Suspiro VIII

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«Detrás de toda cosa exquisita hay algo trágico»

Oscar Wilde.

Ya han transcurrido cerca de diez horas desde que Holmes salió de la habitación y no más de tres desde que despertaste, no te has levantado, sigues en la misma posición en la que Holmes te dejó y sinceramente no es que no quieras moverte, es más bien que no puedes.
Estos recuerdos del día de ayer siguen aplastando a tus músculos conminándolos a quedarse quietos. Tu piel sigue aun anhelando más del contacto con Holmes y tu garganta no deja de exhalar suspiros colmados de recuerdos, por supuesto, como lo has pensado desde que estuviste seguro de haber despertado, no tienes de otra. ¿Cómo no recordar cuando tienes todo el derecho? Al fin y al cabo, aquello que con tanto fervor has deseado por fin ha tenido una oportunidad de hacerse realidad, dios salve a la reina si esto mejora para ti... claro, eso es algo que sabes bien, no pasará.

No pasará por el simple hecho de que sea lo que sea que esté esperándote tras la puerta tendrá que quedarse ahí hasta que por fin te decidas a abrirla. No quieres, bajo ninguna circunstancia, enfrentar a lo que esté aguardando por ti, sea bueno o malo, solamente deseas quedarte más tiempo en la cama recordado lo maravilloso de anoche, así; ensimismado y pensando que nada más existe o existió.

¡Pero ojalá todo fuera así de simple! El pálido sol de la mañana se cuela sin censura por la ventana que muy rara vez Holmes deja abierta de par en par, afuera, el delicioso aroma de un desayuno recién hecho te grita por atención y como si eso fuera poco, los acordes lentos y dulces del Stradivarius son extraídos por los ágiles dedos de Holmes que se pasea por toda la sala con los pies descalzos... ¿Por qué no crees que ésta es una mañana perfecta? Realmente desearías que fuese imposible responderte eso.

Lentamente dejas las mantas de lado, todos y cada uno de tus músculos pesan y duelen, sin embargo no puedes dejar de notar que el corazón dentro de tu pecho se te hace ahora un poco más ligero y que tus latidos ya no se esfuerzan tanto en avanzar...

No son ni tres cuartas partes de segundo los que te toma cubrir tu entrepierna con la sábana antes de que Holmes irrumpa de tal forma la habitación, no puedes quejarte demasiado, pues es suya, más no es posible que no refunfuñes un poco ante la improvista y sorpresiva invasión. Después de todo, dar una patada a la puerta para que ésta se abra no es algo que puedas halagar.

—¡Por la reina Holmes!... ¿Qué es lo que está haciendo? —le cuestionas, tratando en vano de cubrir más de tu desnudez. Holmes entra, en sus manos hay una charola repleta de alimentos, en completo desorden y con un par de platitos a punto de caer—Holmes, eso no era necesario, puedo ponerme de pie.

—Estoy consciente de eso Watson, sin embargo y corríjame si me equivoco, entre parejas es común que se le lleve al amante el desayuno a la cama... ¿acaso hice algo mal? Ciertamente no estoy muy familiarizado con esta clase de costumbres. —Es justo ahí, donde Holmes termina sus palabras, que todo lo anterior a ellas se borra, rápido y sin anestesia, aquellos sentimientos no gratos salen corriendo ante los gritos dichosos y felices que da tu corazón. Desde luego, el aletargamiento por la miel que inunda tu cerebro afecta más a tus pensamientos que a cualquier otra parte de ti.

—Amante... ama... ¿amante? —Si bien es cierto que no sabes a dónde huyó la conexión de tus pensamientos con tu lengua, estás cien por ciento seguro de que no la encontrarás en poco tiempo... ni siquiera estás seguro de haber dicho aquello o si solamente lo pensaste, no puedes saberlo cuando tu boca está ocupada con una cucharada de deliciosas gachas de avena.

—Por supuesto, mi querido Watson, después de lo que hice anoche aunada a su obvia cooperación, no pensará que nuestra relación pueda seguir siendo solo "amistosa"... le dejaré comer en paz. —Realmente quieres saber, antes de que Holmes salga, si después de sus palabras su rostro está tan sonrojado como el tuyo, sin embargo, por vergüenza a que él te vea, no haces al menos el intento de voltear. De verdad, sabes que si miras justo ahora a sus hermosos ojos gris luna, podrías lanzarte a él para tomarlo de muy variadas maneras, evidentemente, tu estomago grita también porque no voltees.

Por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora