15. Dom/Sub.

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TaeMin nunca pensó ni creyó que estaría en un lugar como el que acababa de pisar.

 Y no se trataba de que nunca pensó estar en una verdadera mansión escondida en un subterráneo, sino que más bien, nunca pensó que estaría en un lugar en donde la música ambiental eran gemidos y los mejores invitados, eran también, los más exóticos que se podía encontrar dentro de la jungla de las perversiones.

O quizás dentro el Amazonas de las perversiones, porque lo que había ahí era demasiado como para ser resumido en una pequeña jungla que rompía cualquier tipo de dimensión. Esto era más allá de los límites y de lo que creía que su pervertida imaginación podía pensar.

Esto era hasta casi un poco, terrorífico. 

(Un poco. No quería admitirlo, pero al parecer, su rostro se lo había dejado claro a MinHo en más de una ocasión).

Y en otra más cuando ahora le mira, apenas acababan de entrar por ese pasillo en donde los ruidos de fluidos llegaban a ser casi grotescos. TaeMin se queda quieto cuando MinHo le coloca un pequeño collar de cuero alrededor de su cuello, sintiendo el metal del agarre en su nuca y sus dedos atándolo. No es demasiado aprisionado ni demasiado suelto, pero sí algo extraño cuando una pequeña cadena metálica cae por el centro de éste y termina en una especie de correa que enreda entre sus morenos dedos. MinHo ordena mechones de su cabello por detrás de su oreja y también el cuello de esa camiseta blanca y simple, que a pesar de todo, parecía ser demasiado atrevida ante los ojos de toda persona que le veía. Sus rostros le delataban y le hacían sentir una vergüenza extraña porque tan solo se había vestido con sus jeans ajustados habituales y una camiseta blanca de manga larga que tenía en el casillero del trabajo.

(Y eso con respecto a cada sumiso que había ahí, parecía raro. Sobretodo si no había ni látex ni una completa desnudez en su cuerpo).

— Tienes cara de asustado —sus dedos le acomodan el cuello de su camiseta y la meten dentro de los bordes de su pantalón, mientras él se dejaba estar y se dejaba mover de una manera más que sumisa y controlada por él. Se deja arreglar de la manera que él quiere y no se queja de esa cadena que cuelga de su cuello y que le hace ver de su propiedad cuando ya están a punto de moverse. MinHo le mira con una ceja alzada a causa de su silencio y él solo asiente, prefiriendo asumirlo a negarlo. Sobretodo si era a él—. ¿Te quieres ir?

— No —susurra rápido, sin siquiera dudar de aquello—. Es solo que... es...

— ¿Es...?

— Nada.

Su cabeza es un torbellino que no sabe cómo acomodar ni tampoco cómo expresar porque cada vez que se veían en la necesidad de hablar, sus ojos viéndole así le embobaban y le hacían dudar de todo porque nadie parecía real cuando él le miraba. Era más fácil que sus cuerpos se entendieran a que sus pensamientos lo hicieran, por lo que solo se acerca a él hasta acortar la distancia y así poder apoyar su frente en su cuello, escondiéndose por lo que parecían necesarios pequeños segundos. La mano que sostenía la cadena de su cuerpo se mueve por su espalda y le acaricia con cuidado y TaeMin agradece eso a su manera. A su manera de empequeñecerse, a su manera de volver a intentar ser ese TaeMin pequeño que tan solo quería aprender más de lo que había podido hacer hasta este momento de su vida.

(Y cuando le habla. Lo hace escondido en él. Se le hace más fácil cuando no le ve y cuando esos ojos que parecen estudiarle, no tienen la capacidad de hacerlo).

Papi no me dejará solo, ¿verdad?

La cadena suena con sus movimientos circulares en su espalda y se tira un poquito cuando MinHo le mueve y le hace volver a su posición. A su posición de sumiso, de pasivo, de TaeMin.

· Paradoja ·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora