Capítulo 32. Honor y dolor

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Narra Jake

—Parece que me equivoque contigo Jake—Roy ríe eufórico—Pero no celebres todavía—Varias cuchillas son lanzadas a mi por el prodigio.

—Eso ya no funcionara—nuevamente utilizo repulser y desvió cada uno de los ataque

Avanzo lentamente hacia mi oponente, mientras a mis espaldas suenan las explosiones de los proyectiles que lanzo.

—Perfecto. Así es como debe ser una lucha entre prodigios—Mi oponente saca sus dagas.

Sin más palabreo, ambos nos lanzamos al combate con furia. Concentrando algo de energía en mi arma, lanzo un ataque horizontal contra mi oponente. Como era de esperarse, el golpe es esquivado sin mucho esfuerzo por Roy, quien ahora ataca sucesivamente con sus dos armas. Esta vez no me quedo a la defensiva y respondo de la misma manera que mi oponente provocando que nuestras armas choquen una y otra vez de manera salvaje.

—¡¡¡MAS!!! ¡¡¡DIVIERTEME MAS Jake!!!—con una alegría irracional, golpea con mas intensidad. Esto se evidencia en el intenso brillo que desprenden sus armas, señal de que esta empleando energía elemental en ellas. Poco a poco los constantes impactos entre nuestras armas empiezan a empujarme hacia atrás.

A este paso...

—¡¡¡MALDITO!!!—al igual que mi oponente, concentro energía en mi espada hasta que brilla intensamente—No te permitiré ganar.

Lanzando ataques sin cesar, ahora soy yo quien pone a Roy contra las cuerdas. Aun así, su rápida capacidad de reacción le permite defenderse de todos los golpes que intento acertarle. Finalmente, tras varios intentos fallidos, logro realizar un corte en el hombro izquierdo de mí oponente provocando que este suelte un gemido de dolor acompañado por la pérdida de una de sus dagas, que cae al piso junto a algo de sangre. Empuñando mi katana con ambas manos, dirijo un golpe justo a la cabeza de mi oponente pero este logra reaccionar a tiempo y antepone el arma que aun posee, deteniendo mi espada. Antes de recibir otro ataque, el prodigio retrocede dando un salto que lo distancia varios metros de mí. Ambos permanecemos quietos, como animales esperando que su presa se descuide para clavar sus dientes sobre ella.

Una daga menos, eso reducirá su capacidad ofensiva. Aunque no debo confiarme del todo, se perfectamente que si bajo la guardia un segundo, podría significar mi fin. Con un arma menos, buscara que sus ataques sean más certeros. Lo más probable es que apunte a puntos débiles como mis pies, vientre o directamente a mi garganta.

El sonido de una explosión a lo lejos basta para que se rompa el hielo y la batalla se reanude. Tal como predije, Roy dirige su arma a las zonas más vulnerables. Sin embargo eso ya me lo esperaba, por lo que no es difícil evadirlo.

—Vamos Evergreen—La daga de Roy brilla cada vez más. Esta traspasándole una gran cantidad de energía.

—Cállate—Imito a mi rival y cedo más poder a mi espada.

Ambos atacamos al mismo tiempo haciendo que nuestras armas choquen con ferocidad una y otra vez sin cesar un segundo. Cada impacto es dos o tres veces más brusco y veloz que el anterior. La energía que estamos utilizando es tanta, que al momento de hacer contacto, nuestras armas liberan parte de esta en forma de luz blanca que se esparce como ondas por los alrededores. El único sonido perceptible es el del metal de nuestras armas cada vez que se encuentran embestidas una contra la otra. En lo que quiero que sea un último golpe, empleo todo el poder que puedo para empujar hacia atrás a Roy y derribarlo. Sin embargo este se resiste a caer y también emplea toda la fuerza disponible para impedirlo. Finalmente, al no poder contener tanta energía, las armas liberan una luz cegadora que se esparce por todo el lugar nublando mi vista. Posteriormente, una explosión de energía me desplaza con fuerza hacia atrás hasta que caigo de espaldas contra el suelo.

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