CAPÍTULO IX

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Una vez en la casa, Plan pudo notar que se encontraban completamente solos y no pudo evitar que el miedo y el nerviosismo le invadieran. ¿Iban por fin a llegar a ese deseado momento? ¿Y si se equivocaba y era algo completamente diferente? Por si las moscas, el joven no quiso dar nada por seguro.

Todavía quieto, observó cómo el CEO llenaba dos vasos de agua y le brindaba uno.

―Siéntate ―le ofreció.

Plan asintió y se sentó en el sofá mientras ambos se limitaban a beber agua. El ayudante se sentía cada vez más incómodo al no saber qué estaba pasando, pero tampoco se atrevía a cuestionar a su jefe.

El silencio invadía la habitación. Mean se limitaba a mirar a un punto fijo y Plan, con el vaso entre las manos, seguía temblando de la incertidumbre. Pronto, Mean salió de aquel pequeño trance.

―Plan ―empezó a hablar―, voy a serte sincero: no puedo aguantar más. Quiero hacerte el amor ―soltó. Plan se quedó sin palabras ante aquel atrevimiento. Aun así, intentó serle sincero y expresar su deseo con palabras, pero lo hizo fue dejar el vaso en la mesa, posicionar su mano en la nuca del mayor y unirse en un beso.

Mean se sorprendió ante la iniciativa del menor, quien solía ser el más cortado, pero no tenía intención de rechazarlo. Al contrario. Le respondió con mayor intensidad, explorando la boca del contrario con una fogosidad nunca alcanzada hasta el momento.

El joven CEO animó al contrario a tumbarse en el sofá sin separarse ni un centímetro de él mientras el este le rodeaba con sus brazos. Así duraron algo más de cinco minutos, con una sed insaciable hasta que el ambiente empezó a caldearse al hacerse evidente cómo de excitados se encontraban.

Plan, debido a su completa inexperiencia, paró en secó, dominado por el miedo. Ambos lograron volver a incorporarse en el sofá.

―No sé cómo decirte esto... ―tartamudeó.

―Cuéntamelo, no pasa nada ―le tranquilizó.

―Verás es que tú has sido mi primer beso, eres mi primer novio y... ―cogió aire― vas a ser mi primera vez y no sé que hacer. Tengo miedo de decepcionarte.

El empresario no pudo evitar una pequeña sonrisa ante toda la ternura que estaba mostrando el otro de repente.

―No te preocupes ―le agarró de las mejillas con ambas manos―. Deja que yo me encargue de todo.

Después de aquella confesión volvieron a aquellos besos que tanto ansiaban, pero con algo más de ternura por parte del mayor. Mean, poco a poco, le fue desabrochando la camisa a Plan y este, para no quedarse atrás, comenzó a hacer lo mismo. Cuando por fin se la arrebató se quedó embobado con aquel cuerpo tan moldeado, acariciándolo hipnotizado. Aquello hizo que el mayor parase ante tanta adorabilidad.

―¿Y ahora qué? ―puso pucheros.

―Tienes que ducharte, anda... ―le animó.

Gracias a la enorme amplitud de la casa, cada uno se pudo bañar en un baño diferentes para más intimidad. Una vez aseados, Mean avisó a Plan de que se encontraba en su habitación.

Nada más entrar, el menor se quedó impresionado por lo que veían sus ojos: la habitación adquirió un tono oscuro pero sensual gracias a las tenues luces, y los pétalos de rosa esparcidos por la habitación emanaban un agradable olor. Había incluso un paquete de condones encima de la mesilla de noche. Todo estaba completamente planeado.

Al levantar un poco más la vista, observó cómo el CEO se encontraba tumbado en la cama, vestido solo con unos slips e intentando adoptar una pose seductora. De pronto, Plan empezó a reírse.

―¿Qué pasa?

―Nada, nada... Es solo que me hace mucha gracia... ―siguió riéndose.

―¿A qué estás esperando? Ven aquí ―ordenó seriamente.

Plan inmediatamente dejó de reírse y corrió a la cama en donde se encontraba el CEO y sin más tardanza comenzó a besarle, inclinándose. Aprovechando, Mean le agarró de la nuca y le tumbó en la cama, posicionándose encima de él para mayor comodidad.

