CAPÍTULO 1

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"Los esclavos son los seres más abnegados de Fairytale. Donde se requiera ayuda y asistencia, allí estarán a entera disposición de la sociedad, porque si no lo hacen su existencia será infernalmente infeliz."

Espero que nadie haya oído mi grito, pero me da la sensación de que fue escuchado en toda la mansión. Me tiemblan las manos cuando las llevo a mis labios.
Van a matarme. Van a matarme.
¿qué he hecho? ¡soy una estúpida! ¿cómo he podido ser tan torpe? Jamás me había sucedido algo así antes ¡jamás!
Troto un par de pasos hacia la ventana, imaginando lo que encontraré. Una cabeza destrozada, un cuerpo contorsionado, sangre y sesos desparramados por el cesped.
Me da un vuelco al corazón ante la visión del exterior. James Alcott me devuelve una ceñuda mirada desde el piso del balcón.
¡El balcón! Con mi nerviosismo, ni siquiera fui capaz de recordarlo.
¡Estoy salvada! O casi...me castigarán, de forma dolorosa, y luego me venderán por pocos créditos. Ahora soy una esclava que no vale nada, me comprará alguna familia horrible. Mi vida será un infierno, peor que este donde me encuentro ahora.
¿Qué he hecho?
De un salto me incorporo y corro hacia las puertas francesas. El generoso balcón, se extiende prácticamente por todo el largo de la habitación. Apenas lo había ojeado cuando Dominique me enseñó los aposentos. El sector derecho es casi tan grande como la sala y también contiene sillones. Eso es lo que noto al pasar, pero mi concentración está en James Alcott que se encuentra despatarrado, apoyado en un codo y pasando su mano por la destruida camisa.
_¡señor! Digo, ¡amo!_ bien, Lenore, arruinalo más si puedes._ ¡amo! Lo lamento ¡lo lamento tanto! No fue mi intención..._me arrodillo junto a él e intento por todos los medios no mirar su rostro. No se qué hacer, trato de levantarlo pero es obvio que no puedo hacerlo sola. Mis ojos se desvían hasta los suyos. Se ha quedado quieto y muy serio.
Me entra el pánico, siento que los ojos me escuecen. Me muerdo los labios. Estoy haciendo todo mal.
Entonces James Alcott sonríe, levemente. Es un instante, pero me salto un respiro y se me acelera el corazón. No se que va a ocurrir conmigo.
Él se incorpora y se frota uno de los hombros. Me pongo en pie y bajo la cabeza. Espero una reprimenda, un cachetazo. Tal vez él decida arrojarme por el balcón.
Simplemente camina de regreso y se mete dentro del vestidor.
¿qué debo hacer? Pienso quedarme allí mientras él termina de cambiar su ropa, pero veo la bandeja en el piso. Empiezo a limpiar el café primero y luego recojo las servilletas desparramadas, noto que mi amo sale lentamente del vestidor y me observa, puedo sentirlo como un cosquilleo en la nuca. Encuentro la magdalena junto al borde de la manta en la punta de la cama. La recojo y me pongo de pie, deposito la bandeja sobre una mesita y me dispongo a esperar mi castigo nuevamente.
Nada ocurre. Alzo los ojos, sin poder evitarlo y caigo en la cuenta de que observa la magdalena. Eso no va a salvarme.
Vuelvo a agachar la cabeza. Él se acerca. Aprieto los párpados esperando el golpe pero solo me entrega la camisa.
_tendrá que ir al lavadero._me dice. Vuelvo a percibir como arden mis globos oculares, asiento y tomo la camisa de sus manos.
Espero. Subo la vista y él alza las cejas.
Lo he hecho otra vez, otro error. No debo volver a mirarlo a los ojos.
Vuelvo a afirmar con la cabeza y salgo de la habitación, atravieso la sala y huyo como una cobarde, en busca del lavadero. Ahora él llamará a Mildred y vendrán a buscarme con azotes.
Coloco la camisa en una de las lavadoras. No hay nadie aquí abajo.
Espero. Espero, pero nadie llega.
El ciclo de lavado se acaba, vuelvo a iniciarlo y utilizo un gran cantidad de un quitamanchas que no conosco. Hace maravillas, no queda rastro del café. Realizo lo necesario para que quede impecable, planchada y almidonada, la coloco en un percha dorada y empiezo lentamente a subir los escalones. Deslizo los dedos por la pared durante el trayecto, se siente rugosa, a diferencia de la baranda. Continúo hasta la planta superior, camino entre las obras de arte hasta la habitación de James Alcott. Giro el pestillo y asomo la cabeza, debo hacer algo bien por una vez, así que no busco al amo con los ojos, busco mi sitio en el rincón primero.
Ante mi sorpresa, allí está Dominique haciendome unas extrañas señas. Quiere que me vaya, no debo estar aquí mientras ella lo atiende, aunque supongo que James Alcott está en sus aposentos porque no siento su mirada penetrante sobre mí.
Le alcanzo la camisa y me escabullo de la sala. Debo ir con Mildred ahora.
No quiero hacerlo. Se lo que me espera. Creerán que intenté asesinar a mi amo.
Desciendo lentamente la escalera, una vez más. Los pies sufren con cada paso y me tiemblan las piernas, pero no me detengo. Pregunto en la cocina dónde encontrar a Mildred y me envían al jardín. No me distraigo con las flores, las farolas, los caminos o las decoraciones. No voy a retrasar lo inevitable.
La distingo a lo lejos, indicando a unos hombres con tijeras de podar dónde deberían recortar ramas. Cuando acaba sus ordenes, me presento ante ella inclinando la cabeza.
_señora.
_Lenore. Ve a la biblioteca principal a ayudar con la limpieza._la miro, sorprendida, pero no diré nada. Si él aún no ha hablado, no seré yo quien lo haga. No soy tan tonta como para llamar solita a los azotes.
Asiento con la cabeza y doy media vuelta para volver a entrar a la casa.
La biblioteca es tan enorme como todas las estancias de la mansión, tiene techo alto y abovedado adornado con una pintura de ángeles, estrellas, planetas y plumas. Es una combinación extraña, pero se ve majestuoso. Mientras quito el polvo casi inexistente, husmeo los títulos con cuidado de no ser vista por las demás esclavas. Quisiera poder leer aquellos libros.
En las repisas, hay libros viejos cuyos títulos ya no se distinguen, y otros que tienen lomo de tela con colores gastados por el paso del tiempo. Imagino que tienen hojas amarillentas grabadas con tinta de una pluma. Deben ser tan, pero tan viejos, que algunos quizá no esten escritos en mi idioma. Tal vez en latín, como los escudos de las familias ricas. O en griego, una vez escuché a los Bomm hablando acerca de ese idioma.
"Orgullo y Prejuicio". Es uno de los libros que parecen nuevos. Me pregunto de que se trataría. Tal vez de nuestra sociedad, aunque las familias ricas no se definirían así mismas como orgullosas, pero yo sí podría clasificarlas de ese modo. Orgullosas y prejuiciosas, las clases altas dirigentes. Apuesto a que un esclavo puede hacer mejor las labores de los ricos, apuesto a que yo podría hablar el latín mejor que ellos, podría ser más util en los congresos, dado que no conocen la verdadera sociedad. Pero solo soy una esclava, y ellos creen que no pensamos. Solo servimos para fregar, cocinar y servir y así somos muy felices.
Quisiera poder ojear ese libro.
_No está en la biblioteca privada de James, tonta. Está aquí, no hace falta que vayamos a su habitación._bajo la cabeza al oír esa voz, y me dirijo inmediatamente hacia la puerta, como es debido. No podemos estar aquí limpiando si uno de los propietarios está presente.
Las cuatro esclavas que estábamos trabajando salimos en hilera. Las dos mujeres que acaban de entrar ni siquiera se fijan en nosotras. Una lleva un elegante vestido rosado y el largo cabello rubio suelto en ondas hasta debajo de la cintura. Parece una muñeca de porcelana. La otra, también de cabello rubio, es un poco menos delicada, más bien atrevida. Tiene un escote muy pronunciado y la ropa muy ceñida. Un ancho collar de brillantes le adorna el largo cuello, debe valer cientos de créditos.
_ ¿quiénes son?_le susurro a una de mis compañeras de vestido azul.
_Pues, la de rosa es Audrey, la hija menor de los Alcott...
