Bajo su resguardo

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Escribir me hace
tanto bien.

Soy consciente
que mi deuda
con la poesía
es para toda la
vida.

Sinceramente no
sé cómo pagarle
de otra forma
que no sea
escribiendo líneas.

Son mis ojos
después de ella,
infinitas extensiones
de constelaciones y
galaxias privadas,
mis manos;
hábiles instrumentos
poseídos por su causa,
mi corazón
quien fuese
un órgano vital,
corriente;
es ahora uno voraz
y rejuvenecido.
Por mis venas ya no
volvió a correr sangre,
sino tinta.

Ahora soy capaz
de cruzar la línea
de lo prohibido
cuando me viene
en gana.


Al sol le doy la
vuelta en una
milésima de segundo
mientras las letras
me toman.

Aun cuando ya
no quedara
más que un vacío,
cuando las calles
estén extintas
de letras,
ella se inventará
otras.

Porque nunca es
suficiente.

Me hundo,
voy marcando
una huella
y agradezco
que sea para siempre.

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora