Situaciones

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Confío tanto en ti
que ya no puedo estar
segura de lo que creo.

¿Seré vencedora de mis
pesares?,
o por el contrario,
me habré caído tan dentro
de ti,
que no ha sido posible
volver a ver la luz de la
misericordia.
¿Cómo estar segura?

Me mantienes haciendo
zigzag y dando tumbos
en tus dispares caminos
llenos de espinas y piedras
filosas,
sedientas de heridas palpables.

Sonrío irónicamente,
porque no te hizo falta
tenderme una emboscada,
yo misma me condené
cuando no te pregunté
la fecha de caducidad
de tu amor por mí.

Me caí de bruces,
y no recuerdo que mis
rodillas sangraran,
lo mismo no puede decir
mi corazón,
que si todavía late,
es por mero reflejo
y no por una razón concreta
que lo sujete a la superficie.

Las millones de razones que
me mantenían sana,
se fueron cayendo una a una,
hasta la última,
que apenas resistió
a empujones.

Ahora ella se tambalea
en la punta de mi lengua
y me la guardo
y así está mucho mejor.

La esperanza no existe.

¡La realidad sí!

Y no siempre es hermosa,
la mayoría de las veces es
de naturaleza despiadada
y duele.

¡Duele como el frío
de tu último y definitivo
adiós!

Pero lo peor no es el
apuñalamiento,
el destrozo
o el agotamiento,
lo peor es todas juntas
contigo danzando al final.

Así funciona,
manteniéndote como el
adicto que por más que
jura,
no termina de dar la
última calada.

Apenas si escribo,
apenas si respiro,
apenas si pienso.

Estoy comprimida,
mi pecho lo confirma
con su dispar forma de
moverse a orillas de tu
nombre.

Querer y desear no es
lo mismo.

Un estado de
ensimismamiento no
puede ser para siempre;
nunca nada lo ha sido,
y nunca nada lo será.

Mi lucha es constante,
como el fino vuelo
de un halcón joven.

Apuesto a mis letras,
y mientras las conserve,
no puedo decir que
esto haya acabado.

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora