Tras aquella idílica semana de vacaciones, lejos de cualquier estrés, tocaba volver a sentarse tras aquella mesa de oficina tan triste y fría. Lo único que motivaba al joven becario a volver a su trabajo, además de el ser capaz de ver de nuevo a su jefe cada mañana, era la hora del almuerzo. Ese breve espacio de tiempo en donde se sentaba con sus compañeros en una misma mesa para hablar de cualquier tema que surgiese y relajarse.
Pero algo parecía distinto aquel día cuando Plan se sentó junto con el equipo de diseño en la mesa de la cafetería. Más bien, alguien parecía más pegajoso que antes. El joven no sabía desde cuándo, pero Nao se mostraba más apegado a él por alguna razón que ignoraba. Sin pudor ninguno, le pasaba el brazo por el hombro, apoyaba su cabeza en el hombro del becario e incluso se atrevía en alguna que otra ocasión a situar la mano en su muslo, peligrosamente cerca de la entrepierna.
―¿Y tú, Plan? ¿Cómo has pasado esta semana de descanso? ―se interesó Ren.
―Bueno, no he hecho gran cosa, la verdad... Solo hacer recados y tareas de la casa, lo normal... ―sonrió tímidamente.
―¿Acaso puedo tener una esposa más adorable? ―sonrió Nao mientras le pellizcaba los mofletes.
¿«Esposa»? ¿Cómo que «esposa»?
―Bueno, no sé yo si eso de «esposa» pega mucho conmigo ―Plan intentó lanzarle señales de la incomodidad que sentía.
―¡Claro que sí! Dudo que haya alguien más adecuado para ello ―le frotó el muslo.
Para más inri, dos de aquellos que se encontraban sentados en la mesa asintieron con convencimiento, lo que aumentó la presión. Pero de pronto la voz de Naty irrumpió en sus pensamientos.
―Vaya, jefe, ¿qué le trae por el mundo de los mortales? ―bromeó.
Plan, quien se encontraba de espaldas, giró la cabeza para ver cómo su amante tenía la vista fijada en su muslo, en donde se encontraba la mano de Nao.
―Solo pasaba a ver cómo iba todo después del descanso tan largo que habéis tenido. ¿Todo bien?
―Mejor ahora que puedo volver a ver a Plan ―Nao no esperó a que nadie más respondiese―. Jefe, ¿usted cree que haríamos buena pareja? ―su cara se encontraba peligrosamente cerca de la de Plan.
―No soy quién para juzgar quién debería estar con quién, pero cualquier muestra de afecto sería mejor fuera del trabajo ―su voz sonaba totalmente robótica, sin ninguna emoción.
¿De verdad? ¿Fuera del trabajo, dices? pensaba el menor para sus adentros.
Cuando la hora del almuerzo hubo acabado, Plan volvió a su puesto, justo al lado del despacho del CEO, quien había cerrado todas las persianas, dando un aspecto totalmente lúgubre.
Así pasaron unas dos horas hasta que Mean se atrevió a dirigirle la palabra a su ayudante.
―Ven aquí ―fue lo único que pudo oír Plan nada más descolgar el teléfono.
En la habitación flotaba un fuerte aroma a tabaco, mezclado con la colonia de Mean, lo que inundó los sentidos de Plan, dejándolos atontados por unos minutos.
―¿Qué desea?
El menor intentaba mantener la compostura debida al encontrarse en el trabajo, pero aquello duró poco en cuanto se vio acorralado por el mayor, quien, sin pensárselo dos veces, comenzó a despojar como pudo a Plan de su ropa.
―Mean... ―la respiración del otro se volvió pesada mientras intentaba procesar lo que estaba ocurriendo.
Aun así, decidió dejarse llevar al tiempo que los besos de su amante recorrían un camino descendente desde el lóbulo de su oreja hasta el hombro sin ningún descanso. El recorrido continuó hasta llegar al ombligo, en donde empezó a desabrocharle los pantalones.
―Ten claro... a quién le perteneces... ―logró articular el mayor, ya de rodillas para brindarle al menor la experiencia de su vida.
―¿Todo esto... es por Nao...? ―murmuró.
Mean ya estaba dispuesto a comenzar cuando se vio interrumpido por un fuerte empujón.
―¿De verdad estás así... por Nao? ―aquellas palabras salieron con más fuerza que las anteriores.
No lo podía creer. ¿De nuevo? No era la primera vez que Mean manifestaba abiertamente sus celos mediante el sexo, pero Plan no estaba dispuesto a soportarlo más.
―He sido más que paciente contigo.
El becario siguió hablando conforme se iba volviendo a vestir, pero se dio cuenta de que tal vez su tono era demasiado alto para la situación en la que estaba.
―Te he intentado comprender... De verdad que sí... Pero ya no puedo más... Estoy harto de decirte que Nao y yo solo somos amigos. ¿Tan malo es que tenga cerca a alguien que me comprenda y con quien pueda hablar aparte de ti?
―Ya veo que no te das cuenta de la forma en la que te trata... ¿Es que no ve...?
―No, Mean. No veo nada de lo que tú ves porque, a diferencia de ti, yo no soy un obsesivo. Solo veo a un amigo al que le gusta tomarme el pelo. Y aunque sus bromas a veces me incomodan, ya encontraré yo la forma de decírselo. Jamás ha sido cosa tuya, así que no te metas más.
El silencio inundó la habitación tras las palabras del menor, pero sentía que debía alejarse de él como fuese.
―Cuando estoy aquí, en lo único en lo que me centro es en conseguir créditos. No sé si lo recuerdas, pero yo soy un alumno en prácticas ―el tono del joven se endureció―. El apego que tengas o que no tengas hacia mí nunca me debió de importar y no sé cómo he podido llegar a esta situación contigo, pero me arrepiento de todo.
El corazón del CEO se paró por un segundo.
―¿Todo lo que querías eran los créditos...?
―¿Y qué si no iba a querer? Con tal de que al terminar mis prácticas los consiga, me doy por satisfecho.
―Por favor, sal...
Sin volver a decir una palabra, Plan se dio media vuelta y volvió a su puesto de trabajo, en donde no volvió a recibir ni una sola llamada más del CEO.
El joven becario pensaba que había sido innecesariamente cruel, pero no podía soportar ver cómo su orgullo quedaba a voluntad del mayor sin posibilidad de protestar lo más mínimo.
De todas formas, el lado bueno era que por fin podía hacer amistades a su antojo y estrechar su amistad con Nao, con quien ese mismo día se dedicó a charlar animadamente mientras compartían impresiones de una u otra cosa.
Al terminar la jornada, se sentía bastante satisfecho ante el poco trabajo que había recibido por parte del CEO, quien no había vuelto a salir de su despacho, pero había algo que le molestaba. Pensaba que había dejado al mayor solo con sus pensamientos y su frustración, permitiendo que desahogase toda su rabia como pudiese, pero le extrañaba que no hubiese salido en todo el día.
Poca idea tenía Plan de la tormenta que acababa de desatar.
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La historia del MeanPlan que no te quisieron contar
Storie d'amoreSINOPSIS: Uno de los más guapos y jóvenes CEOs de Tailandia (Mean Phiravich) decide que es la hora de contratar a un secretario. Plan Rathavit es un alumno en prácticas que busca trabajo. Lo que no se imagina es el trabajo extra que le espera co...