30. Tatuaje.

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Según Google, habían diez formas de borrar un mail ya enviado. Habían opciones que permitían por un pequeño tramo de minutos, el borrar algo sin que la persona lo viera, cómo también la opción de enviar un virus y destruir su casilla para que más que lo escrito, no pudiera ver nada en donde lo que no debía ser visto, estuviera involucrado.

TaeMin ya podía memorizar al menos nueve de esas diez formas cuando los días pasaron y no hubo respuesta.

Tenía escrito otro mail en donde le pedía disculpas por haber enviado un mail que supuestamente no había sido enviado al destinatario correcto y también tenía otro en donde se excusaba de haber estado ebrio y haber perdido el control. Pero a diferencia del primer mail enviado, estos dos no tuvieron el mismo final que aquel. Estos seguían en la parte de borradores, justo al lado de su dignidad que pedía un poco más de piedad y calma en ese corazón demasiado alborotado y que estaba a punto de pararse a causa de la vergüenza o la pena o todo la vez.

Porque MinHo no le había respondido y eso, era algo que aún no podía superar. 

(Aunque de una manera bastante ilógica si lo pensaba, porque él mismo le había advertido que tenía como plan a medio andar el desenamorarse, pero no creyó que se lo tomaría tan en serio. No de la manera que estaba haciendo al menos y que vaya que dolía).

TaeMin mira por duodécima vez en esa hora su celular, acomodándose una vez más en esa enorme cama que se negaba a abandonar. Porque ya con poco más de una semana ahí, lo que menos quería era irse de ese hotel que le servía como refugio de dolores al corazón y futuros dolores al bolsillo de sus ahorros que con cada día, disminuían más y más. Su cabello rubio se esparcía en medio de esas maravillosas almohadas, mientras sus dedos jugaban con las sábanas y esa chaqueta de cuero que se negaba a quitarse y que a propósito, había comprado una talla más grande. Por costumbre o por necesidad, pero lo había hecho. Le hacía sentirse en una zona de confort de la que se creía capaz de sanarse, pero que con cada minuto más parecía hundirse y hundirse y sus ojos dejar de ver esa luz que por un momento, creyó que seguiría existiendo.

La película que suena en la televisión le distrae de cada ciertos instantes, a la vez que sus dedos subían y bajaban el cierre de su chaqueta una y otra vez, para luego voltearse y así buscar una mejor posición. Una que ya se sentía demasiado solitaria y desalentadora porque se acostase como se acostase, sus pensamientos seguían enfocados solo en una cosa y no en la preocupación de su propio bien. 

Y extrañamente, lo único bueno era que la palabra que se había tatuado en su antebrazo duele menos de lo que le había dolido hace dos días, a diferencia de su ánimo que seguía igual de plano comparado a lo que había intentado convencerse hace tres, luego de enviarle aquel mail.

Se recuerda a si mismo borracho, a si mismo llorando y a si mismo convenciéndose de que debía haber alguna cura médica para aquel dolor romántico y ensordecedor que parecía romperle el pecho y el cuerpo.

TaeMin pasa con cuidado sus dedos por sobre el área de su nuevo tatuaje y se queda pegado viéndole cuando aquel sonido que tanto esperó, al fin llega. Sus ojos se mueven rápido en dirección a su celular, observándolo en un estado casi catatónico; para luego ver cómo la pantalla se apagaba y olvidaba esa notificación que él no se permite olvidar.

Porque cuando TaeMin abre su mail, sabe que es él. Su cuerpo se lo avisa, le pone en alerta y le hace sentarse con esa última gota de esperanza que se negaba a abandonar su cuerpo porque sabía que no le debía odiar tanto y que no le permitiría sanarse de algo que ya no tenía cura.

Y cuando sus dedos abren rápido aquel mail, su sonrisa es la primera en aparecer y luego su risa, sus labios fruncidos, sus cejas flojas, sus mejillas hinchadas. Su pecho tiene un enorme peso menos encima y esa chaqueta de cuero parece más grande cuando reconoce a quién le pertenece.

Porque solo Papi podía ser así.

Al único que quería, al único que necesitaba.

(Y al único que a pesar de todo, a pesar del tiempo y a pesar de sus constantes errores, no se rendía en abandonarle. A su manera, pero no lo hacía).

Y que cuando aparecía, lo hacía de su forma. Como le conoció y como literal, le enamoró.

Con una gota de sinceridad demasiado grande.

(Y también con otras cosas de igual tamaño).

"Estaba escuchando una canción que me hizo pensar en ti. Decía 'en San Valentín pide látigos en vez de rosas'.

¿Qué pedirías tú?

M."

"Látigos."

Ni siquiera lo piensa al escribir el mail y ni siquiera recuerda lo abrumado que estaba por haberle escrito la confesión de amor más romántica por ese mismo medio que ahora le hace apretar 'enviar' rápido, sin querer perder ni un segundo más sin él.

TaeMin mira rápido la hora en su celular y luego la pantalla de la televisión que sonaba de fondo, para así soltar un gritito de emoción al sentir otra nueva notificación y con el mismo destinatario que antes.

Este mail lo abre más rápido que el anterior —si es que eso es posible— y su sonrisa crece y crece cuando le lee. Cuando ve que no le odia. Cuando ve que le trata de la misma forma que antes y con el mismo juego de siempre que le hace darse cuenta que esta es su zona de confort y no otra que se esmeraba tanto en buscar. Su corazón late de manera desesperada cuando le lee y cuando esas palabras que tanto soñó en volver a ver o sentir, ahora vuelven a ser reales y no como parte de un ataque a su debilitada seguridad. No como parte de un sueño, no como parte de una utopía, sino que como parte de su propia historia. De su nuevo renacer quizás y de su nueva forma de ver las cosas, pero junto a él.

Junto a lo que nunca jamás debió dejar.

"Vente. Te echo de menos."

Junto a Papi que al parecer, siempre estaría ahí.

"¿Mañana?".

"Ahora".

"Bueno."

"¿Bueno qué?".

"Bueno, Papi."


*

Penúltimo. 

(¿Y qué creen que se tatuó Taem? 6v6).

:)





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