ESPECIAL, PARTE 1: ¡Tendrás lo que quieres... Pero, perderás lo demás!

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Narradora:

''¡Se pierde y se gana... Pero conmigo, Ganar es Perder!'' Esos eran los pensamientos del pelimorado, quien se encontraba sentado en una mesa, esperando nuevamente a que la doctora hablara.

Nuevamente había sido llamado para ser interrogado por ésta, en su consultorio. El pelimorado se encontraba quieto y con la mirada baja. La doctora le observó de arriba a abajo...

-¿Porqué la mataste?- Preguntó directamente, como por milésima vez.

El chico levantó de a poco la mirada, sonriendo de forma escalofriante...

-¿No cree que ya me ha preguntado eso muchas veces, doctora?...- Habló, con voz fría y sádica.

-¡Pero aún sigues sin darme una respuesta!- Replicó, la doctora.

El pelimorado clavó su vista en un punto fijo sobre la mesa...

-¡Ella se lo buscó!- Contestó sin más.

La doctora alzó una ceja...

-¿Crees que ella se merecía la muerte?- Lo cuestionó.

-¡El que peca sobreadvertido, busca y encuentra su propia desgracia!- Enunció, cínicamente.

-¡Ella no te hizo nada malo!... ¿No te sientes mal, en ninguna medida?- Lo interrogó, conservando la calma.

-¿Me pregunta si estoy arrepentido?... ¡Respóndame algo, doctora: ¿Cuando algo es inservible y problemático, tiene algún sentido mantenerlo?, ¿No es mejor deshacerse de ello?!... ¡Así que mi respuesta es... No, no estoy arrepentido!- Declaró, sin cambiar el tono.

La doctora frunció el ceño, pensando en que tal vez debía ejercer más presión en el chico, a tal grado de posiblemente enfurecerlo...

-¡Y dime tú!, ¿Quién te crees que eres, para pensar que puedes decidir sobre una vida, a tal punto de arrebatarla?- Le preguntó.

-¿Y usted quién se cree que es para juzgarme, doctora?... ¿Piensa que por tener un título y un doctorado, ya lo sabe todo acerca de las mentes humanas?... ¡Yo soy una mente maestra llena de inteligencia!, ¡En cambio, ella era... Nada!... ¡Algunas vidas valen más que otras!...- Hizo un gesto de disgusto- ¡Usted cree que puede entender mi mente, pero nadie puede!...- Atribuyó, con aires de altivez.

-¡¿Inteligente?!... ¡La Policía te atrapó en el acto!... ¡Y no sólo ellos!... ¡También tu esposo!- Contradijo, observándolo con aprehensión.

-¡Porque yo planeé que lo hicieran!... ¡Dejé pistas muy deducibles!... ¡Si lo hubiese hecho de una manera más... Minuciosa... Estoy seguro de que nunca me habrían descubierto!- Expuso, irguiéndose un poco.

-¡No tenías el derecho de matarla!, ¡Era un ser humano como tú y como yo!- Remarcó, con dureza.

-¡Y usted no tiene el derecho de juzgarme!... ¡Ustedes son tan patéticos!, ¡Hacen ver al mundo su doble moral!... ¡Dice que todos somos seres humanos, todos somos iguales!... ¡Y nadie tiene derecho a criticar las acciones de los demás... Pero usted lo está haciendo justo ahora conmigo!, ¿Quién le ha otorgado ese derecho?... ¡Cuándo usted no es también una más del resto de humanos mediocres en este mundo!... ¡Todos se comportan de la forma socialmente correcta, en público... Pero a escondidas, tienen un secreto, un mal hábito, o una adicción que no quieren revelar al resto de personas!... ¡Porqué saben que serán juzgados y criticados por los mismos humanos!... ¡De manera que crean una imagen ante el resto del mundo, para comportarse de forma hipócrita!... ¡La apariencia, doctora!... ¡La tan maldita y usada apariencia!... ¡Pero lo cierto, es que en este mundo... Sobresale el más fuerte!, ¡Aunque social y moralmente, no debería ser así!... ¡Pero lo es!... ¡Y yo estoy justo de ese lado, y usted del otro!... ¡Es mejor así!... ¡¿No lo cree, doctora?!...- Evidenció, con voz soberbia.

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