Suspiro XXIII

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«Hay amores tan bellos que justifican todas las locuras que hacen cometer»

Plutarco.

Luego de tres meses en que los caballeritos comenzaron a portar el apellido Holmes y con Watson encargándose de llenarles la cabeza con románticas y sobre adornadas historias de tus hazañas, puedes decir con total seguridad que esos tres pequeños se sienten orgulloso de ser tus hijos. Casi tanto como si fueran tu descendencia biológica. Lo cual a estas alturas te resulta más halagador que lo contrario.

Para este momento, ya poca importancia puedes darle al hecho de que es por ti una de las razones por la que hayan perdido a uno de sus padres. No es insensibilidad. Fue tu mano por la cual aquella vida terminó, más no fue tu culpa y eso es algo que puedes entender perfectamente. En última estancia todo se redujo a elegir entre tú, Watson o ese hombre patético que había permitido que le arrebataran a por quien se supone debería dar la vida, pues bien, había sucedió exactamente eso.

Ahora mismo, sin embargo, lo más importante es no solo resguardar la seguridad de Watson y los niños, ni siquiera lo es en ese momento dar caza a Godfrey Norton. En este preciso instante lo más imperativo es conservar la calma. Encontrar ese algo que se supone antes odiabas.

Watson ha comprendido, hasta cierto punto, el hecho de que hasta no encontrar a Norton salir por demasiado tiempo del edificio es peligroso y contraproducente. Por más que a ti tampoco te guste la idea; tanto de ser aislados a tal extremo como el solo hecho de que tu punto débil sea tan obvio. En tanto el solo pensar que, de momento, tu búsqueda por ese hombre dependa solo de tus Irregulares, que podrían ser entorpecidos por los ineptos de la Yard, hace aumentar más y más tu frustración. Aunque esas sean solo una pequeña parte de las verdaderas razones que reverberan tanto en tu humor.

—¿Watson? —Puedes ver con claridad cómo el hombre se estremece no solo ante tu tono. La vida no es perfecta, tampoco es eso lo que buscas, más en estos momentos tanto por tu desesperación al no tener ninguna oportunidad de buscar un caso interesante en dónde poner a prueba tus capacidades; como por tener a tantas personas valiosas involucradas en un problema de vida o muerte, serías aún a pesar de todo capaz de soportar tal nivel de presión si tan solo... si tan solo...

—¡Papi! ¡Papi!

—¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero!

—¿Por qué es azul? ¿Por qué antes era rojo? ¿A qué sabe?

Virgil llora. Paris corre desnudo y enjabonado por toda la sala. Kendal está a punto de tomar el contenido del tubo de ensayo. Watson corre con la camisa arremangada y mojada con una toalla entre las manos y tú, casi en estado de trance, sentado a la mesa y con una probeta en las manos, esperas casi pacientemente a que todo el caos reinante se detenga. Como si realmente pudiera pasar.

Sin embargo, una fuerza indómita e impertinente impide en totalidad el deseo por rechazar de alguna forma el completo de la situación. Una emoción fuerte y casi perturbadora, una por quien has arrancado vidas e incluso aún ahora estás dispuesto a sacrificar la tuya. Una cuyo nombre hace poco tiempo has descubierto y no más de eso has aceptado; llegado al punto incluso de adaptarte a ella. Esa que ha abierto de par en par puertas a emociones complejas de resultados obvios pero no por ello menos satisfactorios.

Amor.

Aquello a lo que por mucho tiempo reusaste siquiera mencionar ya ni decir imaginarlo. Esa emoción de la que a momentos creíste estar perfectamente protegido. Pero vaya tontería. ¿Protegerte de qué? De la forma en la cual los latidos de tu corazón se aceleran cuando ese hombre de verdes ojos te mira, de la manera en la que tu mente estalla al hacerle el amor, de la manera en que la más sutil de sus caricias aleja por completo tus problemas e ilumina tu camino hacia la tranquilidad. De todas esas cosas ¿por qué querrías estar protegido?

Esa fría lógica que antaño era tu única manera de pensar se te hace ahora casi risible. Pensamientos de niños, nada más que una infantil forma de resguardar el mayor de tus tesoros. Ahora, con el horizonte expandiéndose considerablemente, casi como descubrir una nueva habitación o darse cuenta de que el espacio es más grande visto desde esta nueva perspectiva, tu mente se encuentra renovada, adaptada perfectamente a la medida de esta reciente emoción. Puedes sentir cómo de forma ávida todos esos cambios, desde el más pequeño hasta el más notable, trae consigo obsequios que aún esperan por ser abiertos. Anhelantes de hacerte saber cómo es realmente amar y ser amado. Ahora no solo de forma romántica. Es gracias a ese nuevo sentimiento por el que a pesar de todo puedes todavía mantener la calma. No una completa paz pero sí la necesaria como para no perder los estribos.

Una vez más haciendo gala frente a tus ojos de su gran habilidad para controlar a los niños, tan solo un par de minutos después Watson hace regresar todo el silencio y la calma posibles. No hay forma para contar cómo ni existen las palabras para describir tal despliegue de habilidad, por lo que ni siquiera harás el intento de hacerlo. Lo único que importa saber ahora es que todo ha vuelto a la relativa tranquilidad; Virgil y Paris, con el cabello húmedo y la ropa casi perfectamente acomodada, juegan con sus soldaditos enfrente de la chimenea apagada, pues el sol entra de lleno por las ventanas. Mientras Kendal sentado a la mesa se entretiene con uno de los tantos libros que has comprado para niños de su edad. Watson finalmente suelta un suspiro cansado. Y pensar que son solo las dos de la tarde.

Caminas hacía él, pues ha decidido centrarse en el sofá justo detrás de Virgil y Paris. Colocando una mano sobre su hombro le regalas un suave beso sobre su mejilla. Logras sentir cierta ansiedad proveniente de la mano que coloca sobre la tuya, lamentablemente seguro estás de ser incapaz de alejar por el momento la totalidad de aquella emoción. Alguna vez habías pensado no decir "no" nunca más, pero cuando se trata de la vida de quien ha robado tu corazón y por cuyo amor has sido capaz de tantas cosas, entiendes de la manera más sencilla que por la seguridad de quienes amas harás cualquier cosa.

Cualquiera, solo por amor.

Por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora