Suspiro XX

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«La fuerza más fuerte de todas es un corazón inocente»

Víctor Hugo.

Jamás en toda tu vida, mucho menos en los últimos tres meses, habías despertado con tal sensación de plenitud y animosidad como ahora. Por supuesto, todo es gracias a Holmes y su increíble... capacidad para hacerte perder la cabeza, revolver tus recuerdos y sustituirlos por memorias cien veces más agradables. Sonríes, tan apacible como tu somnolencia te permite, al mirar hacia tu izquierda el rostro todavía dormido del detective hace tu sonrisa mucho más grande. Entiendes que esté cansado, vaya si tú no, sin embargo ahora que has despertado y por más deseos que tengas de seguir admirando tan pacífico y atractivo rostro, debes levantarte.

Tus cuerpo aún necesita recobrar su antigua fuerza y mantenerse demasiado tiempo postrado en cama sería retrasar tu progreso. Además, hay un pequeño bebé esperando por ser despertado para su primer alimento del día. Una vez te levantas haces lo posible por evitar el sonrojo de recordar la noche pasada, en donde después de que Holmes se hubiera dormido, con todas tus fuerzas, los limpiaste a ambos solo para terminar acurrucado nuevamente contra el pecho del detective. Con la bata puesta y aún reticente a abandonar el lecho tibio y el abrazo de Holmes, cruzas la puerta.

Según tu reloj son apenas las siete y media. En treinta minutos más la señora Hudson se despertará, pero para entonces, se supone, el pequeño Virgil debería estar totalmente despierto y alimentado. Una vez llegas a la habitación del niño te llega a la memoria todo aquel rápido y arduo trabajo hecho por el detective para adecuarla en un entorno digno de cualquier príncipe. De acuerdo, quizá no tanto. Más si es digna de admiración, esas cuatro paredes ya nada tienen que ver con tu antigua habitación. Atrás ha quedado tu cama o tus muebles, tus libros fueron movidos y cambiados por algunos más adecuados para un niño e incluso el papel tapiz fue reemplazado. Todavía no puedes creer que luego de tener tantas memorias negativas, al entrar ahí ahora solo puedas ver una pequeña cuna blanca y juguetes.

Al tomar a Virgil en tus brazos tu corazón late rápido, feliz ante el solo contacto de su suave piel. Es diferente por supuesto de lo que sientes por Holmes, sin embargo la intensidad es la misma; fantástica, fuerte y pura. Se te antoja increíble que a pesar de lo ocurrido puedas todavía concebir sentimientos tan gratos y que a pesar de las pesadillas las personas a tu lado sigan ahí, apoyándote. Realmente, si alguien te preguntase ahora mismo, dirías que sin ninguna duda ha valido la pena. De acuerdo, no todo es perfecto, pero tú no necesitas tal cosa cuando en tus brazos está el pequeño por quien estuviste a punto de dar la vida y en cama, durmiendo, descansa el hombre cuya sola existencia justifica por entero la tuya.

Virgil se remueve, acomodándose mejor sobre tu pecho comienza a abrir sus preciosos ojos grises. Tu corazón se salta un latido, aquel parecido con el detective que antes pudo causarte dolor ahora solo te hacer sonreír. Un sonoro bostezo sale de sus boquita rosada y tu amor por él resuena una vez más en todo tu pecho. Lo que sea que el futuro vaya a deparar para ti, ahora mismo, no puedes evitar pensar que formas parte de una familia. Una nada común pero igual de maravillosa.

—Buen día querido, ¿quieres desayunar? —le preguntas al pequeño, besado sus rosas y tibias mejillas. El pequeño asiente una sola vez y luego vuelve a acostarse sobre ti.

La señora Hudson había insistido en levantarse más temprano para cuidar y alimentar ella misma a Virgil, no obstante y poniendo como excusa que necesitabas empezar a moverte para recuperar tu energía, la convenciste para que te dejara libre la cocina y pudieras así encargarte tú mismo del bebé. Aunque esa no era del todo una excusa definitivamente ha funcionado, pues a regañadientes la señora Hudson te dio la llave junto con las indicaciones para que encuentres todo lo necesario. Porque obviamente la señora Hudson se ha encariñado por completo de Virgil es que peleó tanto por cuidarlo desde el amanecer. —"Estoy segura de que usted señor Holmes se veía tan adorable como Virgil cuando era un bebé" —había dicho el ama de llaves cargando al pequeño.

Por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora