XVIII

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Ignacio observaba la noche en el balcon de aquel edificio, Valeria le había atendido la herida del golpe que le dejó Armando. Damian corría el vidrio corredizo y se sentó a su lado, Ignacio no dijo nada solo agachó su mirada anhelaba un abrazo, el otro joven entendió y se acercó hasta el para abrazarlo. Ignacio se dejó llevar por el cálido afecto sintiendo su perfume que tanto le gusta.

— Lo siento — fueron sus palabras, Damián le acariciaba la espalda.

—No chaval discúlpame a mi... Pero ya deja todo así por favor.

— Ya no quiero saber nada, no haré más nada.

— Bueno acabas de arruinar la vida a dos chicos que te marcaron... Se que reaccionaste cuando me viste... Pero son capaces de hacer algo y es lo que me temo — Se separó de Ignacio y le robó un beso. — si te pierdo saldría lastimado yo. — Ignacio acarició la mejilla de Damián que le besaba sus manos.

A la mañana siguiente las redes sociales de la universidad estaban alborotadas, Ignacio nunca se había unido, pero;  Valeria le mostraba los comentarios de ataque hacia Mariana, la mayoría eran ataques anónimos

— Vaya que los Alumnos de la universidad la atacan. — dijo Valeria

— Le hicieron hasta un Meme — agregó Simón mostrando la imagen del Meme,  donde arriba se veía a Mariana en una foto bien arreglada y la segunda había una mujer vagabunda pidiendo limosna.  — a ver cuánto le dura — dijo con una risa de satisfecho.

— No me parece que sea gracioso pero se lo merecía — Dijo Sebastián que tambien observaba los comentarios. — al final no atacan a Armando por que solo es un títere de ella.

— No creo que se aparezca en la universidad — Dijo Simón tomando una taza de café.

— Ya no hablemos de eso chicos... El lunes que comienzan las clases lo veremos. — dijo Ignacio mirando la fotografía que le mostró Simón. — voy a ir a visitar a Santiago pero quiero ir solo esta vez — les pidió. — te escribo para que me vayas a buscar. — le dijo esto último a Damián.

Y allí se encontraba, de nuevo, frente a la lapida de Santiago; observando su foto sin decir nada. La brisa pegaba suavemente a las flores que le había colocado, miraba como el pétalo de la rosa caía sobre el cesped.

— Sabia que vendrías. — Santiago se sentaba a su lado.

— No debí haber hecho eso — dijo Ignacio lanzando un suspiro. — quiero que descanses en paz... No es justo para los dos.

— Entonces solo tienes que dejarme ir... Igual estaré en tí — dijo señalando su corazón.

— Siempre te amaré Santiago — Dijo en despedida Ignacio cerrando sus ojos que derramaban varias gotas de lágrimas.

— Y yo a tí — fueron susurradas las palabras de Santiago mientras se desvanecían.

Ignacio abrió los ojos y levantó la mirada al cielo que estaba de un azul, sin ninguna nube que interpusiera el panorama. Sabía lo que significaba había dejado ir a Santiago, y ya dejaría que descansara. No iba a deshonrar más la memoria del chico que una vez amó,  se puso de pie y marcó a Damián, tenía otro asunto que resolver.

El auto no tardó en llegar, mientras que Damián se encontraba en el auto con un bolso que le había pedido que trajera. Le indicó al chofer hasta donde iría, a lo que el hombre puso en marcha el carro. Las calles de Caracas transitada por la habitual gente apurada, que caminaban hasta su destino se observaba dentro del auto, donde Ignacio comenzó a reconocer las calles. Llegaron a una pequeña casa, donde ya con los años la pintura se había ido desvaneciendo, y una puerta metálica donde ya el óxido se le notaba, era la casa de su madre, donde una vez vivió y compartió con ella. No podía decir que tenía buenos recuerdos con ella, pero aun así no dejaba de ser su mamá.

— Debo hacer esto solo — Le dijo a su novio, Damián asintió y le entregó el bolso que tenía a un lado. Ignacio se bajó del auto y se puso el bolso en el hombro, se acercó hasta la puerta y tocó tres veces en la espera de que le abrieran. Al cabo de un rato una mujer de cabello castaño y blanca le abrió la puerta, miró de arriba a abajo al chico sin poder reconocerlo.

— ¿Dígame qué desea? — preguntó.

— Hola mamá soy yo Ignacio. — respondió el joven, la mujer se sorprendió y dejo pasar al chico a la casa, estaba igual a lo que recordaba, el olor a húmedo y sin ordenar. Habían botellas de cerveza regadas en la sala, seguro seguía con Juan.

— Ha pasado mucho tiempo — Dijo la mujer. — te ves muy bien.

— Madre no he venido hasta aquí para que me veas como estoy. — cortó al instante el joven, la mujer bajó la mirada.

— Se que no he sido la mejor madre, y me hubiera gustado darte lo mejor...

— Pero nunca lo hiciste... para tí fueron primero los maridos alcoholicos con los que viviste. — Ignacio tenía los ojos vidriosos en ese momento. — y lamento haberte arruinado tu vida.

— Nunca lo hiciste el día que te fuiste me arrepentí de haberte dicho lo que dije.

— El daño ya está — Ignacio se quitaba el bolso y lo posó en la mesa. — quiero entregarte esto — dijo mientras abría el bolso donde se observó varias pacas de dinero. — Ya es hora de que salgas de esta vida y aprendas a mejorar, no lo hagas por mí... Hazlo por tí madre, aun eres joven y puedes mejorar tu calidad de vida.

La mujer observaba el bolso con dinero.

— ¿De donde lo has sacado? — preguntó sorprendida.

— No es robado si eso piensas, deja esta casa y el marido que tienes y busca algo mejor — el chico se acerco hará ella y la abrazó. — este es el adiós definitivo madre.

La mujer no dijo nada ante la acción que hizo su hijo, solo lo observó como se marchaba, aunque más nunca supo de el, ella siguió las palabras que el chico le dijo. Tomó el bolso y salió de la casa y así emprender su camino, para ser una mejor mujer, comenzando con su propio negocio y teniendo una estabilidad no de millonaria, pero si para vivir bien.

Ignacio entró al auto, y miró un rato aquella casa, Damián le agarró las manos, a lo que el chico devolvió la sonrisa.

— Era algo que tenía que hacer.

— Al menos estás bien contigo mismo — y se acercó para besarlo.

La mañana del lunes llegó rápidamente, Ignacio se encontraba dormido bajo los brazos de Damián, se movió un poco para irse a duchar y alistar para la universidad. El auto lo esperaba como siempre para llevarlo a su destino, al llegar comenzó a subir las escaleras donde se percató que era el centro de varias miradas; algunos susurraban cosas que para sus oido eran inaudible. Así que caminó hasta el lugar donde siempre se reunían los chicos, Sebastián llegó al rato de haber estado allí solo.

— Madrugaste — dijo el moreno sonriéndole.

— Solo un poco.

— Chicos acabo de recibir este mensaje — Simón se acercaba con cara de preocupación. — secuestraron a Valeria y me mandaron las fotos.

Simón pasaba las fotos de la chica,  que estaba atada y amordazada, se podía notar el miedo en su rostro, los chicos se miraron sabían que tenían que hacer algo.

Giros del Destino [#GoldenAwards19][#WrittingsDreams2018]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora