CAPÍTULO 34

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ATENCIÓN!! Este es el anteúltimo capítulo!!😲 Siii, ya se termina. No lo puedo creer...😢
A leer que es súper largo!!

___________

James está menos comunicativo desde la charla con su padre. Parece que se ha encerrado en sí mismo, quizá por miedo a asumir sin haber terminado su carrera, o es que se le ha pasado por la cabeza lo mismo que a mí: quieren manipularlo, usar su falta de información, estudios y su juventud a favor. Pero no se qué es lo que piensa porque no me ha dicho nada y no le he visto más que unos pocos minutos antes de que se fuera al ascenso del Narrador y al suyo propio. La barba de pocos días que llevaba había desaparecido para dar lugar a su bonito mentón levemente comisurado y sensual y llevaba un traje pulcro y elegante como es normal en él. De no ser por su falta de espiritu presente, incluso él ha vuelto a la rutina. Y apenas me ha dedicado un asentimiento de cabeza al irse cuando se cruzó conmigo en la escalera.
Un vacío se me instala dentro mientras realizo mis tareas, esa sensación de que algo está por pasar y de que James se está alejando de mí, más de lo lejos que siempre ha estado. Quizá es mi culpa por la insinuación que hice aquella noche fatídica sin pensar en las consecuencias de mis actos.
Pero no hay mucho tiempo para comerme los sesos en teorías. La casa se ha llenado de esclavos y me encuentro una vez más colgada de una enorme escalera, colocando cortinas- ahora verdes- sobre las gigantescas ventanas con marco dorado del salón. Pero esta vez es la propia Audrey Alcott quien me da órdenes desde el piso en su suave y musical voz.
_Más a la derecha, cariño... ¡Perfecto! Ahora bajad, muchachas. Vamos a la otra._tiene una manera especial de tratarnos, como James, pero dulce y cariñosamente en el modo femenino. Incluso, es reconfortante, casi como si entendiera nuestro agotamiento y nos agradeciera por ayudarle. No como otras amas, he visto a algunas golpear a sus esclavos y gritarles en lugar de dar órdenes claras. Audrey Alcott es una mujer cooperativa, sin maldad, y me agrada.
_Cuidado, por favor, no vayan a lastimarse. ¡Oh! Sostendré esa escalera._Es como cuando James sostuvo la puerta para dejarme pasar primero, y cuando decidió que debíamos cargar la misma cantidad exacta de libros, como si yo tuviera alguna importancia para ese comportamiento, casi como si fuéramos iguales. Supongo que esa manera cortés ha venido zambullida entre los genes de su madre, porque ¡ay, los del padre!
Tiro de la cortina, acomodando su anchura sobre la barra y sonrío involuntariamente antes de oír la siguiente voz.
_Son esclavas, Audrey, déjalas trabajar.
_Pero si están trabajando, Bridgette. Y debe ser incómodo estar de pie ahí arriba con lo mucho que se tambalea esta cosa.
_¡Déjala! Está acostumbrada._la escalera se sacude aún más fuerte en el otro extremo y mi compañera se agazapa en la cima de los peldaños con terror en los ojos. Cuando miro hacia abajo noto cómo la abusiva rubia ha quitado a la hermana de mi amo bruscamente del pie de la escalera, arrastrándola lejos con una mano en el flacucho codo de la mujer.
_Pero...
_¿Y sólo pondrás cortinas?_ Bridgette observa en círculo con la nariz arrugada y decido apartar la vista para continuar con mi labor. Observar y oír a esa cabeza de chorlito es tan interesante como hacer lo mismo con un plato de naturaleza muerta.
_No, las demás decora...
_No me gusta el color, es horrible._bufo ante las palabras con mala onda de la prometida de James y tiro más fuerte del borde de la cortina.
_Pero es verde navideño, habrá luces y también...
_¡Es que es Navidad, tonta! ¿Dónde está James?_me enoja que llame tonta a Audrey Alcott ¡Hola! ¿acaso te has mirado en el espejo, hueca estúpida? Un globo tiene más contenido en su interior que esa insubstancial cabellera de adorno. _Quiero que me compre un collar para esta noche, lo vi en un escaparate hoy temprano.
_¿Y por qué no lo compras tú?_me entran ganas de reír ante la pregunta de mi ama, aunque fue completamente inocente dió en el clavo.
_Pues porque él es mi novio y tiene que gastar créditos en mí. ¿Dónde está?_acomodo la cortina en su posición final y empiezo a descender la escalera otra vez mientras oigo la última parte de la conversación. Qué triste sería que la escalera se cerrara sola y cayera sobre la vacía cabeza de Bridgette Landon. Aunque me colgaran después, tal vez lo disfrutaría, así tan insano como suena.
_Ha ido al Salón... creí que te habría dicho que hoy asumía...
_¿Asumía, qué?
_Como Consejero.
_¿En serio? ¡Genial! Entonces tendrá que comprarme un collar más caro._ruedo los ojos y me dispongo a mover el traste hacia la ventana siguiente mientras mi compañera me imita en concordancia. Un chirrido fuerte se oye rebotando en las todavía vacías paredes del Salón de baile y Bridgette Landon suelta unos tacos poco finos.
_¡Bridgette! Siempre te quejas de las malas palabras._le debe molestar cuando no se trata de ella, supongo, pero no hago comentarios al respecto._¿No deberías tú obsequiarle algo a James?
_¿Por qué?
_Pues porque en unas horas será Consejero. Y también por Navidad._me giro un momento para recoger la siguiente cortina con ayuda de Melissa y observo de reojo a la víbora de Bridgette. Ella levanta un hombro y pone los ojos en blanco.
_¿Y eso qué tiene? Ya sabía que lo sería._Qué mujer petulante y bufona. Se supone que el evento debería ser una etapa feliz, como aparentemente lo es para Audrey.
_Yo le compré un regalo._dice._ James siempre quiso ser un buen Consejero y creo que lo será, merece que...
_Bien, iré al spa para arreglarme antes de la fiesta._le contesta desinteresada la otra.
Después de la vacua conversación entre Bidgette Landon y Audrey Alcott mis tareas bajan en intensidad, gracias a los esclavos alquilados. En cuestión de unas pocas horas la casa entera está lista y podemos permitirnos un buen rato para descansar antes del evento. No es muchísimo, pero me permito dormir una hora antes de correr a ducharme para dirigirme hacia el salón después. Hoy es diferente, Audrey ha pedido que todos los esclavos- sin excepción- nos reunamos con ella en el Salón antes de empezar a preparar las bandejas.
_¿Qué se tendrá entre manos?_dice Dominique, colocándose a mi lado con Dafne._ha estado todo el santo día hablando sobre lo original que será su fiesta._susurra.
_Nos enteraremos ahora, supongo._ dice Dafne._ tal vez seremos el platillo principal y estamos yendo al matadero.
_¡Daf!_exclamo, pero no puedo evitar reírme ante su humor negro.
_No se si nos cocinarán a nosotros, pero yo sí que estoy cocinando... en mi vientre._canturrea Dom acariciando su plana panza cubierta por el vestido.
_¿Estás...?_empiezo.
_¡Sí! Voy a tener un bebé._Dafne chilla y se lanza sobre Dominique para abrazarla.
_¡Tendremos una galletita pronto en la Mansión Alcott!
_Espero que un caramelito. Ambos queremos un niño._dice ella feliz, y yo sonrío a su lado. Las emociones en mí son contradictorias, el bebé de Dom es como un brillo de esperanza y alegría luego de días tan oscuros... pero si las cosas empeoran, ¿traerá un bebé que se convertirá en esclavo en menos de dos años?
_Felicidades._le digo, y creo que mi estado de ánimo no se nota mucho porque ella me agradece y continúa parloteando sobre todos los posibles nombres que ya se le ocurrieron. Si es niña, quiere llamarla Elise y si es niño, Clarke, como nuestro amigo. Sería un bonito gesto, y todos estamos de acuerdo. De hecho, la pregunta de James sobre quién desearía ser me llega a la mente y me imagino al pequeño Clarke eligiendo no ser un esclavo en una nación libre. Es fantasioso e imposible, pero como Dafne también respondo:
_Clarke me parece perfecto.
_¡Hola a todos!_nos saluda Audrey Alcott. Logro ver su deslumbrante sonrisa antes de alcanzar a bajar la cabeza. _saben que he decidido recrear el invierno y la Navidad colorida y alegre en el Salón, por lo que se me ocurrió que podrían ayudarme a hacer algo distinto este año. Miren, por favor._apenas levanto la mirada del piso me encuentro con la rubia hermana de James sosteniendo dos perchas con ropas rojas._¿Qué les parece? ¿No están bonitos? Supongo que será divertido cambiar de uniforme por un tiempo, pensaba que los usaran lo que queda de diciembre._Las muchachas exclaman de felicidad, les gusta la idea. El vestido es bonito, una versión muy femenina del traje de Santa Claus: rojo y largo con una caída elegante, un escote recatado pero atractivo, un detalle de piel en las muñecas y un cinturón negro a la cintura. Nos veremos como perfectas y bonitas muñecas navideñas. Yo tenía razón, Audrey Alcott nos veía como objetos de decoración.
Espero unos minutos hasta que ella pronuncia mi nombre en la lista de esclavos que porta y me entrega un nuevo uniforme de mi talla. Podría decir que a todas nos queda como un guante, definiendo la cintura y las curvas. Las muchachas están como locas, Audrey Alcott no ha tenido en cuenta que somos esclavas y ha pagado telas caras y finas, pero cómodas que no se arrugarán y podrán limpiarse con facilidad. Nuestros compañeros esclavos lucen como cascanueces de carne y hueso, ganando uno que otro corazón que todavía no había notado sus encantos. Bjorn me ve desde el extremo de la fila y sonríe suavemente antes de bajar la cabeza, no luce contento con su traje de muñeco, pero igualmente se le ve bien.
_Y el toque final._dice Audrey cuando volvemos al salón en nuestra nueva y festiva vestimenta._ no se preocupen chicas, no se corre._un coro de alegres risas se oye mientras todas las esclavas se ponen contentas por usar maquillaje por primera vez en sus vidas. Algunas se pellizcan los cachetes y alisan sus cabellos con las manos, a la espera de su turno.
Audrey Alcott se acerca a mí y me echo para atrás. Es demasiado, no quiero usarlo, no somos muñecos. Pero ella se ríe._tranquila, te verás aún más guapa. El rojo te sienta bien._el labial se desliza en mi boca por unos cortos instantes y ahora me siento enfadada mientras ella continúa, haciendo comentarios con las muchachas que ahora se han soltado completamente y dan saltitos esperando su turno.
_Sí, dura una semana y no se corre.
¿Una semana? No quiero usar esto. No me importa lo que dure, cómo se vea o lo que sea, yo no lo elegí, me están obligando a vestirme como mamá Noel y a maquillarme los labios. Como un títere. Como un maldito payaso.
El sonido de pisadas resuena en la estancia y muevo bruscamente la vista hacia la mitad del salón, sin pensar siquiera en lo que estoy haciendo.
James abre la boca para decirle algo a su hermana, mientras desliza rápidamente la mirada cristalina por la enorme fila de esclavas con labios rojos. Sus ojos caen sobre mí, y se me queda viendo tan fijamente con los labios entreabiertos que me ruborizo y bajo la cabeza. Debo verme tan mal, ridículamente disfrazada. No quiero que me vea así.
_¡James, has llegado!_ya es oficialmente un Consejero del Consejo Supremo de Fairytale._pueden continuar con sus actividades._dice Audrey, y me apresuro en perderme entre mis compañeros para salir con rapidez del salón.
_¡Están tan bonitos!_comenta Dafne, levantando la falda acampanada y dando un giro a mi lado.
_Me siento como una maldita muñeca._murmuro.
_Pero si te ves bonita._dice ella, dándome un codazo._a Bjorn se le cae la baba. Míralo. _no debería hacerlo pero sigo los gestos escandalosos de sus pestañas y me encuentro con los ojos de Bjorn.
_Tiene la boca cerrada._comento, tomando a Dafne del codo. _Afortunadamente no hay saliva cayéndose de allí._mi amiga se ríe y niega con la cabeza.
_¡Eres tan mala! Pobre Bjorn, yo creo que él te adora._ruedo los ojos y la obligo a dirigirse conmigo hacia la cocina. No quiero pensar en Bjorn, ni en nadie más.
Aparentemente, el banquete de esta noche no está preparado para toda la clase alta, sino para los supuestos mejores de todos ellos. Los Bomm no estarán aquí, por suerte para mí no son tan especiales. Empero, esto no quiere decir que la comida no se encuentre a montones, y que todas las manos esclavas deban estar disponibles para servir como buenos siervos- disfrazados de Santa- a toda la panda de estirados que acudirá. Confío ciegamente en que Audrey Alcott no se ha equivocado, para nada, seremos la atracción de la noche. Por suerte para los muchachos no hay ninguno tan viejo ni tan gordo como para pasar por el gran Santa Claus, o querrían sacarse fotos con él.
Muy a mi pesar, debo admitir que el vestido es incluso más cómodo que nuestros uniformes diarios. La tela es suave y liviana, y creo que será fresca cuando requiera hacer movimientos ajetreados o cuando tenga que soportar el calor de la cocina, como ahora. Si Audrey Alcott no nos hubiera colocado esa maldita tinta en los labios y nos hubiera dibujado el rostro con labiales baratos, ahora seríamos payasos en serio, similares a esos que trabajan en el circo y en el Parque de Atracciones. Mi cabello con tanto vapor aquí debe también lucir como una peluca de esas que usan, por suerte, la ama Audrey no lo ha teñido también. ¿Qué vendrá después? ¿Seremos brujas en Halloween? O zombies. Pero no seremos los únicos, me arriesgaría a apostar que ésta será la nueva moda en Fairytale: todas las casas ricas tendrán esclavos bonitos decorando las habitaciones.
Me apresuro a cargar las bandejas con los distintos platos apetitosos hacia la mesa que me corresponde. No podré probar nada de esto hasta mañana al mediodía, cuando los ricos no quieran comer las sobras. Pero me da hambre de sólo mirar cada platillo y cada postre que va saliendo de las heladeras, los hornos y las hornallas: palitos de langosta, fugu, aguacate relleno de pollo, mini tartas de panceta, puerro y parmesano, tronquitos de salmón, brochettes de champiñones, y demás entradas finas con aspecto riquísimo. Mi estómago gruñe en respuesta a la apetitosa visión pero hoy ni siquiera habrá cena para mí, sólo trabajo.
Ayudadas por las rueditas debajo de la mesa de bocadillos, Jocelyn y yo nos movemos dentro del salón hacia nuestro sitio entre las columnas, casi la misma posición que la fiesta anterior.
Cuando me pongo de pie, sosteniendo mis manos y agachando la cabeza, me es imposible no espiar el salón a través de las pestañas.
Las paredes han sido cubiertas por paneles que aparentan ser una pared de piedras oscuras. Los habituales candelabros de cristales fueron reemplazados por otros de aspecto más rústico, hechos con aros de madera y luces parecidas a velones. Los centros de mesa -jarrones de vidrio con ramas blancas y borlas rojas y blancas de flores aromáticas- cubren mi visión por intervalos. La vajilla ha sido combinada entre el cristal transparente y el rojo con platos espejados, y cientos de pequeñas velitas distribuidas sobre las mesas. Los detalles dorados de la clase alta se mantienen aún en las sillas, los cubiertos y las bandejas. No faltan las decoraciones con luces navideñas colgando sobre nuestras cabezas, plantas, troncos y elementos de madera. Ni tampoco el enorme árbol junto a las escaleras, donde los invitados podrán obtener sus regalos Navideños.
Es sorprendente como la sala de paredes blancas y ventanales de marco dorado se ha convertido en esto. Y además, los esclavos somos como duendes del Polo Norte. Nada más vernos, la gente se acerca y nos inspecciona, nos obliga a movernos, a girar, a levantar los brazos. Como he dicho, somos los payasos del circo. Y Audrey Alcott luce feliz por su creación sugeriéndole a los concurrentes que no se pierdan detalle, si hasta la comida está decorada al estilo navideño, con pequeñas ramitas de pino, frutos de color rojo y decoraciones comestibles que simulan ser renos, hombres de nieve y otros íconos de la época. Las parejas se besan debajo de un muérdago en un arco floreado al borde de la escalera, mientras una mujer observa mi "maquillaje".
_Vaya, que han cambiado. Casi no parecen esclavos._dice, y continúa manoseando mis brazos como si jugara con una muñeca para observar el detalle de mi vestido. _Aunque no creo que yo gastara tanto en telas para que las usen esclavos.
La mujer se aleja y tironeo de la manga de mi vestido que se ha subido. James Alcott me está viendo desde cerca del arco con un trago en la mano, pero intento evitarlo y concentrarme en el suelo. Alguien más tira de mi ropa e inspecciona el cinturón negro en mi cintura. _¿Crees que mis esclavas lucirán así de delgadas? Mira qué bonita silueta tiene esta muchacha._me giran como a un pollo siendo rostizado y me siento humillada. Se que me están viendo el trasero y todo lo que tengo detrás. Si pudieran hacerlo con una lupa, no dudarían, mientras fuera posible copiar a Audrey Alcott a la perfección y averiguar cuantos créditos ha gastado en vestir a sus esclavos como monos de feria.
_La que sirve en mi habitación es muy eficiente, pero tan rechoncha la pobre. Un corte así la haría más estilizada._continúa la otra mujer._mis paredes son rosadas: un vestido fucsia funcionará.
Conforme llega más gente, la mesita de bocadillos se empieza a vaciar, y algunos camareros se encargan de reponerlos para que nosotras no seamos movidas de este sitio. El tiempo empieza a pasar y la música suave pero festiva acompaña la llegada de más invitados. Es menos gente que la fiesta de cumpleaños de Markham Alcott, pero es un grupo selecto que fue elegido especialmente para el día de hoy.
_Haré lo mismo para la fiesta de cumpleaños de Isabella. _comenta otra mujer que se acerca a la mesa._Será un pijama party.
_¡Por supuesto! Dame una de esas._dice su acompañante. No son capaces ni de estirar la mano y agarrar un palillo por sí mismas. Sostengo una servilleta de papel y le alcanzo un palito de langosta.
_¡Pero si ésta mujer tiene los ojos verdes! ¿Por qué los Alcott tienen todos los esclavos guapos?_dos manos sostienen mi rostro y un dedo se cuela en mi cuenca para levantar el párpado. Un gemido involuntario se escapa de mi garganta ante la presión que la mujer hace en mi rostro._¡Mira! Yo tengo más poros que ella.
El palito se escapa de mis manos cuando la otra mujer lo sostiene y le da un mordisco. _Son Consejeros.
_¡Mi esposo también! ¡mírala nomás!_una mano en el cuello me obliga a mover la cabeza en varias direcciones, los huesos de la cervical duelen con los movimientos bruscos.
_A ver sus dientes. Tal vez son chuecos.
_Señoras, agradecería que dejaran de manosear a mis esclavos._la voz de James instantáneamente logra que las manos se alejen de mí.
Respiro en paz, pero humillada y avergonzada. Vuelvo a mirar el mármol cuando oigo la respuesta.
_¡Ah, querido James, tu hermana ha hecho un trabajo fascinante!_adula una de las mujeres, la esposa del Consejero_ ¡Queremos aprender todos sus trucos!
_Pues no creo que se encuentren entre los dientes de mis esclavas._ unas risas tensas resuenan junto a la mesa y me dan ganas de reírme también.
_¡Ay, pero qué bromista eres!_James gruñe y mete las manos en los bolsillos del pantalón.
_Sí, bromista._contesta con voz lúgubre. Las mujeres salen pitando de ahí, y me atrevo a decir que nadie más va a querer mirar los dientes de los esclavos de la mansión Alcott.
Él se queda un instante junto a nuestra mesa y puedo notar cómo el vello de mi nuca se eriza. Levanto la vista tímidamente para ver sus bonitos ojos azules fijos en mí. Pero no me atrevo a continuar, no con tanta gente alrededor, no con los labios rojos y el traje de duende. No cuando se que hoy me ha ignorado.
_¿Se encuentran bien?_ cuestiona, después de un lapso cortito.
_Sí, amo._afirma Jocelyn._No se preocupe. Estamos para servir._ sí, para servir la comida, no para que inspeccionen mi trasero y mis muelas de juicio.
_De acuerdo..._murmura él, entre dientes, y sus pasos pausados lo acercan hasta aquí. Mi frecuencia cardíaca sube como en un ejercicio matador sólo por su cercanía...pero no me atrevo a mirarlo. Sólo puedo ver su figura trajeada, tan atractiva y oscura casi en frente de mí. Uno de sus brazos se mueve hacia los platos y aprieto mis manos juntas con ansiedad y tortura. No es una casualidad o el azar cuando su mano roza suavemente mi brazo, antes de obtener uno de esos bocadillos de langosta.
Me está dando su apoyo, una vez más, y me derrito como el hielo junto a los veloncitos de la mesas.
Después de eso, se aleja con el mismo andar despreocupado y capto un destello de su caliente nuca antes de cerrar mi ridícula boca abierta y concentrarme en ser una esclava que no debería querer clavarle los colmillos al cuello de su amo.
La noche se hace más profunda y los comensales se sientan a la mesa para deleitarse en los majares que han sido preparados para el banquete.
Bridgette Landon, infaltable en su vestido casi transparente de un blanco llamativo y brillante, se sienta junto a James y no deja de tocar su cabello, su brazo y supongo que hasta su pierna - o más allá- porque él levanta la mano de ella y la coloca sobre la mesa antes de apartarse. Ella busca su atención, estira el pecho y lo toquetea sin vergüenza delante de todo el mundo. Él no parece muy contento y es lo único que le hace un poquito de bien a mi corazón, que no deja de torturarse viendo lo guapo que es, cómo la gente lo mira con respeto en los ojos, cómo hechiza a todos cuando habla y los hace reír con chistes o entristecer con historias tiernas. James Alcott tiene un imán que no sólo me atrae a mí. Yo quisiera estar ahí para poder oírlo, para sonreír a sus frases simpáticas y reírme con él; igual que tantas otras mujeres que me atravería a decir que son casadas y no le quitan la maldita mirada de encima. ¿Quién lo haría? Su traje a medida delata su masculinidad al límite, su altura le hace resaltar sobre los demás y su personalidad atrayente conquista a todo el mundo. Él es hermoso, por donde se lo mire.
Bridgette Landon le persigue y se le cuelga del cuello bajo el muérdago. Alcanzo a apartar la vista a tiempo, pero el dolor es insoportable. Sólo soy una más del montón que lo admira desde lejos. Mi amo siempre será eso: mi amo. Ya le ha entregado su corazón a Bridgette Landon, pero soy tan necia que siempre ansío y me desespero por las migajas. Soy la esclava más tonta del mundo.
Decido ignorar a James toda la noche, no quiero observarlo como una loca obsesionada para romperme el corazón solita. ¿Por qué lo hago siquiera? ¿Por qué a las mujeres nos gusta torturarnos así? ¿Por qué existe el amor? El amor es la mierda más grande que existe. Es romantizado, exagerado, endulzado con historias falsas de pasión, amor eterno y palabras bonitas. El amor dura muy poco o no dura, sólo está para complicarnos la vida. Le pegaría una patada en el culo al que lo inventó. Podría haberlo hecho más fácil, menos doloroso, más conciente y razonable.
Pero no, voy y me enamoro de mi amo.
Mis ojos se encuentran con Bjorn, lo cuál parece absolutamente adrede. Está revoloteando ágilmente entre la gente que se reúne para bailar, con una bandeja llena de copas y vasos con bebidas de colores.
Bjorn es guapo, es bueno, es un esclavo. ¿Por qué no me fijé más en él? Hubo un tiempo en que creí que me gustaba, quería coquetearle. Pero el corazón es un idiota, lo sencillo no le atrae.
La luces se apagan y demoro un momento en adaptarme al cambio. La música contemporánea resuena fuerte en el salón y los invitados se divierten. Los pies ya me duelen y nadie se acerca a nuestra mesa: la hora de los bocadillos se ha pasado. Mi trabajo ahora es ser un buen adorno de la sala y quedarme donde estoy. Ya no resulta inútil que lo haga. Afortunadamente nadie más nos palpa, aunque sí me doy cuenta que nos observan a lo lejos. Quizá se ha corrido la bola de que al amo no le gusta que nos manoseen, y eso es bueno.
Abruptamente comienza el vals en el salón y no puedo evitar que mi memoria viaje atrás, y que mi cabeza se ubique en el Parque de Atracciones, con las luces y el gentío alrededor. Ahí no era una esclava, era libre de dejar que James colocara su mano en mi cintura y me llevara como un trocito de nube. Debo haberlo hecho pésimo, pero sus ojos no se alejaron de los míos, su boca estuvo tan cerca... era magia. Algo pasó esa noche allí, y no me deja tranquila.
Quiero que saquen esa música del demonio. No quiero recordar lo que se sentía estar entre sus brazos, no quiero pensar en él.
Desvío la mirada en busca de algo que me distraiga. Quizás alguien se resbale y se caiga, o se rompa un pantalón, un tacón. Pero el universo conspira en mi contra y es a mi amo a quién veo, apoyado con desfachatez en una columna con lucecitas. Bebe de su copa de vino y me observa fijamente. Levanta una ceja y sus labios gruesos se arquean lentamente en una sonrisa torcida.
Es como si supiera lo que estoy pensando.
La copa sube otra vez, y...¡Ay, quisiera ser el vino! Su lengua quita las últimas gotas y el cristal vuelve a bajar para ser acariciado por sus dedos en el borde, con suma lentitud.
Siento que voy a desfallecer. Hace calor de repente, y mis mejillas arden. Las imágenes ardientes se atoran en mi mente que se ha vuelto perversa de un instante para otro. ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? Él me hace perder la noción de todo. ¿Sabe que lo hace? Esa mirada no puede ser inocente. Lo sabe, sabe cuánto me gusta. Y sólo se lo estoy confirmando, mirándolo como una chiquilla muerta de hambre.
Aparto la mirada. Dije que iba a ignorarlo y lo haré.
¡Basta! Tengo que dejar de quererlo. ¿Qué gano haciéndome esto? Sólo me estoy complicando la vida.
Pero si tan sólo pudiera... sólo un beso. Uno sólo.
Cierro los ojos, convirtiéndome en lo que no quería ser: una mujer que vive de sueños imposibles.
La música se detiene y un golpecito en el cristal obliga a los bailarines a girar hacia las escaleras cubiertas de alfombras. Markham Alcott está debajo del umbral de flores rojas y blancas con una copa en una mano y un tenedor en la otra. Vuelve a golpear el objeto dorado en el cristal otra vez, y se ríe. Incluso su risa es odiosa, no hay nada en James que se le parezca.
_¿Creen que esto será un brindis?_ los silbidos se hacen presentes y corean su nombre, como si fuera una celebridad. Sus fríos ojos brillan al oírlo. El ama el poder, creo que más que a sus hijos. ¿De verdad amó a una mujer con tanto fervor para convertirse en un monstruo tras su muerte?
_Es un brindis y no lo es, mis camaradas._continúa._ Sabrán ustedes que son los representantes del equilibrio en Faitytale. Ustedes, amigos míos, son lo que más me importa en este mundo._¿Acaso ha bebido? ¿De qué demonios está hablando?_y yo cuido lo que me importa, así como cuido de mis hijos, Audrey, que ha organizado esta fantástica fiesta; y James, quien hoy ha ascendido como Consejero, nada más y nada menos._ los aplausos retumban fuertemente adulando a los dos quienes han sido nombrados, con respeto y envidia a partes iguales. _amo a mis hijos y son, hoy, una parte importante de Fairytale. Igual que ustedes. ¡Igual que el Narrador que fue asesinado en las Festividades, igual que nuestros compañeros muertos en el atentado al Consejo!_ los vítores aumentan y entonces mis piernas empiezan a temblar. ¿Por qué? ¿Por qué hablar de eso hoy?_ ¿Qué sentido tendría para nosotros amar a alguien, amar a algo, si no hacemos algo al respecto? ¿Dejaremos que estos males queden impunes?
_¡¡No!!_exclama el público, hundido en la actuación de Markham Alcott como si fuera un buen acto de magia de las calles.
_¡Tenemos que defender Fairytale! ¡Tenemos que cuidarnos entre nosotros!_grita él, elevando los brazos al aire, casi tocando el marco de flores. Parece que todo ha sido adrede. Markham Alcott luce como un Dios pagano debajo de la decoración, con las luces y la nieve artificial y el humo que ha quedado del momento del baile.
_¡Sí!_responden los agasajados.
_Y yo estoy para cuidarlos, también. ¡Brindo por que nuestros sueños y los sueños de nuestros hijos sean seguros! ¡Brindo por la paz! ¡Brindo por Fairytale!_ el amo de la mansión es aclamado, con aplausos, gritos y silbídos. La gente lo adora. Adora a este monstruo._Por eso... por eso..._boquea y sonríe mientras los aplausos y elogios cesan._Por eso no sólo les traigo éste brindis, sino que también les traigo un regalo.
La gente empieza a mirarse entre sí, preguntándose a qué se refiere, qué es lo que Markham Alcott quiere regalarles el día de hoy.
_Se los he dicho y lo vuelvo a repetir. Son las personas más importantes y están aquí reunidas. Quiero que sean partícipes de las decisiones que hemos tomado en una reunión privada de los Consejeros de Primera junto a los Narradores. Decisiones que harán de nuestro mundo un lugar mejor para todos, decisiones que conciernen a la justicia por nuestro Narrador Malek Dulab, que en paz descanse. ¡Abran las puertas!

Fairytale (Fairytale #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora