Era otro día soleado. Demasiado bonito para quedarse en interiores. Dos niños se dedicaban a jugar con figuritas de acción despreocupadamente. En su imaginación creaban todo tipo de historias fantásticas, sin límite alguno. El único límite eran ellos.
Ambos niños presentaban una ligera diferencia de edad, solo de unos dos años. El mayor no podía evitar posar su mirada en el menor de vez en cuando. Esa vista le parecía demasiado bonita como para no apreciarla.
Pero el tiempo de juego llegó a su fin y los niños debían volver con sus compañeros para comer. El día se fue sucediendo como todos. Siempre con la misma rutina hasta que llega la hora de dormir.
El menor de los niños, incapaz de dormir, se dirigió a la cama del mayor con la esperanza de encontrar cobijo entre sus sábanas.
―No puedo dormir... ―susurró―. ¿Puedo dormir contigo?
El mayor se limitó a asentir y el pequeño vio su oportunidad para meterse lo más rápido posible. Como un acto reflejo, el niño pequeño se acurrucó con el mayor, abrazándolo con todas sus fuerzas mientras hundía su cara en el pecho del contrario. Mientras, el mayor se dedicó a acariciarle la cabeza lentamente. Sentía que el menor era un objeto delicado, algo que se podía romper en cualquier momento si no era tratado adecuadamente.
―Buenas noches, Plan. Descansa ―susurró el mayor.
En plena noche el CEO se despertó para encontrarse en la misma posición que aquellos dos niños. Cuando bajó la vista pudo notar que el joven becario todavía seguía profundamente dormido. La mirada de Mean se llenó de nostalgia a la vez que de ternura, pensando que sería una pena despertar al menor sin querer, por lo que decidió volver a dormirse.
A la mañana siguiente todo transcurrió con normalidad. Una vez medianamente despiertos, ambos amantes se dirigieron a la ducha entre bromas y carantoñas, dando la imagen de una pareja recién casada.
Ya aseados y vestidos, los dos bajaron a la cocina, en donde se encontraron una serie de platos cubiertos con papel de plástico. Como era usual, la madre de Plan le había dejado preparado el desayuno antes de irse a trabajar.
―Tu madre es una persona muy agradable ―comentó Mean―. Es como si la conociese de toda la vida.
―Realmente es la mejor... ―afirmó Plan―. Siempre ha sido mi confidente y ha estado ahí para mí. Es lo que mas quiero en este mundo ―sonrió.
―¿Y no quieres a nadie más? ―el mayor abrazó a Plan por detrás.
―A tí, bobo. ¿A quién si no? ―rió el contrario antes de abrazarlo.
Mean aprovechó la oportunidad para depositarle pequeños besos en la cara.
―Bueno, vamos a desayunar ―le recordó el menor mientras cogía los platos para ponerlos en la mesa.
Era un día cálido, el sol brillaba sin ningún problema y el ambiente era muy tranquilo. Parecía un desayuno de película.
―¿A dónde quieres que te lleve hoy? ―se interesó Mean.
Plan se quedó en blanco antes de responder.
―No. No quiero que gastes tu día en mí... Si tienes asuntos de los que ocuparte, tienen prioridad...
―Hoy tengo el día libre y pienso pasarlo contigo ―se reafirmó―. ¿A dónde quieres ir?
―Sorpréndeme ―Plan se encogió de hombros coqueto mientras empezaba a recoger la mesa.
Antes de partir a cual fuese su destino, Mean tuvo que ocuparse de unas llamadas para no dejar ningún cabo suelto, y ya preparados, ambos se subieron al coche del CEO.
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La historia del MeanPlan que no te quisieron contar
RomanceSINOPSIS: Uno de los más guapos y jóvenes CEOs de Tailandia (Mean Phiravich) decide que es la hora de contratar a un secretario. Plan Rathavit es un alumno en prácticas que busca trabajo. Lo que no se imagina es el trabajo extra que le espera co...