Suspiro XIX

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«Nada puede curar el alma como los sentidos, al igual que nada puede curar los sentidos como el alma»

Lord Henry, El retrato de Dorian Gray. Oscar Wilde.

No. Obviamente una idea sobre alguna hogareña vida estaba muy pero que muy lejos de tus ideales para con tu convivencia entre tu amante y tu casi adoptado hijo. Además del hecho innegable de que un niño más viene en camino. No obstante, por más planes y alucinógenos sueños que hayas podido tener; la realidad está, literalmente, golpeándote en la cara.

Watson una vez más se remueve con fieros ademanes, lo que en principio fueron susurros aterradores se han convertido ahora en gritos ahogados. Lágrimas descienden por sus mejillas mientras sus verdes ojos permanecen firmemente cerrados. Ante tu primer intento por acercarte un golpe te rechaza de inmediato. Suspiras. Sabes que nada está tan bien como el mismo doctor asegura. Una vez que tomas los brazos de Watson, ante sus intensos movimientos, no puedes hacer otra cosa más que abrazarle con fuerza.

Sin embargo, mientras los minutos pasan, pocos son los avances en pos de tranquilizar a tu dormido amante. Las contorsiones apenas se detienen cuando comienzas a hablarle. Inconscientemente te reconoce y poco a poco la tranquilidad va ganando terreno sobre sus sueños. Siendo esta la tercera vez en una semana, desde que Watson regresó contigo a Baker Street, en donde sus pesadillas lo mantienen firmemente atado a la inconciencia, no sabes en realidad lo que se supone deberías hacer. Mucho menos cuando dentro de unas horas un niño de cinco años será traído hasta ti rodeado, esperas, de un incontable número de policías.

Mientras un pequeño más duerme en relativa tranquilidad a unos cuantos metros de distancia, no puedes en base a tus propios conocimientos referentes a la superación traumática de un evento como el que Watson sufrió, en verdad hacer algo por él. Y, a pesar de todo, con Watson negándose a aceptar que las cosas no están del todo bien, poco es lo que puedes seguir haciendo para alejar las pesadillas de tu querido doctor. Una vez la respiración agitada de Watson se tranquiliza, sus movimientos se detienen por completo y su corazón regresa a una velocidad normal, aún entre tus brazos tardas poco más de un minuto en dar cuenta sobre su despertar.

-Ha pasado de nuevo ¿verdad? -A pesar de la reticencia de Watson a aceptar los hechos, en verdad resultaría difícil el que no lo haya notado a estas alturas. Más, aunque él mismo esté consciente de ello, es mucho lo que falta, y eso lo sabes bien, para que lo acepte-Lo lamento... de verdad... lo lamento... -Watson esconde su rostro entre tu cuello y hombro, sentado sobre tus muslos con una pierna a cada uno de tus lados, puedes escuchar claramente cómo trata de ocultar el llanto. Ver cómo un hombre tan fuerte como lo es Watson se derrumba, te golpea de lleno, hace doler tu corazón e incrementa tu deseo por ayudarle.

-Solo dime qué es lo que necesitas y haré lo que esté en mis manos para dártelo -y sabes que eso es poco. Irás feliz al infierno si con ello Watson encuentrara la paz.

-Dame entonces nuevos recuerdos -pide, en un susurro entrecortado con su voz lastimera y débil. Antes de que enlaces tu boca con la suya piensas que aquella no es una petición imposible de cumplir.

Con una de tus manos sobre su mentón guías la otra hacia su cadera y lentamente recorres el camino hacia la parte baja de su espalda. Mientras él acaricia tus hombros, tu nuca y luego tu cabello, tu tacto viaja hasta sus glúteos, mismos que masajeas con tortuosa lentitud. Pronto el contacto firme, casi voraz y totalmente anhelante de sus bocas, desencadena un deseo desde hace mucho tiempo reprimido.

Sus labios húmedos por lágrimas y saliva te da el impulso que necesitas para acostarlo sobre la cama contigo todavía entre sus piernas. Con las cobijas debajo de él la luz de la luna llena ilumina su piel dorada conforme tus manos la van revelando al retirar la tela. Tus dedos acarician con devoción cada diminuta cicatriz sobre sus piernas y muslos. Con movimientos sutiles, su boca todavía unida a la tuya, toda prenda desaparece con aun así relativa rapidez. Sus hermosos ojos verde pasto te miran esperanzados, deseosos de todo aquello que puedas darle.

Por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora