ahora moviéndose de un lado a otro, negándole esa droga a la que repentinamente se había vuelto adicto y que ahora no le querían entregar. La música suena más fuerte a su alrededor y su mano tirita ante los nervios de una reacción que no quería recibir, y que efectivamente estaba recibiendo.

Sus dedos se deslizan, sacando un par de billetes más, notando como la mujer observa ese movimiento y sonríe, antes de volver a negar. El chicle sonaba de manera grotesca dentro de su boca y TaeMin empieza a sentir la ira subir por sus venas porque necesitaba que él controlara ese calor que sentía en su cuerpo.

Ella no entendía. 

No era capaz de entender lo que le sucedía.

— Puedo pagar más —le advierte, abriendo su billetera con mayor desesperación y sacando todos los billetes que habían en su interior. Era casi la mitad más de lo que había pagado como precio original, pero ya no le importaba. Ya todo le daba igual si eso servía—. Por favor. 

Y ellos también pueden pagar más, pero son capaces de entender cuando MinHo está ocupado y no puede atenderlos —su lápiz apunta sin ningún cuidado aquellos hombres que esperaban pacientes en una mesa y luego lo devuelve a su rostro, pinchando su propio rostro con aburrimiento. Parecía una escena común para ella—. Pero...

— ¿Pero?

Su sonrisa crece, sus labios brillan más y su chicle suena más.

— Te tendrás que aguantar.

La muy zorra.

TaeMin empuña su mano cuando da un golpe no tan suave sobre la mesa, apretando los billetes que tenía entre sus dedos y bajando la cabeza para intentar controlar esa frustración que sentía. El calor en su cuerpo no se iba, su imagen lamiéndole tampoco. Su rostro al penetrarle, al hacerle suyo, menos. Sus cuerpos encajándose, encontrando lugar en un mundo en que parece perdido y lleno de discriminación y en donde el aire no era necesario cuando se besaban.

TaeMin apoya la cabeza sobre su mano solo a causa de la frustración y se deja apretar cuando una mano le agarra desde el codo y le mueve. Un aliento cálido choca contra su oreja y un cuerpo firme y duro se posiciona detrás de él. Y cuando siente esa lengua rozando su lóbulo, entiende que no es la mujer ni que es un anciano con ganas de llevárselo a la cama, sino que es él. Es su calor, es su olor, es su presencia.

TaeMin no se voltea y eso mejora porque cuando le habla, lo hace en su oreja. Su voz se cuela más adentro de lo que su imaginación pensó y ese calor aumentó de una manera que no tenía comparación con respecto al resto del día.

Una sola oración y él acata. Él espera y entiende.

Porque ese apodo le hace hacer lo que le piden y ahora, solo le conviene ser un niño obediente.

— Papá está ocupado, bebé. Sé un buen niño y ve a dormir o ese culito que tanto me gusta no podrá descansar para mañana. ¿Entendido?

TaeMin asiente y suspira. Un orgasmo venidero, una erección creciente y una obediencia que al fin sí tiene ganas de tener.

— Entendido, Papi.


*

Intento que sean drabbles de solo mil palabras, pero aaaHHHHHH. DADDY ISSUES + 2MIN ME PUEDEN.

Nos vemos mañana y esperemos que Taem se porte bien 6v6.


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