Suspiro III

479 68 26
                                    


«Un acto de justicia permite cerrar el capítulo; un acto de venganza escribe un capítulo nuevo»

Marilyn Vos Savant

Tus ojos se abren sorprendidos, una inminente siesta fue detenida por un estruendoso sonido. ¿Había sido eso la lámpara atravesando la ventana y luego estrellándose contra el suelo de la calle? Rápidamente desocupas el sofá y corres directamente a dónde proviene el sonido; la habitación de Watson. Pero la puerta está cerrada, gritos de dolor y desesperación salen a raudales mientras los objetos siguen siendo arrojados hacia cualquier dirección.

—¡Watson! ¡Watson abra la puerta! —Las patadas, gritos y puñetazos que lanzas no llegan más allá de la madera. Por dentro todo sigue igual y mientras tu frustración aumenta también lo hacen esos gritos desgarradores. La cuenta del tiempo que perdiste esperando inútilmente se disipa antes de que la cerradura de la puerta fuera rota por una fuerte patada.

La habitación está irreconocible. El olor de la sangre se pelea con el olor del yodoformo. Los golpes de la pared solo dirigen tu atención al extraño hombre que está parado justo en medio de todo el desastre.

—L-lo siento Holmes... arreglaré esto de inmediato —sus dedos se enredan entre los rubios cabellos intentando peinarlos, algo que desde luego no funciona. Tu estas más que pegado al suelo que pisas. Nada tiene un maldito sentido. Y lo tiene menos cuando Watson te pide, sin voltear, que salgas de la habitación. Su voz aparentando calma.

—¡No! Aquí y ahora mismo me va a decir qué es lo que le está pasando —desde luego, crees que si Watson se atreve a decir algo no será precisamente la respuesta. En cambio, Watson solo se remueve un poco, lentamente se da la vuelta, en cuanto ves su maltratado rostro, su camisa y saco caen al suelo.

—Deduzca, Holmes...

¿Cuántas veces no has visto esa clase de hematomas? Más de las que quieras recordar, claro. Los brazos de Watson, su pecho y vientre, su labio partido y el ligero temblor que le sacude. Te resulta tan malditamente obvio. La última vez que Watson se había visto amenazado, en el caso de los tres Garrideb, estuviste a punto de matar al tipo que se atrevió a empuñar un arma contra él, más aun detonarla, pero ahora... ahora el caso es diferente, y la ira no tarda en acaparar tus pensamientos, esta vez no solo asesinarás al tipo; el hijo de puta pedirá que le mates.

—Watson... —susurras débilmente. Cuentas cada paso hasta llegar a él y le abrazas, sabes el dolor físico que está sufriendo y no haces demasiada presión, solo lo suficiente para que note tu apoyo. Lentamente te separas un poco y despacio le guías hasta tu habitación. Por alguna razón Watson no pronuncia queja alguna mientras lo recuestas sobre tu cama y pones las mantas sobre él. Por fortuna para ti. ¿Ahora, que se supone deberías hacer con él?—. Le pediré a la señora Hudson algo de comida. Duerma, saldré un momento y regresaré antes del amanecer —es poco tiempo, pero con los deseos que tienes de venganza no tardarás demasiado.

Watson asiente y se voltea, sin decir palabra acaricias su cabello y te inclinas lentamente. Tus intenciones se detienen antes de que un pequeño beso vaya a parar en la sien de Watson. Te sorprende, no demasiado sin embargo, ya veías venir algo como esto. Más ahora no debes pensar sobre el tema, toda tu concentración debe estar en otro lugar.

Al bajar las escaleras la señora Hudson corre a tu encuentro—¿Señor Holmes, el doctor Watson se encuentra bien? —La pobre mujer está pálida, temerosa. Desde luego no es opción decirle el terror por el que Watson pasó.

—Señora Hudson, le pagaré el triple de renta este mes si, sin hacer preguntas, logra que Watson se tome uno de sus deliciosos caldos —tratas de sonreír, pero ni siquiera un gesto falso se asoma en tus facciones. La señora Hudson lo entiende de inmediato, en cuanto ella se da la vuelta, sales corriendo. Una vez en el coche le pides al chofer que te lleve a Scotlan Yard.

Por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora