CAPÍTULO 13

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Ponerme cómoda y descansar. _iré a mi habitación..._murmuro, acomodando las piernas para ponerme en pie. Un cosquilleo caliente las recorre y las siento un poco pesadas, como si estuvieran adormecidas, supongo que por efecto de los medicamentos.
_Te sentirás algo cansada ahora._dice mi amo._es por las inyecciones. Puedes dormir en mi cama, si quieres.
_¿Su cama?_siento la boca pastosa, y creo que me ha dicho la verdad sobre ese extraño remedio.
_Es cómoda._se encoge de hombros, como si estuviera diciendo algo coherente.
_Yo...no es propio.
_Puedes quedarte en los sillones._dice, cambiando de opción._te traeré una manta.
_¡Claro que no!_él trota levemente hacia su habitación y luego se gira hacia mí, levantando las cejas. ¿acaso está loco?_No puedo quedarme aquí.
_Bueno, si crees que no estarás cómoda en los sillones está la habitación de servicio disponible..._con grandes pasos cambia de dirección y camina hacia el rincón para abrir la puerta y meter la cabeza dentro. Lo veo arrugar un poco la nariz._pienso que estarás más cómoda aquí. Así podré cuidarte si necesitas algo.
Empiezo a sentir la cabeza un poco nublada, pero eso no es suficiente para olvidarme de las cosas._ ¿Usted? ¿Cuidarme a mí?
_Sí._se apoya en el marco de la puerta y me dedica una sonrisa socarrona._alguna vez he cuidado a mi hermana cuando tenía gripe._No creo que su hermana pasara más de un dia en cama. Si pueden disminuir el proceso de soldado de los huesos de cuatro semanas a una sola, una gripe apenas es una molestia.
Audrey Alcott no murió con los pulmones obstruídos.
Me levanto de un salto y el yeso contacta incómodamente con el suelo. Afortunadamente no siento dolor, pero mis rodillas se han vuelto de gelatina. A trompicones voy andando hacia las enormes puertas dobles._Iré a mi habitación._escupo. No voy a quedarme aquí. No necesito que James Alcott juegue a la enfermera conmigo. Agradezco el alivio del dolor, pero mi orgullo me impide tomar más de él. No quiero estar aquí por lástima y no necesito una niñera. Soy una esclava, sobreviviré.
_Espera, Lenore..._tomo el pestillo y de reojo percibo que él se acerca a mí para evitar mi huída colocando una mano sobre la madera de la puerta._¡Vamos, mujer, deja ya esa testarudez!
_Tengo una habitación propia. No voy a quedarme aquí._él rueda los ojos.
_No me molesta que te quedes aquí, por el contrario...
_¡A mí sí me molesta!_mi amo abre los ojos, sorprendido. El color azul es impresionante a esta distancia. Puedo ver que se siente herido por lo que acabo de decirle. Me invade la culpa y eso me molesta aún más.
_Gracias._le digo._pero no necesito más. Estaré bien.
_Si es por Mildred..._empieza él_imagino que se ha retirado de la casa a esta hora._dice, ojeando un refinado reloj dorado en la muñeca.
_¿Qué?_atino a contestar. No me cabe en la cabeza que haya despedido a Mildred.
_En unas horas enviarán una nueva Ama de Llaves y tendrá que hacer lo que yo diga. No habrá más castigos en esta casa._no puedo hacer más que observarlo con la boca abierta. Si de verdad lo ha logrado, es increíble. El corazón se me salta un latido y bajo la vista hacia sus labios, que sonríen de manera gentil.
Cierro los ojos.
Es demasiado bueno. James Alcott no debe ser real.
_Debo ir a mi habitación._murmuro._ Gracias por todo, pero es suficiente...
_No podía dejarte así._su voz es baja y ronca. Los sentimientos se agolpan en mi cabeza. Quiero irme, pero también quiero quedarme. Quiero agradecerle con más efusividad, decirle que estoy feliz por no sentir ese dolor desgarrador en mis pies, que por una vez en la vida podré descansar sin preocuparme porque el Ama de llaves venga a buscarme para castigarme, pero no es justo.
_¿Por qué?_pregunto, en cambio. James Alcott me mira fijamente, pero nada sale de sus labios._Soy solo una esclava. No merezco estas atenciones.
James Alcott se acerca un paso más, sin dejar de observarme._¿Por qué dices eso? Todos merecen alguien que se preocupe por ellos.
_No es correcto que ese alguien sea un amo.
_Estoy velando por el bienestar de mis trabajadores._él sacude la cabeza mientras habla, intentando mostrar la obviedad. Yo siento un puñal clavado en el corazón.
_Iré a mi habitación, si me lo permite._él frunce el entrecejo y se aparta torpemente de la puerta.
_De acuerdo, pero te acompañaré.
_No es necesario, ya no me duele._le digo, intentando convencerlo de quedarse y dejar de hacer cosas extrañas.
_Podrías caerte en las escaleras. Te estás apoyando sobre la pared_señala_,no tienes fuerza.
_¿Por qué siempre se da cuenta de todo?_me quejo y él sonríe como un crío orgulloso.
_Vamos, terca, te cargaré._se agacha colocando los brazos en una posición que le permita tomar mis piernas, y doy un salto antes de que lo logre. Ya me arrojó sobre el sillón varias veces llevándome en sus brazos, pero ahora es diferente.
_¡No!_me niego. Rotundamente. Me arden los pómulos ¡Qué hombre desubicado!
_Sólo indícame por dónde ir. Prometo no soltarte._agrega con una sonrisa. Cuando veo sus fuertes brazos se que no lo haría, pero eso sería...no, ni loca.
_No me cargará hacia ningún lado._él se ríe y se encoge de hombros.
_¡Está bien!_estira la E, para burlarse de mí y luego echa los ojos hacia atrás._ entonces solo recárgate en mí, te sostendré mientras bajamos.
_Puedo hacerla sola. Lo hice antes de esos bloqueadores._señalo con el pulgar hacia atrás, cuando el médico me inyectó todas esas cosas.
La sonrisa se le borra en menos de una centésima de segundo._Catalizadores._corrige._Y no tienes opción, vamos._me ofrece el brazo y me limito a observarlo._lleva una camisa a rayas arremangada sobre el antebrazo. Lentamente deslizo mi mano sobre la fosa del codo, intentando tocar lo menos posible. Me siento abochornada, aunque podría estar cumpliendo el sueño de varias esclavas.
Él abre la puerta y aprieta su otra mano contra la mía, llenándola de calor.
Ya quiero llegar a mi habitación.
Atravesamos el pasillo con lentitud. Él lanza una mirada cargada con significado hacia los enormes cuadros colgantes y yo trago saliva, esperando otro de sus comentarios subversivos, pero no llegan.
Creo que percibe mi incomodidad, porque de sus labios no sale absolutamente ninguna palabra. Sólo se dedica a escuchar mis indicaciones.
Cuando llegamos a la escalera de servicio, se oye el normal bullicio de la cocina: el ruido de las ollas, cuchillas de acero cortando sobre tablas de picar, el siseo de un líquido saltando sobre el sartén, las puertas dobles quejándose en su vaivén cuando alguien entra o sale, los aromas.
Al bajar, varios ojos nos observan. Pertenecen a camareros que están afuera esperando un pedido y a algunos cocineros que alcanzan a vernos a través de las ventanas interiores de la cocina. Siento como clavan la mirada en mí y bajo la mía, avergonzada. Se lo que piensan, ¿qué tengo yo de interesante como para ser tratada con tanto favoritismo? Clarke falleció apenas hace unos días, él no recibió atención médica, pero yo sí por una simple fractura.
_Puedo ir sola desde aquí._murmuro. James Alcott me observa de reojo, ignorando completamente mi petición y tironea de mí por las escaleras después de saludar a quienes nos mira con un gesto.
Aún siento los ojos clavados en nuestras espaldas. _No necesito que me acompañes más adelante._le repito. Él vuelve a pasar de mí, y observa el insulso pasillo con curiosidad. No está acostumbrado a tanta simpleza, creo que ni siquiera imaginaba que había un sitio así bajo su techo. Ojea los baños estirando el cuello y frunce el ceño, una vez más durante este desgraciado día. Cuando llegamos a mi habitación, me paro junto a la puerta y quito la mano que está debajo de la suya de un tirón._Bien. Gracias. Puede irse._el muy desgraciado rueda los ojos y empuja mi puerta como si se tratara de su habitación. Me pongo roja al instante, no hay nada lindo ahí dentro y me doy cuenta que piensa lo mismo cuando desliza su mirada por las blancas paredes vacías y por la estrecha cama. Después mira la ventanita que está arriba, en la pared, y traga fuertemente.
Me molesta que mire así mi habitación humilde, como si durmiera bajo un puente o algo parecido._No tienes nada que hacer aquí dentro. Vete._le escupo.
Él parece despertar de su sueño y se gira a verme, extrañado por la dureza de mis palabras._ Quiero ver que estes bien mientras no estoy._¿Quién se cree que es? ¿El padre de los pobres?
_Tal vez me encuentres muerta mañana._le digo. Estoy siendo desagradecida, pero necesito hacerlo, tiene que darse cuenta de que todo esto está mal.
_No hagas esas bromas._se queja, colocando las manos en las caderas y dando otra repasada con la mirada a la habitación casi vacía. Le parecerá tan fea que creerá que por ello puedo morir aquí dentro.
_No es una broma._siento las lágrimas quemar en el fondo de los ojos y me arrojo sobre la cama, tratando de disimular.
Me he dejado los zapatos en su habitación, maldita sea.
_¡Por los Narradores! ¿De qué estás hablando? Estarás bien, el médico ya te curó...
_¡Ese es el maldito problema! ¿Por qué dejaste que lo hiciera?_golpeo la cama con las palmas de la mano y las lágrimas me recorren el rostro. Lloro cuando estoy nerviosa, lo odio, porque me hace ver frágil. No quiero ser una llorona, quiero ser más fuerte de lo que soy.
_¡No te molestó tanto cuando dejó de dolerte!_me retruca mi amo cruzándose de brazos y plantándose en el suelo de mi habitación.
_¡Tú me obligaste!_él rueda los ojos y tuerce el gesto, harto de mí. Quiero que se vaya, ahora. Lo único que está logrando es que se desparramen más chismes por toda la casa.
_Eres una mujer desagradecida._susurra y dirige sus dolidos ojos azules hacia mí, entonces se da cuenta de que estoy llorando. Suspira y se acerca a mí.
_Aléjate._como siempre, no me hace caso, y totalmente inapropiado se sienta sobre la pequeña cama a mi lado.
_¿Qué ocurre? ¿tienes miedo de quedarte sola?
_¡Claro que no!_ él sonríe de lado y me golpea amistosamente con el hombro.
_Vendré a visitarte. Lo prometo._muevo mi trasero lejos de él y lo miro con mala cara.
_No se trata todo de ti, ¿sabes?_me lanza una sonrisa torcida que indica que en realidad sí que todo se trata de él.
_¿Y de quién entonces? ¿De tu novio?
_Clarke era mi amigo, no mi novio..._susurro. Por fin James Alcott hace silencio y me observa.
_¿A qué te refieres?
_Me refiero a que ni siquiera sabes quién trabaja para ti en esta casa._le lanzo con veneno._ te atendía todos los días en el salón comedor y no sabes quién era.
_Lenore, hay mucha gente trabajando aquí, no los conosco a todos aunque quisiera..._le muestro el perfil, dándole a entender que no me importa lo que está diciendo aunque una vocecita me susurra que él tiene razón. _Si no me dices qué ocurre no sabré como ayudarte.
_Solo...vete de mi habitación, James...no hay nada que debas hacer aquí abajo.
_¿James?_lo ignoro y miro la pared, esperando que se vaya de una vez por todas._¿Que ocurrió con tu amigo, Clarke?_pregunta después de un rato. Hay molestia en su voz, como si el simple hecho de hablar de Clarke le hiciera picar el cuerpo.
_¿Por qué hiciste que me atendiera ese médico?
_¡Cielo santo, Lenore! Tus malditos pies están rotos porque te han torturado, ¿no te parece una causa justa?
_No me torturaron.
_No sabes siquiera lo que es la tortura, no me contradigas._me retruca.
_¡Ay, discúlpame por ser tan ignorante!_exclamo, levantando las manos y acercándome con sorna._será porque tú nos haces así.
_¿Yo?_se señala, rojo de ira._¿Qué tengo que ver yo?
_¡Tú también estás en ese estúpido Consejo! Contribuyes a las torturas que estás nombrando._él boquea como pez y se levanta de un salto, señalándome.
_¿Lo ves? ¡Eché a Mildred a la calle! ¡Por ti! No sabes cómo me partió el alma verte andar así..._ruedo los ojos.
_No te partió el alma cuando Clarke terminó dentro de un ataud por la gripe.
_¿Qué?_me quedo callada, dándome cuenta de lo que he soltado.
_ ¿Soy un experimento o algo? ¿Por qué haces todo esto?_de nuevo no obtengo respuesta._no debí dejar me pusieran esas inyecciones.
_Eres mi amiga, Lenore..._susurra él. Odio que me llame así.
_No lo soy. Y lo único que estás logrando en que mis compañeros me odien._le digo, quitándome el cabello de la frente.
_¿Por qué harían eso?
_Él necesitaba que alguien lo ayudara, no yo._vuelven a salir más lágrimas, esta vez por la culpa. Me tenté por las atenciones de mi amo, estoy olvidando mi lugar, estoy olvidando que soy un esclava. Estoy aquí, discutiendo con él por unas inyecciones cuando mis compañeros están afuera de un lado para otro sin quejarse del dolor en los pies o porque llevan horas sin probar bocado.
_Lenore..._siento sus fuertes brazos a mi alrededor, y sigo haciendo mal las cosas. Me abrazo a su pecho arrugándole la camisa y lloro. Me siento a salvo y en paz, así. Pero no dura por siempre.
_¿Por qué no me dijiste?_pregunta James Alcott contra mi cabello.
_¿Porqué habría de importarte?_le respondo, alejándome y secándome las lágrimas.
_Soy un monstruo para ti, ¿verdad?_dice mi amo, dolido._¿tan horrible me ves?
_No, yo...
_Sí. Jamás le he negado ayuda a nadie, tu amigo no habría sido la excepción._sus palabras son como un cachetazo._no me importa que esté ridículamente prohibido...¿una gripe? ¡Cielo santo!
_Yo...creí..._él se levanta de la cama, alejándose de mí como si no supiera quién soy.
_No intentes arreglarlo. Me lo has dicho muchas veces pero me negué a creeelo. Me odias. Pero ni siquiera me conoces._dice él, agarra el pestillo y abre la puerta.
_¡James!_ como de costumbre, no me hace caso. Cierra la puerta educadamente, ignorándome, y desaparece de mi habitación.

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Ahora sí, odien a Lenore!! 🤣🤣🤣

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