Sin saberlo, el joven ayudante iba a aprender a hacer su primera felación, lo cual le imponía bastante, por lo que Mean le enseñó mediante el ejemplo, poco a poco, con delicadeza pero con pasión. Cuando llegó su turno, le arrebató al CEO la poca ropa que le tapaba y empezó a lamerle poco a poco, hasta el punto en que la expresión de placer del mayor era evidente.

Al principio iba lentamente, con miedo. Pero lo estaba haciendo bastante bien para ser su primera vez. Muy bien. De hecho, el joven se empezó a motivar cada vez más, aumentando el ritmo, mientras que Mean no sabía que hacer de lo bien que se sentía hasta que logró correrse ante un asqueado Plan que fue corriendo a enjuagarse la boca lo más rápido posible mientras el CEO se reía.

Cuando volvió, también volvió la fogosidad. Ambos amantes se besaron con pasión, por fin desnudos uno frente a otro y sin dejar lugar inexplorado. Pero sin previo aviso llegó el momento que Plan tanto ansiaba y temía.

―¿Estás preparado? ―se aseguró el mayor.

―Sí. Creo que sí...

Con cautela, Mean accedió al lubricante que se encontraba en uno de los cajones con el cual impregnó sus dedos para meterlos poco a poco en la entrada del menor. Este, como es normal, soltó unos pequeños gemidos dominados por el dolor más que por el placer, pero eso no evitó que lo disfrutara.

El CEO iba moviendo los dedos lentamente, intentando que el otro se acostumbrara para sentir el menor dolor posible, pero esa preocupación se disipó cuando vio la expresión de placer de su ayudante, quien le rogaba por más con solo una mirada. Cuanto más movía los dedos, más placer sentía el otro hasta que creyó que estaba lo suficientemente preparado.

Con actitud segura Mean se colocó el condón y fue introduciendo lentamente su miembro en aquel desconocido y húmedo túnel. Sus embestidas eran lentas pero completamente fogosas, disfrutando cada centímetro de aquel interior.

Plan se encontraba boca arriba con las piernas ampliamente abiertas y las rodillas flexionadas, mientras Mean se encontraba encima, pegado pecho con pecho, apoyando su barbilla en la clavícula del menor, inundando sus oídos con aquellos leves gemidos. En cambio, el menor no hacía nada por disimular aquel placer que sentía, moviendo las caderas al ritmo de las embestidas de su amante y clavando las uñas en la espalda, dejando pequeñas heridas de placer.

Al cabo de un rato, a Mean aquello no le pareció suficiente. Quería más. Así, con el consentimiento del menor, las embestidas aumentaron el ritmo de forma alarmante. Lo más seguro es que los gemidos de ambos se pudiesen escuchar en toda la ciudad o incluso en todo el país, lo que excitaba aún mas al CEO, quien tampoco intentaba esconder las sensaciones que le invadían mediante expresiones más que claras de aquel placer.

En uno de aquellos calentones, Mean volteó al joven, poniéndolo a cuatro patas mientras el menor se agarraba con fuerza al cabecero de la cama. Rato después volvieron a cambiar.

El sonido del cabecero rebotando, los gemidos, aquel ambiente cargado de pasión y humedad... Cuando adoptaron la posición de la cucharita, la cama no dejaba de moverse de un lado a otro. Mean, intentando excitar más a su pareja, le realizaba una felación con la mano mientras Plan le rodeaba el cuello con el brazo que le quedaba libre.

Para ser su primera vez, Plan se sentía insaciable. Solo quería que el empresario le embistiera más y más, sin ningún control. Postura tras postura, Plan por fin logró correrse en el moldeado pecho del contrario después de que este se hubiese corrido unas cuantas veces antes que él.

―¿Estás bien? ―se preocupó― ¿Duele?

―No... De hecho es como siempre lo imaginé si llegaba a enamorarme... ―admitió con timidez―. Lo he disfrutado mucho...

Mean, emocionado, no dudó en volver a besarle una vez más con dulzura.

―Bueno... ―prosiguió el mayor, algo cortado, pero dejando ver su felicidad―, vamos a dormir.

Con el sentimiento de haberse unido por fin como uno solo, ambos se dispusieron a dormir, fundidos en un abrazo que no querían que acabase. Así, Plan empezó a descubrir la experiencia de estar enamorado.

La historia del MeanPlan que no te quisieron contarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora