CAPÍTULO II

2.8K 260 24
                                    

A la mañana siguiente, el despertador sonó a las 6 de la mañana. Plan, todavía con el sueño en el cuerpo, se aseó y se vistió para su primer día de trabajo, intentando estar todo lo presentable que podía. Al dirigirse a la cocina le esperaba un festín preparado por las manos de su madre.

—Plan, cariño, buenos días —le recibió su madre en la cocina, aún entre fogones—. Come todo lo que te apetezca. Te lo mereces —la cálida sonrisa de aquella mujer hizo que el corazón de Plan se calmase durante unos instantes, sintiéndose reconfortado. A punto estuvo de echar mano a uno de los tantos manjares cuando recordó una de sus tareas como ayudante: desayunar con el jefe.

—Lo siento, mamá... No puedo detenerme o llegaré tarde, pero disfrútalo tú —se despidió dándole un leve beso en la mejilla.

El camino hacia la residencia de su nuevo jefe no fue nada fácil. Tantas casas tan parecidas y difíciles de reconocer... Cuando por fin logró llegar, introdujo el código de la puerta y se dispuso a despertar al CEO cuando de pronto toda aquella riqueza le empezó a abrumar. Aquello no se debía considerar casa, sino palacio; un garaje más amplio que la casa del propio Plan, cocina completamente equipada, además de contar con sus propios cocineros, un salón con todo tipo de lujos... El chico no salía de su asombro.

Después de quedarse anonadado volvió a sus sentidos, recordando su tarea principal: despertar al jefe. Subiendo unas elegantes y cuidadas escaleras, se condujo por instinto hacia su destino. Al entrar pudo ver como el CEO, aquella misma persona que el día antes le había estado acosando, descansaba sobre su cama. Con el torso desnudo y poco más que la sábana para taparle, los primeros rayos de luz se posaban sobre él delicadamente, produciendo una imagen hermosa.

Aquella imagen inundó los sentidos de Plan, quedándose inmóvil por unos instantes, hasta que por fin reunió el coraje para acercarse a él.

—Sr. Phiravich, soy Plan. Es hora de despertarse... —le susurró levemente tocándole el hombro, intentando no parecer muy molesto. Nada más abrir los ojos, el joven empresario cogió a Plan por el cuello por sorpresa, lanzándolo contra la cama y posicionándose encima suya.

—Así sí que merece la pena despertarse —declaró el mayor, sin dejar de observar al joven con ojos seductores. Plan empezó a tener un deja vú del día anterior, pero esta vez luchó por no quedarse quieto.

—Sr. CEO, tiene que arreglarse para ir a trabajar... No hay tiempo... —intentó persuadirlo para que se quitase de encima. Mean, con una diabólica sonrisa, se fue retirando poco a poco.

—Está bien. Ya tendremos tiempo después —afirmó yendo de camino al baño. Plan, todavía tumbado en la cama, seguía intentando procesar lo ocurrido. Tras recomponerse decidió dirigirse al salón, en donde esperaría hasta que el CEO terminase de prepararse para ir a trabajar. Poco más de media hora después, Mean apareció por la puerta. Aquella imagen deslumbró los ojos del joven. Notaba como si un aura de perfección y hermosura flotase alrededor de su jefe, sin poder apartar los ojos de él.

—¿Tan guapo soy? —se burló el otro al percatarse de la insistente mirada del joven. Plan rápidamente apartó la vista y la fijó en el lado contrario, intentando ocultar su vergüenza. Ya en el desayuno, un ejército de limpiadores, camareros y chefs no dudaron en atender las peticiones del joven amo, fuesen cuales fuesen. Aun con tanto movimiento, Plan no podía dejar de sentirse incómodo, ya que podía notar perfectamente como la mirada de su jefe se clavaba en él. Mean prácticamente le devoraba con los ojos, dejando entrever en ellos aquello que se le pasaba por la cabeza.

Cuando por fin llegó la hora de dirigirse a la oficina, tanto jefe como empleado se sentaron en la parte trasera. Plan, para poder sobrellevar la situación con la menor incomodidad posible, comenzó a mirar por la ventanilla, pero de pronto notó algo extraño: la mano de su joven jefe se posó descaradamente en su muslo, yendo en sentido ascendente.

La historia del MeanPlan que no te quisieron contarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora