JAMES
No me había dado cuenta hasta que punto mi vida había sido una rutina. Solía disfrutar de salidas con amigos a bares y restaurantes famosos y tenía citas con chicas. Luego nos reunimos con mi prometida y decidimos que era hora de empezar a conocernos para sentar cabeza. Iba a la Universidad de Fairytale y asistía al consejo. Comía y tomaba lo que quería y nunca había tenido problemas de salud que no pudiera mejorar con medicinas, de hecho, no recordaba la última vez que había estado enfermo o que había tenido algún tipo de incidente.
De algún modo, todo había cambiado aquel día. Jamás había prestado demasiada atención a la gente que trabajaba en la casa, a pesar de conocer de vista a algunos y saludar todos los días a otros. Con personas como Dominique tenía una cierta comodidad y simpatía, ella hacía varios años que me ayudaba en todo lo que necesitaba, tanto que casi podía considerarla una amiga más.
En realidad, la sorpresa no fue ver a aquella muchacha desconocida de pie en el rincón junto a la barra de mi sala privada. La sorpresa fue darme cuenta de que era imposible no fijarme en ella.
Había tenido algunos días malos. El peor de todos había sido aquel cuando mi madre nos dejara para pasar a mejor vida. Apenas tenía cuatro años en ese entonces, pero aún recuerdo su voz cuando cantaba y me arrullaba por las noches para dormir sin pesadillas. Las tuve por un tiempo después, pero aprendí a sanar y a olvidar, a pesar de la distancia que mi padre había tomado de mi hermana y de mí. Con el paso de los años lo comprendí, y decidí que estaba bien así. Me dediqué a la vida que los Narradores me habían asignado, porque ese era el motivo de mi existencia y supe que estaba en el camino correcto, tenía a la prometida más deseada de Fairytale y un grupo de amigos geniales, una hermana amorosa que adoraba con el alma y un padre que no me haría faltar absolutamente nada, alguien que para mí era un modelo a seguir desde que era consciente del peso que recaería en mis hombros en el futuro.
Pero ese día, también había sido uno de los peores, porque desde esa noche en que mi madre nos dejó, jamás me habían pasado tantas malas juntas. Y juro que nunca he tenido un humor de perros tan grave como en ese entonces.
Bridgette Landon siempre me ha parecido...bueno, intento no pensar demadiado en ello, pero suele ser bastante pegajosa e insistente. Me había llamado quince veces al móvil, una de las cuales resultó en un profesor quitándome la hoja de mi examen y bajandome puntos delante de todo el mundo. En parte, fue un poco mi culpa por haber dejado el móvil encendido dentro del maletín cuando estaba en el aula del amargado señor Flannagan, por lo que mi humor fue empeorando con el paso del tiempo. Luego, me dirigí directamente a mi habitación para evitar las preguntas incesantes de mi padre sobre mi desempeño. Ingresé tan amargado a la habitación, que ignoré a la pobre Dominique y me lancé directamente hacia el vestidor para ponerme cómodo. Pero al regresar, descubrí que no era Dominique la mujer que esperaba mis órdenes en la sala privada, sino que me encontré con esa extraña criatura pequeña en el rincón, que me observaba de forma indiscreta con grandes ojos verdes. Fue en ese mismo instante que Bridgette volvió a llamar al móvil y huí a mis aposentos, avergonzado de lo que la esclava pudiera oír. Sabía lo que la voz de mi prometida podía hacer desde un auricular de última generación.
_¡Te he llamado y no me has contestado ni una llamada, ni un mensaje!_alejé el móvil unos centímetros nada más oírla.
_Estaba en clase.
_Podrías haber enviado un mensaje y avisar._apreté los dientes ante eso.
_¡Sabes que voy los miércoles a...!
_Estaba preocupada por ti. Creí que no querías hablarme. _Bridgette no había pensado que seguramente no me daban ganas de hablarle si me controlaba cada diez minutos como una maldita loca.
_Claro que no...
_Es que quería visitarte. No te veo desde el desayuno y creí que podíamos...
_Bridgette...
_ir a tu habitación, ponernos cómodos...
_¡Bridgette!_por fin oí un poco de silencio del otro lado de la línea._hoy quiero descansar. Estoy agotado. Hace días que...
_Pero ya he reservado.
_Otro día. Lo lamento, cariño._después escuché el sonido que indicaba que mi prometida ofendida había cortado la comunicación. Eso me enfureció y me relajó al mismo tiempo, así que tomé el intercomunicador para solicitar un café.
Fue todo un espectáculo cuando la pequeña esclava entró en la habitación y me ofreció el café, pisándome el pie. Me eché hacia atrás, confundido y con la caliente sensación de la bebida en mi camisa, molesto por su inútil intención de secar mi ropa. Entonces sentí la pared que sostiene la ventana robándome el equilibrio, y para echarle más leña al fuego, acabé del otro lado, en el piso del balcón.
Debí haberla despedido, debí haberla echado de la casa. Estaba hecho un basilisco y ella era la única esclava incompetente que se había cruzado en mi camino. No debería haber querido que se quedara con aquel puesto en mi habitación privada. Pero ella se asomó por la ventana y luego atravesó el balcón corriendo para deshacerse en disculpas y tratar vanamente de levantarme en sus brazos, cuando de pie apenas podía alcanzar mi hombro con su corta estatura. Vi cómo temblaba y se le ponían los ojos rojos. Vi el miedo alojado en sus verdes iris.
Y supe que no podía echarla.
Además, había llevado una magdalena con chocolate acompañando el café. La muchacha no merecía pagar con su trabajo por culpa de mi pésimo día.
Esa noche me costó un poco dormir. Bridgette no había vuelto a llamarme, pero eso no era lo que me molestaba. Estaba un poco arrepentido por cómo había tratado a la esclava. Apenas le había dirigido la palabra, tampoco me había presentado. No le había preguntado siquiera cuál era su nombre.
A la mañana siguiente, asistí al consejo y regresé con aquella necesidad aún latente. Debía preguntarle su nombre. Pero no me atreví a mirarla cuando llegué a la sala. En un atropello entré directo a la habitación y me quité la chaqueta. Después volví a la sala y me sentí un poco cohibido al notar su mirada. Es una sensación que nunca había tenido. Antes de Dominique otras criadas habían estado ayudándome en la habitación, pero jamás me había sentido observado. Luego no lo resistí y le comenté que no la había visto en la mansión antes para poder preguntar su nombre. No se por qué, pero me pareció extraño si preguntaba directamente.
_Lenore._me respondió que se llamaba. Descubrí entonces que viene de casa de los Bomm y volví a notar que se paraba incómodamente en aquel sitio junto a la barra. Se movía de un pie a otro, seguramente harta de estar allí sin hacer que la sangre circulara por las piernas.
Le ofrecí sentarse, pero se negó rotundamente, bajando la cabeza y escondiendo sus ojos. Le pedí que tomara lugar en un sillón, no se por qué, tal vez porque lo veía más cómodo. Luego ofrecí una baqueta, al ver su expresión de susto. Pero argumentó que no le correspondía, que no era propio, que seguía órdenes ¿Qué demonios significa eso? ¿Acaso mi padre le ha prohibido sentarse a los esclavos?
Finalmente dijo, con una voz fingida que sonaba a que apretaba los dientes:_Me hace muy feliz estar aquí a su disposición, amo._no pude evitar carcajearme con ello. No pensaría que yo me tragaría eso, ¿verdad?
Me observó con los ojos desorbitados, así que decidí mejor dejar de asustar a la pobre muchacha y pedí mi habitual café del día, porque deseaba tomar uno, y también porque una parte de mí quería molestarla por haberme arrojado uno sobre la camisa. Lenore cumplió la tarea casi a la perfección, dado que la porcelana tintineaba peligrosamente, pero me sentí bien conmigo mismo cuando vi su pequeña sonrisa de satisfacción. Se merecía la oportunidad de redimirse. Por eso no me di por vencido. Quería que esa mujer confiara en mi si íbamos a vernos todos los días. Me parecía incómodo tenerla allí, fingiendo que no me observaba ¿qué pensaba de mí acaso? Siempre encerrado en esa enorme habitación. Si lo veía desde cierta perspectiva, Lenore, la esclava, podía ser una compañía agradable para descansar de la absorvente presencia de Bridgette. Así que continué con mi intento de hacer que descansara los pies y tomara asiento en la banqueta. No tuve éxito, pero logré entablar una corta conversación e incluso que soltara una pequeña risa con mi rídicula, aunque lamentablemente verdadera historia sobre un accidente en las festividades.
He empezado hace dos días a leer el Código de los Esclavos para la clase de Flannagan. Por el momento, solo llevo leído medio capitulo de introducción porque las líneas son pesadas y aburridas. Pero hablar con Lenore me ha despertado la curiosidad. Me es imposible creer que una muchacha joven como Lenore no tuviera o no quisiera disfrutar de un corto tiempo de ocio, a pesar de las empalagosas frases del Código explicando el comportamiento de los esclavos. Lenore parece tener mi edad o estar cercana a ello ¿por qué si yo necesito descansar, salir o no hacer absolutamente nada, ella no lo necesita? Es decir, he notado que es una muchacha excesivamente terca ¡vamos! Llevo días rogándole que se siente en esa estúpida banqueta, pero ella sólo aprieta los dientes, niega con la cabeza y me contesta que no es propio. La terquedad de la muchacha acaba molestandome todos los santos días, pero no puedo evitar admirarla. Me doy cuenta de que le duelen los pies dentro de esos bajos y horribles zapatos que usan los esclavos, pasa horas simplemente parada en aquel sitio y sólo se mueve si le solicito alguna cosa. Lo hace día tras día con voluntad férrea y no se ha quejado para nada, mientras también se ha dedicado a rechazar mi invitación a tomar asiento.
Encuentro fascinante a Lenore. Si colocara a Bridgette dos días seguidos de pie en el rincón de la habitación, no lo soportaría ni cinco minutos. Se quejaría de los zapatos, de que no puede cambiarse la ropa cuatro veces al día, de que no puede ver su aspecto en un espejo para acomodarse el maquillaje y el cabello, luego lloraría y haría un berrinche excepcional y claro, que sus frágiles uñas se romperían dolorosamente si tuviera que levantar una bandeja.
Y nunca me había puesto a pensar en eso exactamente, en todo el trabajo que realizan los esclavos en la mansión. Sin descanso.
No puedo creer que no tengan siquiera una hora de recreo, no puedo concebir la idea de que no tengan absolutamente ningún descanso. A pesar de los libros sobre los esclavos y el esfuerzo de Lenore de convencerme de que es feliz sirviendo, su frase suena estereotipada, estudiada y aprendida. No me permito creerle, y...que los Narradores me perdonen, es la primera vez que dudo de estas líneas que con tanto fervor he adorado toda mi vida como un camino a seguir, para ser como mi padre.
Y eso no me hace bien. Intento ignorar esa punzada que me dice que no todo es tan correcto como me habían enseñado. Los esclavos son así, tal como dice el Código...
Pero me quedo pensando todas las noches en la voz de Lenore diciendo que nunca se ha tomado un momento para tomar el Sol o para mirar televisión. ¿Acaso me habrá mentido?Pero en mi interior siento que todo es cierto. Y lo siento tan injusto. Solo en las festividades, solo en ese momento disfrutan de una salida. Una existencia entera de trabajo sin disfrutar los pequeños placeres de la vida.
"Me gusta bailar. Y el chocolate", me dijo mi esclava ¿Entonces por qué no desear ir a una discoteca los fines de semana, como hacemos los demás? ¿O sentarse en una chocolatería para obtener una bebida caliente en invierno?
"No es propio"
¿Acaso no lo tienen permitido? ¿Por qué?
De alguna forma, ahora me siento culpable. He pasado horas tirado en la cama viendo televisión, me he pasado noches sin dormir para acudir a las discotecas con amigos, también he asistido a bailes formales de etiqueta y he viajado a la playa para sumergirme en las olas y broncearme con el Sol.
No. Es imposible que los esclavos no hagan nada de eso. Lenore me ha mentido, lisa y llanamente.
Aún así, no se va de mi mente. Una vez que ella se va y Dominique llega a reemplazarla en cada jornada, continúo leyendo el Código con renovado fervor, aprendiéndome las líneas de memoria. Ahora tengo un nuevo interés, o tal vez curiosidad. Pero lo hago porque es mi deber. Algún día seré yo quién dicte las leyes y gobierne Fairytale con los restantes miembros del Consejo Supremo.
Esa es la razón que me mueve cuando los ancianos del consejo intentan encontrar una forma de atraer el turismo hacia Fairytale, y no puedo evitarlo. Jamás he hablado aquí, me he quedado callado, escuchando. Escuchar es lo único que debo hacer en el Consejo, como buen aprendiz. Pero aún así, levanto la mano y me dispongo a hablar a pesar de todas las miradas arrugadas que me miran con fastidio.
Y aquel pensamiento intruso acude a mi mente en ese mismo momento: le daré a Lenore un día para que pueda divertirse y ser feliz de verdad, por un instante_________________
James ya se empieza a comer el coco con las respuestas de Lenore jaja veremos en el proximo capi que pasa con ella :)
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Fairytale (Fairytale #1)
Romance"Todo es posible, todo es perfecto. Vive tu destino y se feliz en Fairytale" Fairytale es una nueva organización donde cada persona tiene un destino que cumplir, asignado desde el nacimiento por los Narradores. La sociedad está armada de modo tal qu...