Carta sin destino

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De: Quien te ama infinitamente.
Para: Un amor que se rompió.

Hola amor:

Esta noche he estado pensando en ti como muchas otras y quiero hacerte llegar mis desvaríos a través de esta epístola. Es curioso porque no será enviada, no creo que consiga el valor de llevarla hasta una oficina postal. Así que vamos a otro punto.

Por ahí he escuchado sobre las cuatro fases que enfrentamos cuando perdemos a una persona especial en nuestras vidas:

1. NEGACIÓN.
2. DEPRESIÓN.
3. ACEPTACIÓN.
4. Y NUEVAMENTE DEPRESIÓN.

Luego de haber superado la primera y aparentemente la segunda, por momentos creo que me encuentro en la tercera, pero luego comprendo que en realidad me consigo en la cuarta fase; sí, la del final.
¡La maldita depresión recurrente!
¿Es que acaso no existe una quinta como el olvido o qué sé yo? Todo sería más fácil, pero ¡qué va! La vida no es de ninguna manera fácil.

Ahora bien, también están quienes apuestan por la teoría que expone, que no existe mejor remedio para ahuyentar la depresión, que no recurrir al recuerdo constante.

Me pregunto:

¿Es posible vivir sin recordar? Porque no creo de ningún modo que yo sea capaz de descubrir una técnica que me permita dejar la mente en blanco y seguir o más bien apaciguar esto que me destruye desde tan dentro.

Si bien hablamos de recuerdos, no podemos eludir los más felices: aquella madrugada de abril cuando te conocí, el primer te amo, todas las palabras que me ilusionaron, nuestros planes y todo lo demás. Por eso mi pregunta señala:

¿Hasta cuándo podré ser capaz de vivir siendo víctima de tus recuerdos? Recuerdos que me llevan a ti, pero también a la caída. Según esta teoría.

Es que me dejas literalmente encasillada en la cuarta y última fase de un proceso presuntamente natural, efecto colateral de estar amándote desmedidamente.

Me das millones de razones para tenerte presente y no consigo ni una sola para olvidarte.

Veamos:

Si pudiera tener la oportunidad de volverte a tener a mi lado aunque fuese un pequeño instante, no dudaría en hacerte una pregunta. Claro luego de darte el más profundo y desesperado beso que siempre te prometí, porque vale mencionar que todavía te amo aunque no hace falta escribirlo.

No me quiero desviar, hasta en eso me lo pones difícil, prosigo:

¿Por qué acabó? ¿Por qué no estás?

¿Ya no recuerdas los momentos en los que me decías que nunca te ibas a ir? ¿O esos te amo que murmuraban tus labios y que significaban una caricia a mi alma? ¿O mejor, cuando me pedías que te hiciera poesía, ésa que tanto te gustaba; mientras hacías los más inocentes ademanes? Esos tiempos en los que una sonrisa tuya me hacía sentir en el cielo ¿Lo recuerdas? ¡Porque yo sí lo recuerdo perfectamente! y es que volvemos a lo mismo. Los jodidos recuerdos. Todo esto ya ha desencadenado en un aterrador ciclo sin fin.

Casi siempre entro en conflicto interno, no sé cómo meditar, ni cómo dejar de darte vueltas, es que quiero decirte tantas cosas que ni siquiera creo que termine estas letras antes del amanecer. Ahora mismo son pasadas las 3:00 a. m. y yo sigo aquí escribiéndote y sollozando, aún sabiendo que no recibiré respuesta alguna. No al menos esta noche. ¡Cómo extraño todas esas madrugadas en la que éramos sólo tú, yo y la luna, luego el sol salía a alegrarnos la mañana y a decirnos que teníamos su aprobación! Sé que ya no volverán.

Mi subconsciente te anhela. Y desea que llegue la noche solamente para soñarte. Si tengo suerte ahí estás, te hablo y sonríes, me besas, te siento y luego te desvaneces con el amanecer, no eres de este mundo, eres todo lo que lentamente me destroza el corazón con cada día que pasa.

Ya no quiero seguir, es demasiado duro. Así que concluyo esta carta sin destino con la interrogante que sigue allí, intacta.
¿Cómo pudo haber acabado todo así?

En un obstinado intento por querer sentirme un poco mejor decido pensar que algún día obtendré tú respuesta, que algún día no lejano leerás estas líneas y entenderás por fin el motivo de mis penas; mientras tanto seguiré aquí, evocando de la formas más masoquista tu recuerdo y vivir aún sin ánimos de hacerlo.

¿Ya qué importa, no? si finalmente no puedo olvidarte, nunca podría haberlo hecho.

No pondré un posdata diciéndote tuya, eso siempre lo supiste.

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora