Renato Quattordio, 21 años, alto, de piernas largas, marcadas debido al baile, cabello castaño y de ojos marrones, adornados por unas pestañas tupidas que volvían loca a cualquier persona que las mirase, un pibe bien posicionado socialmente, nunca le faltó nada, y se podía decir que gracias a eso era bastante caprichoso, si quería algo, debía tenerlo, era ley.
Estudiante de psicología en la UBA, segundo año de la carrera. Hace seis meses que estaba de novio con Julián Cerati, chico que conoció en la academia de ballet. Se consideraba abiertamente bisexual, aunque en realidad le iban mucho más los pibes.Domingo por la tarde, verano, mucho calor, la temperatura marcaba los 38 grados, y Renato lo único que deseaba en ese momento era estar en la piscina de su casa, pero había algo mucho más importante, hoy jugaba River, River Plate, si hablamos de las pasiones del castaño, podía tener muchas, pero sin duda alguna, la mayor, era el equipo de su vida, la razón por la que amaba el fútbol.
No importaba si hacía 10 grados bajo cero, o si hacía 50 grados, él cada domingo estaba ahí, en la cancha, presente para ver al club que llevaba en el alma, y en la piel también, justamente en el brazo derecho.Iba en su auto, cantando los canciones del Millonario, le hubiera gustado ser acompañado por su novio, pero a él no le iba el fútbol, y Tato lo entendía.
Gabriel Gallicchio, 27 años, más bien de estatura baja, con rizos que le caían en la frente, si había algo que resaltaba en él, eran sus ojos verdes, esos ojos que llamaban la atención de cualquier persona, ya sea hombre o mujer, y ni hablar de su cintura, que era diminuta, digna de un Dios, todo gracias a su deporte preferido: el fútbol. Técnico radiologo graduado. Hace poco había terminado una relación de casi un año con su ex, Antonella. No se encontraba muy afligido por esto, ya que había sido algo totalmente tóxico basado en celos y pelea.
Domingo por la tarde, montado en su auto gris, yendo a ver a Boca Juniors, el club que le marcó la vida, como cada domingo del año. Se podría decir que estaba loco por Boca, y eso nadie podía negarlo.
Se jugaba el Superclasico de Argentina, en La Bombonera después de mucho tiempo se podía traer hinchada visitante, por lo tanto iba a ser un partido bastante picante, no sólo por los jugadores, sino también por los hinchas que se iban a sacar chispas al sólo momento de encontrarse enfrentados, unos con los otros.
Gabriel estaba con sus amigos, caminando hacia la cancha, iba tan distraído que se chocó con alguien, automáticamente se disculpó, pero cuando logró ver que se trataba de un hincha del equipo contrario, retiró las disculpas y se rió - Fijate por donde vas amargo - le dijo al chico que estaba de espaldas - Pero andate a la mierda bostero gil - le contestó dándose la vuelta. Cuando sus ojos hicieron contacto, Gallicchio pudo sentir como las piernas se le aflojaron, como la respiración se le volvió más pesada, y como la escasez de aliento se hacía presente en su cuerpo, quedó impactado con la belleza del pendejo, su mirada iba de sus ojos, a su boca, sin saber que responder.
- ¿Me vas a dejar pasar? - preguntó el castaño de mal humor - Eh, sí, perdón - habló el rizado, haciéndose a un lado, para dejarle el camino libre. Quedó totalmente inmovilizado, viendo como el chico vestía unas jeans azules apretados, acentuando bien su culo, y como la camiseta blanca y roja se le pegaba al cuerpo, marcando bien su cintura.
- Ey Gabi, entremos - la voz de su amigo lo sacó de sus pensamientos, hizo caso, dirigiéndose hacía la Bombonera, pero en su mente todavía divagaba la imagen del chico que debido a ese pequeño incidente, acababa de conocer.
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Polos opuestos {Terminada}
RomanceUno de River, el otro de Boca, uno cheto, otro de barrio, totalmente diferentes, pero dicen que los polos opuestos se atraen.