Suspiro XVII

286 40 2
                                    


«La hora más oscura tiene solo sesenta minutos»

Morris Mandel.

Contener una emoción es algo que has hecho desde hace mucho, mucho tiempo. Mas ahora es distinto y lo sabes perfectamente. Porque en este momento ya no es tan insufriblemente necesario hacerlo y, sobre todo, las razones para ello son tan superfluas que hasta podrías reírte de ellas.

Una tranquilidad abrumadora te embarga, tan intensamente que no puedes siquiera hallar una forma de describirla. Después de todo ese tiempo esperando, soportando el llanto del pequeño en tus brazos, al fin puedes darte un respiro, dejar a un lado aún si es solo por el momento, aquella mascara de soledad y frías resoluciones. Más sabes bien que confiarse por mucho tiempo no es opción. No cuando todavía hay alguien allí afuera respirando un aire que no merece.

—Señor Holmes, me sorprende encontrarle aquí y no dentro de la habitación del doctor Watson. —Tratas, en lo posible, de ignorar el comentario de Lestrade, dándole más atención al niño en tus brazos. Pero es poco lo que puedes hacer con él, pues no ha tardado mucho en volver a dormir.

—¿Ha encontrado alguna pista sobre el paradero de Godfrey Norton, inspector Lestrade? —cuestionas, en un tono de voz que obviamente no espera algún resultado.

—Lamento decirle, al igual que en los últimos meses, no hemos encontrado nada nuevo señor Holmes —toma asiento a tu lado, haciendo rechinar ligeramente la fría banca de madera—. Pero no he venido por eso. Verá, hemos encontrado al resto de la familia del señor Stephen Adams. No me diga, señor Holmes, que usted la hubiera hallado mucho más rápido, eso es algo que todo Scotlan Yard sabe, pero usted no se ha movido de este lugar más que en una ocasión, así que-

—Entiendo inspector, continúe —le cortas, eso no es algo que necesites escuchar.

—Se trata de un pequeño niño de cinco años y una mujer de veintiséis. Ella era la esposa de Adams. Hace apenas una hora se identificó su cadáver.

—¿La causa de muerte?

—Ahogamiento, todo indica que fue suicidio.

—¿Qué hay del niño?

—Él huyó junto con su madre a la residencia de unos primos terceros. Se quedaron allí hasta hace una semana, cuando la mujer encontró un nuevo lugar para alojarse. Hasta hace tres días que alguien reconoció al pequeño vagando por las calles se dio el aviso de la desaparición de su madre. El niño fue enviado a un orfanato ya que no hay alguien que pueda o quiera encargarse de él, por supuesto, se espera que su hermano le acompañe.

—No inspector.

—¿Disculpe, señor Holmes?

—Estos niños estarán en peligro hasta que se haya dado captura a Godfrey Norton.

—¿De verdad lo cree? Si Norton continúa con su ideal de asesinarle ¿por qué volver a hacer lo que ya una vez no le resultó?

—Él no solo quiere asesinarme Lestrade, su castigo va más allá de ser meramente físico.

—Ya, sí, entiendo esa parte señor Holmes, ¿pero por qué perseguir a estos niños cuando puede hacerlo con cualquiera?

—Porque el terror, Lestrade, une a las personas, el infierno por otro lado las encadena. Norton es listo y aún en su locura lo sabe perfectamente. —Lestrade guarda silencio, sabes que no tiene idea sobre el real significado de tus palabras, no obstante también es consciente de que tus segundas explicaciones se guardan solo al hombre en la habitación frente a ustedes. Por otra parte, el hombrecillo pocas veces se contiene.

—Me tiene sobre un hilo otra vez, señor Holmes...

—Se trata más bien de un modo de supervivencia, al vivir experiencias trágicas, el sujeto tiende a aferrarse emocionalmente a aquello que le muestre la más mínima esperanza de sobrevivir. Lo sucedido, sin embargo, es mucho más fuerte que una experiencia trágica, Watson prácticamente se ofreció a recibir esa tortura a cambio de mantener sano y salvo a este niño. Él eligió hacerlo y ese solo hecho cambia totalmente la perspectiva. Watson le ha tomado cariño mucho antes de que eso sucediera. Norton, a pesar de todo es inteligente, metódico y al darse cuenta de ello hizo todo lo que pudo para hacer que ese simple cariño se transformara en algo aún más fuerte, con la sola intención de hacer de ello un arma contra Watson.

—Y directamente un arma contra usted —concluye el inspector, más para sí mismo que para ti.

—Es por eso que tratará una vez más de tomar a Virgil, no obstante, al saber que él está bajo custodia le hará ir por el otro niño, a sabiendas igualmente de que Watson se habrá ya enterado sobre su existencia.

—¿Qué es lo que sugiere entonces señor Holmes? Si no estarán seguros en un orfanato tampoco es como si pudiéramos tenerlos bajo custodia, en calidad de testigos dentro de una celda. —Suspiras sutilmente, he aquí el punto al que inevitablemente debías llegar. No te gusta, pero sabes que es necesario. Te desagrada, más entiendes que no hay en la tierra alguien más aparte de ti con la suficiente capacidad para proteger a esos niños de las manos de Norton.

—Así es mi querido inspector Lestrade. Es por eso que he decidido adoptarlos —si tuvieras el ánimo para hacerlo, en serio que te gustaría burlarte del gesto en el rostro de ese pequeño hombre—¿Hay algún problema inspector? Creo haber entendido que ambos niños irán a un orfanato.

—Sí claro señor Holmes. Pero debería usted pensarlo un poco más, es decir, cuidar de un niño no es algo que sea más fácil que resolver un crimen, peor aún si son dos. Por otro lado, usted debe tener un trabajo estable que le permita hacerse cargo económicamente de ambas criaturas, y sobre todo, una buena mujer que haga de madre. Ya sabe, una esposa. —Sientes cómo un dolor de cabeza se te acerca lentamente. Este no es simplemente un problema que debas tratar en medio de un lugar así, mucho menos con el hombre a tu lado.

—Usted más que nadie, Lestrade, debería saber que no habrá ninguna traba para que estos niños porten mi apellido, ya que este es mi deseo, más aún si se contempla la situación en la que están.

—Puede que yo comprenda los muchos el importantes contactos que usted debe poseer, sin embargo señor Holmes-

—Sin embargo inspector Lestrade, este es un asunto que ahora solo me concierne a mí. Por lo tanto debería usted ocupar todas sus atenciones a la captura de Godfrey Norton —le dices por último antes de que el doctor abra la puerta. Al ponerte de pie el pequeño Virgil se remueve entre tus brazos.

—El doctor Watson ha decidido darse de alta, yo no estoy de acuerdo, estar postrado en cama por tanto tiempo ha causado estragos indudables en su musculatura y ligamentos, además, aunque gran parte de sus heridas no sean ya más que superficiales, me gustaría mantenerlo todavía bajo análisis. No obstante, como bien ha remarcado el doctor Watson, puedo darlo de alta al ser sus heridas tratables desde casa. Por lo tanto, a más tardar, mi paciente puede abandonar el hospital por las primeras horas de la tarde.

Y al saber eso no puedes contenerte una sonrisa. Watson está de regreso. 

Por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora