Suspiro XII

284 43 0
                                    


«Lo que se hace por amor está más allá del bien y del mal»

Friedrich Nietzsche.

—Lorenzo, llévatelo de aquí. —Un hombre ancho de hombros pero de pequeña estatura entra por la puerta. Si bien tú no logras ver toda la escena, los sonidos, amplificados por los nervios, te indican que Holmes es levantado y después apartado completamente de tu lado—. Usted debe entenderlo —el hombre tiembla, su voz no se mantiene firme en ningún momento y mucho menos el arma que se pega a tu nuca, por supuesto, el temor de que gatille accidentalmente se mantiene unido a tu espalda—, no tengo de otra...

—Usted sabe que podemos ayudarlo, Holmes y yo lo salvaremos de cualquiera que le amenace. —El hombre niega repetidas veces y tú solo quieres saber qué es lo que hará con Holmes.

—No, no, no. No hay nadie que pueda salvarme ya, pero mi hijo aún tiene una posibilidad. Me lo llevaré, y cuando lo entregue él me regresará a mi pequeño Virgil. —Una campana suena agitadamente en tu cabeza. Puede que estés equivocado, pero también puede que no. Si el hombre en el 221B no es quien dijo ser y solo se hizo pasar por Norton, una persona cuyo rostro te es totalmente desconocido, donde lo único que necesitaba hacer era robar el nombre de un conocido, solo puedes preguntarte si es realmente ese extraño quien ha capturado al niño.

En todo caso no tiene ningún sentido. El niño, que se suponía era de Irene Adler, resulta ser ahora de alguien más ¿cuál es punto de hacer toda esta parafernalia? No hay algo ahora mismo que pueda asegurarte la conexión entre este hombre, su hijo, La mujer y Godfrey Norton. Y en todo eso, ¿dónde entras tú?

El hombre toma un mechón de tu cabello. Jalándote, entre amenazas y disculpas, el hombre aterrado logra llevarte al callejón oscuro a un lado del restaurant. Ahí el tipo de antes te obliga a subir a un carro de dos caballos. Quieres resistirte, una parte de ti sabe que eliminar la pistola de Stephen no sería tan difícil, y además del obvio enfrentamiento contra el otro hombre, podrías huir, con algunos golpes más de los que ya hay en tu lista, pero estarías fuera. Sin embargo no haces nada.

Tu deber como médico te obliga, más que cualquier otra cosa, a subir al coche. Necesitas ver a ese niño. Cada mínimo rincón de tu instinto te indica que todo está bien con él, porque es necesario para la empresa de Norton o para cualquiera que sea el enemigo que ahora se ha tomado todas esas precauciones para eliminarte. Por el simple hecho de que lo necesita para que tú seas entregado a cambio de él. Así que debes ir no solo para asegurarte sobre la salud del niño, sino también para salvar su vida.

Aunque sea a cambio de la tuya.

Una vez dentro Stephen cierra la puerta, le ves al otro lado de la ventana. Te pide que le perdones nuevamente mientras le indica al cochero que conduzca.

Lorenzo no aparta sus ojos de ti, con un revolver en una mano y un brillante cuchillo en la otra es nula la atención que pones sobre el paisaje fuera del coche. Sus secos ojos marrones te miran con el más puro deseo asesino. Los puños que se cierran ferozmente sobre sus armas te indican con claridad que con mucho esfuerzo apenas logra controlar sus impulsos de apuñalarte mientras te dispara.

Pero aunque tus ojos no se despegan de él los pensamientos en tu cabeza giran más alrededor de otro tema.

¿Qué será de Holmes? Si es a ti a quien quieren entonces Holmes ya no es necesario, y por la gran amenaza que representa, aunque tu corazón pueda detenerse por tus pensamientos, lo más probable es que alguien lo haya inmovilizado para siempre.

Por más que quieras contener la negatividad de tus ideas, por más que desees estar equivocado, después de media hora de pensamientos dolorosos, cuando sales del carro siendo arrastrado por el fuerte hombre, no puedes evitar que un par de lágrimas se escapen de tus ojos. Tu corazón completamente destrozado.

El paisaje a tu alrededor, aunque borroso, se mira totalmente desolado y seco, la enorme mansión que se presenta ante ti se oculta entre la oscuridad de un exterior sin luz. El fuerte agarre que se cierne sobre tu brazo dejará más que un par de moretones, no obstante es muy poca la atención que le das mientras eres arrastrado sobre el camino de graba para que, finalmente, el cavernícola terminara empujándote al suelo, apuntándote todavía con el arma mientras su enorme mano golpea fuertemente la madera negra de la gran puerta.

El silencio sepulcral que rodea el espacio a tu alrededor se corta estridentemente con el sonido de las oxidadas bisagras. Una silueta negra se aleja lentamente por el pasillo mientras bruscamente eres llevado al interior. Al cerrarse la puerta nada es lo que puedes ver, y sin embargo, tu secuestrador parece tan acostumbrado al entorno que, con la total certeza de saber en dónde está, te lleva rápidamente.

Treinta pasos de frente. Quince a la derecha. Siete a la izquierda y nuevamente siete pasos a la izquierda. Escuchas cómo un par de grandes cerrojos se abren delante y rápidamente, como un rayo, al mismo tiempo que las luces se encienden; Godfrey Norton aparece frente a ti. Una sonrisa maliciosa en su rostro.

Por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora