Suspiro VI

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«Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera»

Pablo Neruda.

Con cada paso que das compartiendo esta cercanía con Holmes no solo el frío se aleja, con el fuera, comienzan a llegar extrañas sensaciones, estancados pensamientos y sobresaltados sentimientos. La soledad que te consumía en la estación se borró nada más Holmes dejó escapar una palabra y desde luego, lo pronunciado por esos labios firmes impregnó de calor tus insensatas ideas que solo deseaban alejarse de todo y de todos.

Cometiste un error, puedes entenderlo, pero no por ello el dolor de lo ocurrido se borrará como por arte de magia, sin embargo, el saber eso no te conmina a pensar que jamás podrás superarlo. Porque tú, y con todo lo que implica serlo, harás hasta lo inimaginable por dar fin a este terrible capitulo. Te costará y eso lo entiendes, pero si Holmes no mintió hace un momento, con su apoyo no puedes imaginarte retrocediendo.

Ha pasado al menos una hora, con todo y que el ritmo no es presuroso y más aún Holmes trata de avanzar despacio, las heridas que hay en tu cintura duelen cada vez que Holmes aprieta de vez en cuando. ¿Qué es lo que está pensando Holmes para tener esa clase de comportamiento? No es como si hubieras olvidado por qué te sostiene de esa forma, y a pesar de que ahora mismo comienzas a disfrutar de la cercanía, eso no quiere decir que sepas porqué cada pocos minutos Holmes te sostiene contra él así de fuerte.

Él ha dicho que la situación en la que los ha metido es solo para protegerte del frío y que no termines por enfermar, no obstante el cálido abrazo de un principio, que era lo más ideal, se transforma y tu bien puedes asegurarlo, en un contacto casi posesivo, Holmes se encuentra tan cerca de ti que incluyendo a tus heridas, dificulta tus pasos. Te asusta pensar que tal vez se siente responsable de ti, en tu estado y por sus palabras es poco probable que así sea, pero después de estar al tanto de esta protección contra el frío que muchas veces has sentido y con casi los mismos golpes (desde luego, obtenidos en otras circunstancias), realmente puedes llegar a creer que sí se siente responsable de ti.

No es como si te sintieras en la necesidad de aceptar su protección bajo ese concepto, pero no estás dispuesto a decir nada si eso causara que Holmes se aleje de ti. Porque lo que tu sientes por Holmes es más fuerte que cualquier cosa. Incluso cuando el dolor por debajo de tus costillas aumente por su fuerte agarre no permitirás que se separe, a menos que él lo desee por supuesto.

La calle en total soledad te permite observar, lo que la niebla deja, tú alrededor detenidamente. En medio de esta madrugada, al igual que otras tantas, lo único en lo que puedes pensar es en el hombre que te resguarda del frío, por supuesto, internamente agradeces a la niebla por servir como confidente al no permitir que tu visión y la de Holmes vaya más allá de dos metros adelante. Al girar en la esquina, puedes por fin reconocer el suelo de Baker Street. Cuando Holmes extrae la llave de su saco y crees que te soltará para abrir, no puedes más que suspirar internamente al sentir como te atrae más hacia él al acercarse a la puerta. Como el caballero que siempre has sabido es Holmes, te da paso a que entres primero, detrás de él la puerta se cierra.

-Oh señor Holmes no sabe cuánto me alegro de que haya llegado con el doctor Watson -la señora Hudson, en su felicidad y con los nulos conocimientos sobre tu estado físico, te abraza efusivamente.

-El doctor Watson lamenta el drama señora Hudson. Ahora, es tarde, me gustaría que descansase todo lo necesario para que mañana pueda levantarnos con alguno de sus deliciosos platillos. -La señora Hudson, sonriente a más no poder, asiente y se retira a su habitación.

En completo silencio subes lentamente las escaleras, el dolor en tus articulaciones apenas hace soportable el respirar, siendo respaldado por Holmes llegas a salvo a la sala, cuya oscura bienvenida agradeces infinitamente.

-Deberá disculpar el estado de mi habitación Watson, pero hasta que la suya esté habitable la ocupará. Yo usaré el sofá.

-Holmes, es culpa mía el estado de mi habitación, no tiene por qué pagar usted el precio.

-¿Y dejarlo con sus heridas sobre el sofá? Ni hablar. Vaya adentro y desvístase, debo cambiar sus vendajes, no dejaré que cicatrice sobre su ropa. -Antes de que reniegues Holmes vuelve sobre sus pasos hacia las escaleras. Con todo y paro cardiaco caminas hacia la habitación de Holmes. Sonrojado, dolorido y con la puerta casi cerrada, desprendes lentamente cada prenda...

Por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora