Prólogo

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Tenía miedo.
Me despertaba en plena madrugada, sudando, con el corazón latiendo a mil por segundo. Tenía apenas 8 años cuando tenía las más bellas pesadillas.
Nunca grité, nunca comenté nada a nadie acerca de mis sueños, eran mi más grande secreto durante mi infancia.
Siempre me consideré una tendencia, me gustaba vestir a la moda, incluso me sigue gustando. Me gusta llamar la atención de las personas con mi físico y personalidad.
Mientras crecía, mis sueños cambiaban recurrentemente, de pesadillas, pasaban a dulces sueños, luego a una indescriptible oscuridad, después las más grandes morbosidades que mi mente podía producir a los 11 años. Y así pasaron varios meses, hasta que cumplí 13 años.
En mi 7mo grado, me quedé un fin de semana de otoño en casa de mi viejo amigo, Isaías; él tiene un hermano llamado Moises, es 6 años mayor.
Llegué a la casa, cuyo exterior era del blanco más puro que nunca había visto, el reflejo del cielo sobre los cristales de las grandes ventanas impidiendo ver el interior de la casa de dos plantas. Al atravesar la puerta, fue como atravesar a través de un portal hacia otra dimensión. La sala contaba con una chimenea que mantenía tibia la sala de estar, ahí estaba leyendo uno de los muchos libros de Julio Verne su amado padre, mientras su madre cocinaba para nosotros una deliciosa chuleta cuyas guarniciones deleitaron mi paladar. Como siempre, según Isaías, Moises llegó tarde a comer pero, alcanzó a acompañarnos mientras lavábamos los platos. Mientras el sol se escondía detrás de las montañas y el cielo se iba difuminando hasta lograr el más profundo negro con los brillos de las hermosas estrellas, Isaías y yo trabajamos en nuestro proyecto de ciencias naturales, una gigantesca maqueta dividida en 6 sectores representando la flora, fauna y clima de cada continente, muy interesante el trabajo. Cuando la noche por fin cayó, a las 11:22pm, mientras todos dormían en la casa, menos yo, o eso creía, Moises escribió a mi celular:

-Oye chavo, ¿estás despierto?

- ¿Qué se te ofrece? Haha

- Ven a mi cuarto, sabes cuál es ¿no?

- ¿para que? Y si, si sé cuál es.

-Tu sólo ven, ¿si?

- Está bien.-

Y nuestra conversación por mensaje terminó. Me dirigí sigilosamente a su habitación, no tuve que tocar, él ya me esperaba, no sabía para que.
Comenzamos platicando casualmente como dos chicos normales. Luego dije:

-voy a tomarme una ducha antes de dormir.-

-¿Porqué no la tomas en mi baño?- Me dijo amablemente.

Me dirigí a su baño, me quité mi ropa, entré a la ducha y giré la perilla y el agua comenzó a caer sobre mi cuerpo. El espuma de mi cabeza era llevado a mi cuerpo por cada gota de agua que invadía mi piel. No escuché la puerta, pero Moises entró conmigo, y comenzó a besarme el cuello:

- ¿QUÉ CARAJOS HACES?- le dije espantado.

-Solo déjate llevar- y se acercó a mi cara y comenzó a besarme en los labios. Me dejé llevar por el momento y sentí el impulso de seguir con lo que estábamos haciendo. El agua se esparcía por nuestros cuerpos mientras sus manos acariciaban mi piel, y nuestros labios se unían en una monotonía y mordía lentamente mi labio inferior. Giró la perilla al lado contrario y el agua dejó de caer; secó mi cuerpo con su toalla, me llevó desnudo a su cama y seguimos besándonos, mientras nuestras pieles sentían la suavidad y calor de cada cuerpo, subí encima de él y no dejaba de besarme. Algo dentro de mi me decía que no hiciera eso, que no estaba bien, pero otra voz me decía que siguiera, que esa era mi naturaleza, al fin, la segunda voz me consumió.
Moises y yo comenzamos a elevar la temperatura, sentí su miembro entrar a través de mi nalgas mientras se mordía los labios y apretaba mi cintura. En segundos, comenzó a moverse apasionadamente mientras estaba dentro de mi, jugamos en su habitación por mucho tiempo, en varias posiciones, pero sin dejar de besarnos.
Me gustó hacer eso con él, aunque sabía que estaba mal, me gustaba romper las reglas. Cada vez que iba a casa de Isaías y me quedaba dormir, visitaba la habitación de Moises, él y yo salíamos al cine, al parque de diversiones, al teatro, dar paseos por el parque, y nos enamoramos, fue mi primer novio, y si, novio; no estaba seguro quien era realmente yo, y estar con él no me ayudaba a identificarme, pero no podía dejarlo, llegué a amarlo perdidamente, pero tuve que superarlo luego que fue al norte del país por una oferta académica que no podía rechazar, y obviamente no lo vería en mucho tiempo, no tenía opción adicional más que olvidar a Moises.
Esa fue mi primera vez, mi primera aventura, mi primera vez, yo era ilegal, pero nos gustaba quebrantar ese lado de la ley.
Han pasado 4 años después de eso, y estoy agradecido con Moises, por permitirme descubrir quien soy y que quiero.
Soy Javier, tengo 17 años, casi 18 y quiero desconocerme a mi mismo para no poder identificar mis límites y vivir mi vida desde otra perspectiva distinta de los demás estilos de vida.
Ahora, ¿en que se convirtieron mis sueños?

Este estilo de vida, y mi decisión me llevó a muchos problemas, distintos logros, pero lo más importante, la más dolorosa alegría.

Bienvenidos a mi historia.

LUJURIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora