22. El océano ✿

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Liam había llamado a Anne.

Cuando el reloj marcaba las nueve y treinta y cinco, sintió una insoportable picazón en las manos y sus dedos viajaron directo al directorio telefónico, donde el número de la beta destelló por encima de los muchos otros que conformaban su larga lista de contactos.

Tuvo que salir al balcón. Los primeros rayos del sol mañanero le calentaron el rostro y el fresco viento otoñal le despeinó algunos mechones de cabello castaño mientras se llevaba el dispositivo a la oreja, en espera de una respuesta que llegó antes de lo previsto.

"¡Alfa Liam! Me alegra recibir su llamada. Los he echado de menos estos últimos días, ¿qué tal todo?, ¿se encuentran bien?, ¡por cierto!, ¿Zayn está tomando las vitaminas que le recomendé?" la voz de la mujer derrochaba una ternura casi palpable, detalle que provocó que su corazón se comprimiera de una manera dolorosa.

"Anne... hola"

La beta pareció percatarse de que algo no andaba bien en cuestión de medio segundo, apurándose en interrogarlo sin pena.

"¿Por qué tiene la voz tan apagada?"

A Liam se le aguaron los ojos, emprendiendo una búsqueda de las palabras correctas para hacerle saber acerca de todo lo ocurrido durante las últimas setenta y dos horas, sin quebrarse patéticamente en el proceso.

"Zayn" musitó, justo antes de que una voz preocupada lo interrumpiera del otro lado de la línea.

"¿Pasó algo?"

El alfa fue incapaz de responder a la repentina pregunta, para la cual se estuvo preparando inútilmente durante toda la madrugada, en la que no pudo cerrar los ojos por más de unos cuantos minutos sin que un bucle interminable de pensamientos cada vez más atroces le taladrara la cabeza.

"...¿Él está bien?" ella insistió tras no obtener ninguna réplica de vuelta, alimentando el nudo que había crecido de manera súbita en su garganta.

"Eso... eso espero"

Las palabras salieron de su boca como si hubieran sido rasgadas por un trozo de cristal, ásperas y muy apenas entendibles. A pesar de ello, la beta logró descifrarlas, cerrando la llamada con la firme promesa de que estaría allí lo más rápido posible en cuanto Liam le hizo saber el nombre de la clínica.

Y tras haber bloqueado el teléfono, por alguna razón, un poco de ese doloroso peso que había estado arrastrando sobre su espalda día y noche, se esfumó inadvertidamente.

Cuando Anne apareció en la sala de espera, dirigiéndose a paso rápido hacia él para rodearlo en un apretado abrazo que casi se sintió maternal, solo pudo escuchar palabras dulces e incentivos; que continuara manteniéndose tan firme como un roble; que su omega se iba a mejorar en el momento menos esperado; que nada ni nadie lo privaría de tener la hermosa familia que tanto anheló.

Ella se mantuvo en un estado de imperturbable serenidad todo el tiempo. Lo convenció de bajar a la cafetería por una taza de café y pedir algo de desayuno. Seleccionaron una mesa cercana a la ventana, donde podían ver las esponjosas nubes blancas y el brillante cielo celeste; las palomas revolotear y las ramas medio desnudas de los árboles danzar al ritmo de la apacible brisa.

De alguna manera, Anne lo hizo sentir como si realmente pudiera con todo; como si tan solo se tratara de una prueba que el destino le estaba poniendo en su camino, para demostrar que sería lo suficiente fuerte de darlo todo por su familia; de aguantar lo inaguantable y esperar lo inesperado, aunque se le entumecieran los músculos, aunque lo carcomiera la ansiedad y se le quemaran las pestañas.

My pregnant omega [ZIAM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora