Suspiro VII

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«Porque el amor cuando no muere, mata. Porque amores que matan nunca mueren»

Joaquín Sabina.

Uno, dos, tres... uno, dos, tres. ¿Cómo puedes concentrarte en tus pensamientos si la tapa sobre la olla con agua hirviendo no deja de hacer ruido? Lo único que quieres ahora es silencio y más tiempo para pensar. Para regañarte. Por lo poco elocuente que fuiste y por lo vago que has sido contigo mismo.

Si bien ha sido un error el pensar todo esto cuando no era el mejor momento, ya no hay motivo para arrepentirse de lo hecho. Sin embargo ¿Cómo no pensar en ello cuándo el objeto de tus dudas estaba pegado a ti? Por tu culpa, sí, pero estaba de cualquier forma. Una y otra vez lo único que puedes preguntarte es ¿por qué? ¿Por qué con Watson? ¿Por qué tú por Watson...? ¡Ya no importa más! Si bien hay muchas cosas que no puedes cambiar, también hay otras que no serían las mismas si simplemente dejases de ponerle atención.

Cuando has templado el agua subes lentamente los escalones.

Al abrir la puerta miras a Watson, él te mira de vuelta y regalándote una apenas notable sonrisa vuelve a lo suyo. Está sentado en tu cama, las mantas le cubren desde la cintura, no puedes decir con seguridad que solo hay un par de piernas desnudas debajo. Aun a cierta distancia puedes apreciar lo erizada que está la piel de su pecho expuesto. Watson estornuda, tú reaccionas y tomas una toalla.

—Ya ha hecho suficiente por mi Holmes. Puedo hacer esto solo, debe descansar. —Descansar, cómo hacerlo cuando un centenar de temas ruidosos hacen fiesta en tu cabeza. Watson desiste de su idea cuando ve tu ceño convertido en V, diligentemente se levanta, sin dejarte ver lo que hay debajo de las cobijas, voltea su espalda hacia ti. Es un comienzo, te dices.

Cuidadosamente le vas limpiando. Conforme pasas la tela tibia, húmeda y suave sobre la erizada piel, se estremece. No quieres pensar en la crueldad que pasó sobre su cuerpo, sin embargo, los rasguños que están trazados por toda la espalda y más aún la clara marca de una dentadura sobre el hombro izquierdo oprime tu pecho, tu respiración disminuye y tus pensamientos te hacen recordar lo que no debes.

Con cada paso que dabas no podías dejar de pensar en porqué éste hombre, al que tratabas de proteger tan ávidamente, es capaz de crear en ti tan confusos pensamientos. Es tu amigo, sí, ¿pero qué clase de amigo busca la venganza a tan alto grado? Una amenaza o incluso un ataque físico sin que llegase a ser mortal hubiese sido suficiente y lo sabes.

En cambio; dar muerte fue lo único que rondaba por ahí, susurrándote al oído, ahogándote en ello. Al fin y al cabo, lo hecho, hecho estaba. Solamente podías pensar, en respuesta, en todos aquellos casos donde el móvil había sido en cualquiera de sus facetas, el amor. Un amor loco, lo suficientemente apasionado como para tener la fuerza necesaria y poder así arrancar una vida.

En cuanto te preguntaste si ese había sido también tu motivo la sólida y palpitante respuesta golpeó a todos tus sentidos... ¡Si, así es! ¿Cómo rechazar pues los celos y el odio que aun te queman a carne viva?, el solo pensar en el curso que tomaron tus actos, está por demás dicho, dejan todo completamente claro. Y con todos tus sentimientos a flor de piel lo aceptas. Después de todo, ¿qué mejor persona para enamorarse sino de Watson? El rechazar tus sentimientos cuando no hay una sola razón para hacerlo es tan irracional como pensar en declararlos justo ahora. Aun si es lo que más quieres.

Porque realmente lo quieres.

El que pretendas poner tu marca sobre las que ya están solo para reclamar lo que has nombrado como tuyo se te antoja tan irracional. Watson está herido, lo último que necesita es una molestia más y el que tú de repente le confieses tus sentimientos sería solo sumarle otro shock. Dejar una marca en donde ya hay muchas. ¿Qué puedes hacer entonces cuando tus sentidos gritan porque el que hagas algo será beneficioso para Watson en lugar de ser lo contrario?

Con cuidado, rodeas el vientre de Watson y despacio, muy despacio, vas acomodando la venda. Watson trata de mantener su respiración suave y relajada, desde luego, no es algo que pueda controlar por mucho tiempo. A la tercera vuelta le acaricias, apenas rozando y casi como si cada contacto de tus dedos con su piel fuese solo un accidente. Entonces, cuando descaradamente le abrazas ya a punto de terminar con la venda, Watson termina por sacar en un suspiro resonante todo el aliento que tan mal controla.

No hay error, a Watson no le desagrada esta clase de contacto contigo. Solo no debes apresurarte. Lo mejor es dejar que las cosas se guíen tranquilas, relajadas y lentas. Muy lentas.

—¿H-Holmes? —Antes de hacer nada terminas de colocar perfectamente la venda. Watson comienza a respirar agitadamente, no trata de alejarte y por el contrario pone sus manos sobre tus brazos que le rodean. De forma pausada y suave le vas recostando en la cama, cuando sus rubios cabellos se revelan en tu almohada colocas ambas rodillas sobre el piso.

Sus ojos verde pasto brillan con intensidad y ansia. Apunto de que sus labios pronunciaran algo le callas con uno de tus dedos, mientras arrastras las cobijas y cubres su desnudez descansas tu mano sobre su mejilla, tibia y sonrosada. Tal y como te lo habías marcado, relajas tus movimientos. Apaciblemente tus labios sellan los de Watson, quien totalmente sorprendido se deja hacer. El corte en sus suaves labios te remarca aún más tu cometido, desde luego ¿cómo podrías pensar en poner velocidad a este contacto? A este gesto que declara cualquier cosa, a este gesto capaz de decir todo sin una sola palabra. A este gesto que siendo tan lento y superficial es capaz de hacer correr a tu corazón así de rápido.

Con esfuerzo Watson eleva una de sus manos y la posa sobre la tuya que está en su mejilla, te sonríe sutilmente, de forma inconsciente tus labios oprimen levemente más a los suyos y comienzan a moverse. Watson te mira a los ojos, suspira y no deja de verte aun cuando siente tu mano sobre su pecho. Sus mejillas adquieren un tono escarlata y enreda sus dedos con los tuyos ante el movimiento de tu otra mano descendiendo a su vientre, donde le acaricias, de forma superficial, casi como si no quisieras hacerlo. Aun si bien sabes no es así, no estás dispuesto a aclararlo cuando no puedes despegar tu vista de esos hermosos ojos.

Watson contrae sus piernas y te separa de sus labios apenas unos centímetros, sus ojos despiden algo irreconocible y totalmente confuso para ti cuando tu mano toca su miembro. En efecto, debajo de las cobijas está totalmente desnudo. Te mira y se conforma con lo relajado de tus gestos, nuevamente tomas posesión de sus labios, volviendo al ritmo lento y suave de antes su cabeza vuelve a recostarse sobre la almohada. Con cuidado, por debajo de las mantas, acaricias sus piernas, que relajadas vuelven a su posición.

Su sexo semi erecto es acariciado con languidez. Tu boca aumenta el ritmo ligeramente y los suspiros de Watson se transforman en eróticos gemidos, cuando sus brazos rodean tu cuello aumentas el ritmo del sube y baja de tu mano. La mano desocupada acaricia los cabellos de Watson y tus ojos se encargan de gravar en tu memoria cada uno de los gestos hedónicos que se pintan en el atractivo rostro sonrojado y sudoroso.

Cada vez más y más sus gemidos salen descontrolados, las desnudas piernas de Watson se mueven ligeramente cuando tu mano se concentra en la cabeza de su sexo húmedo de pre semen. Watson termina por separarse de tu boca cuando el placer que tu mano ejerce sobre él no deja que se concentre en otra cosa. Tus labios entonces se mueven sobre su cuello, mientras tu mano aumenta el ritmo lames cada rasguño que hay sobre sus hombros, finalmente, cuando tus dientes remarcan su hombro herido, Watson grita su placer en un último gemido y caliente semilla se estrella contra tus dedos. Totalmente exhausto, Watson cae dormido. Después de limpiarle, lo cubres perfectamente con mantas nuevas.

Antes de salir, sin pensarlo, dejas sobre la frente de Watson un pequeño beso.

Por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora