6. Acurrucarse ✿

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Una noche de viernes, tan fría y oscura como la brisa de invierno, en la que el cielo se pintó de farolas blancas y diminutos diamantes, a las exactas siete con cuarenta minutos, el vehículo del alfa se estacionó en la cochera del lujoso apartamento, donde -apostaba- un meloso omega lo esperaba ver llegar.

Arrancó la llave del contacto, más que ansioso por finalmente tener a la dulce criatura entre sus fuertes brazos. Bajó del auto, cerró la puerta y se encaminó al interior del inmobiliario, jugando con el llavero alrededor de sus dedos.

Cuando accedió a la cocina, no halló rastro del moreno, que normalmente se encontraría preparando algún platillo exótico sacado de internet, o sirviendo la humeante comida en platos de porcelana para tener una pequeña cena con su alfa.

Empujó la puerta de la cocina, pero sólo el vacío del salón le regresó la mirada; el amplio sofá, donde el ojimiel solía esperarlo, envuelto en una gruesa frazada de felpa junto a algún filme de misterio transmitiéndose en el televisor, en espera del mayor.

La preocupación latió en su pecho tras subir a la alcoba matrimonial, donde aquella cama de dos plazas se encontraba desocupada, en perfecto orden y sin la mínima arruga marcando las sábanas de seda. Allí debía haber hallado a su omega, tendido sobre las frazadas tibias, con una pieza de ropa que el castaño no tardaría en deslizar fuera de sus piernas y alguna camiseta grande con el aroma varonil impregnado en ella, con su brilloso cabello azabache besando las almohadas y esa sonrisa tierna aferrada a sus labios rojos, que acariciaría con los suyos en una lenta danza que sólo ellos dos conocían.

Frunciendo las cejas castañas, y tras deshacerse de la chaqueta negra que vestía, el veinteañero buscó el aroma de su pareja, llamándolo poco después:
"¿Zayn?"

Al segundo, esa voz suave y serena le envió la respuesta requerida desde el balcón de la alcoba.
"Estoy aquí... "

El alivio le llegó a lo profundo de la garganta y no pensó dos veces para dirigirse a las puertas de vidrio entreabiertas, donde finalmente se topó con la presencia del cachorro, sentado en el borde. Sus brazos descansaban en el barandal y la mirada miel yacía perdida en el infinito lienzo estrellado que lo hacía lucir aún más diminuto.

Liam se acercó a él, tomando asiento a su lado izquierdo. Los ojos ambarinos lo examinaron en breve, manteniéndose fijos en el par de esferas cafés que le devolvían la mirada en completo silencio.

Aquel detalle; esa manera tan pura en la que sus pupilas destellaban bajo la noche, fue lo que hizo al hombre caer sin remedio en un océano de insensatez, donde se ahogó inevitablemente en cuanto lo vio por primera vez; pequeño, frágil, ingenuo, hermoso, angelical... Un ángel que lo arrastraba más allá de los deseos carnales; su arcángel perdido en un mundo demasiado impuro para él.

"¿Qué haces aquí afuera?" le preguntó en un murmullo, llevando una mano tersa a los mechones oscuros que le caían en la nuca. El omega se relajó ante la caricia, rehusándose a cortar el contacto visual.

"Esperándote" le dijo, viendo al castaño torcer la cabeza en señal de confusión.

"¿Y por qué no te quedaste adentro?" cuestionó.

Zayn acompañó su réplica con un encogimiento de hombros:
"No me gusta estar ahí si no huele a ti... Hace que te extrañe más."

Y Liam mentiría si tuviera el descaro de negar que su corazón se ablandó como una nube de algodón al oír aquello. Esbozando una pequeña sonrisa, detuvo las caricias en las hebras negras, y guiando los largos dedos a los labios del omega, palpó la textura suave con su pulgar derecho.

"Arcángel, te estás helando" murmuró.

El omega se deslizó más cerca, poniendo las manos en el cuello del alfa, tan sólo dejando una brecha insignificante entre sus rostros. Liam dejó caer las suyas, posándolas en la pequeña cintura.
"Podemos cambiar eso."

My pregnant omega [ZIAM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora