Último año universitario. Eso siempre era sinónimo de año de prácticas, por lo que Plan no perdió ni un momento. Tan pronto como empezó el curso, el joven se puso a buscar oportunidades. Como si se tenía que ir a criar cabras al monte, él era capaz de todo. O, al menos, eso es lo que siempre había pensado. Por desgracia, por muy dispuesto que estuviese el muchacho, hubo otros más rápidos que él que lograron aquellas que se consideraban las mejores empresas.
Pero eso no le hundió. Repartiendo currículos a diestro y siniestro logró patearse toda la ciudad, siempre con el mismo espíritu luchador, incluso cuando muy en el fondo creía que todo su esfuerzo no serviría de nada. Aún con un pequeño brillo de esperanza en sus ojos, llegó a casa, pero lo que no sabía era que, sin darse cuenta siquiera, se había metido en la boca del lobo.
A pesar del cansancio, Plan no podía dejar de pensar en las infinitas posibilidades que le esperaban si de verdad decidían contratarle fuese donde fuese. Pero hubo una empresa en concreto que no salía de su mente: Thai M Graphics. Para ser sinceros, no creyó que la entrevista, realizada por quien parecía ser la mano derecha del CEO, con aires de estirado y quien parecía inflexible, hubiese ido muy allá, pero soñar es gratis... ¿no?
Él era consciente de la situación; el CEO de aquella empresa no era moco de pavo: guapo (o eso decían todas las mujeres), exitoso (o eso decían todas las revistas) y el hombre más deseado de toda Asia (o eso decía el mundo entero). ¿Cómo iba él a fijarse en el currículo y la poca experiencia de alguien a quien todavía le quedaba un año para acabar la universidad?
Ya a la mañana siguiente, cuando todavía no había terminado de salir el sol, su teléfono comenzó a sonar. Somnoliento y aún con los ojos cerrados, decidió contestar.
―Hmm, ¿diga? ―su voz, todavía apagada, contestó vagamente.
―¿Sr. Plan Rathavit? Soy el CEO de Thai M Graphics, Mean Phiravich ―una persona, cuya voz sonaba elegante pero seria, empezó a hablar―. Me gustaría poder entrevistarle personalmente mañana por la mañana. A solas, a poder ser ―aquella última frase parecía haber sido dicha con un propósito distinto, pero eso fue algo en lo que el joven apenas se percató, pues tenía la oportunidad de su vida delante de sus narices.
―¡Por por supuesto! ¡Diga hora y estaré allí! ―sus ojos terminaron de abrirse, llenos de ilusión, al tiempo que su cuerpo se llenaba de adrenalina difícilmente controlada.
―Quiero verle en mi oficina sobre las 10:30h. Una vez en el edificio le guiará mi mano derecha. Intente ser puntual ―nada más terminar la frase, aquel hombre dio la conversación por finalizada colgando la llamada. Plan, aún incrédulo, se levantó de la cama con el corazón a mil. Si todo iba bien, podía ser la oportunidad de su vida, la que le llevaría a lo más alto.
―¿Cómo ha ido, señor? ―preguntó aquel hombre con voz de estirado, a las puertas del despacho de su jefe.
―Sin ningún problema. Como era de esperar, ni se lo ha pensado ―respondió el apuesto CEO, con una sonrisa burlona en su rostro y todo un plan trazado en su mente.
Para cuando llegó la tarde, todo el entorno de Plan sabía la buena noticia y no dudaron en reunirse para celebrarlo en un pequeño establecimiento cercano.
―Quién lo iba a decir. Plan encontrando empresa tan pronto... ―soltó Perth, uno de sus amigos más cercanos.
―No sé de qué te sorprendes. Puedo ser muy trabajador cuando quiero.
―Repite eso mañana cuando llegues tarde a la entrevista. Seguro que así te contratan ―se carcajeó Saint, otro de sus buenos amigos, mientras se llevaba la comida a la boca. Aun tras las burlas de sus compañeros, Plan no se desanimó ni un ápice. No daba nada por perdido hasta que aquella entrevista hubiese acabado.
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La historia del MeanPlan que no te quisieron contar
RomanceSINOPSIS: Uno de los más guapos y jóvenes CEOs de Tailandia (Mean Phiravich) decide que es la hora de contratar a un secretario. Plan Rathavit es un alumno en prácticas que busca trabajo. Lo que no se imagina es el trabajo extra que le espera co...