_ ¿y la otra?
_ La prometida de James Alcott. Bridgette Landon.
_¡es una bruja!_ susurra otra de mis compañeras, va sacudiendo el plumero sobre los cuadros.
_Sí,_continúa otra, la más bajita del grupo. Creo que alguien la llamo Dafne._no puedo creer que el amo James se case con ella algún día...
_Parece...tan antinatural._miro a la muchacha.
_¿Por qué?_ pregunto.
_ Porque él es muy bueno para ella._responde la muchacha del plumero.
_Los dos son de clase alta._dice la que me respondió primero._no es antinatural. Es normal.
_Están prometidos desde el nacimiento, eso no es normal._asegura Dafne.
_Todos estamos comprometidos desde el nacimiento._le retruca, con voz enojada_Los Narradores ya han escrito nuestro destino, solamente que es diferente para nosotras. Son diferentes formas de ser felices.
Entonces todas bajamos la cabeza. Aquella esclava tiene el eslogan de Fairytale quemando en la cabeza, no es bueno discutir estos temas delante de ella.
Sobre todo yo, que aún espero que salten sobre mí para castigarme y echarme de la casa.
Mi actividad llega a su fin a las diez de la noche. Encuentro a Dominique junto a las escaleras y me informa que el amo James se había retirado a dormir temprano. Por hoy, mi nueva rutina está acabada.
O tal vez, mi última rutina.
Después de tantas horas, puedo sentarme por fin a comer algo. He visto algunos de los platos de porcelana que se destinaron al comedor principal: sopa de legumbres, cordero asado con papas al verdeo, algunos bocaditos hechos con fiambres y embutidos, matambre de pollo, ensalada Waldorf, brochetas de mariscos y otras cosas más que no pude ver. Y también están los postres: el brownie con merengue que estaban preparando hoy cuando llegué a la mansión y también hay cheesecake, torta de chocolate y lemon pie.
Nosotros comeremos estofado y no habrá postre, con suerte podremos degustar algunas sobras mañana.
Bueno los demás podrán hacerlo.
Yo apenas intento cenar, porque mi estómago está revuelto por la ansiedad y casi no pruebo bocado. Muchos me miran extrañados, porque un esclavo no desperdicia un plato de comida tan bueno.
Me dirijo a mi habitación luego de ello. Los esclavos de la cocina y encargados de servir la cena harán lo que reste, como lavar los platos y levantar la mesa cuando se retire el último comensal. Temprano en la madrugada algunos empezarán a preparar el pan y las comidas más elaboradas. Al menos los de mi tipo podrán descansar más horas.
Pero yo no podré dormir hoy.
Miro la puerta, sentada en la cama. Es inútil ponerme el camisón.
Se que vendrán a buscarme.
James Alcott me ha torturado lo suficiente. Me ha dejado pasar el día pensando en qué pasará luego de mi desastroso desempeño.
Al menos no he chocado con Elen desde que nos separamos para realizar nuestro trabajo y durante la cena se mantuvo alejada cotilleando acerca de la nueva familia que servimos. No hubo tiempo para lanzarme su habitual veneno.
Menos mal, mis nervios ya son suficientes.
Vamos, estirado. Aparece de una vez.
Las horas pasan. Siento los párpados pesados, pero la inquietud me está consumiendo.
¿Vendrán a buscarme de noche mientras todos duermen? Nadie me extrañará de todos modos, podrán decir que me he escapado o que me han vendido. Me colocarán debajo de alguna de esas bonitas flores y nadie sabrá que estoy ahí, nadie sabrá lo que me han hecho.
Vamos, James Alcott, ¿a qué esperas?
Doy un grito ahogado cuando oigo el sonido de la alarma.
Me he quedado dormida en el transcurso de la noche.
Todo está como la última vez que miré: la puerta del closet cerrada, igual que la puerta de entrada. Ahora entra algo de luz a través de la pequeñisima ventana en la parte superior de la pared.
Nadie ha venido a buscarme ¿Por qué?
James Alcott es un tipo retorcido.
Siento un dolor en la boca del estómago. Tengo miedo.
¿Qué es lo que está aguardando?
¿Le habrá contado aquella esclava la charla acerca de su prometida y el compomiso? ¿Sabrán que he leído los títulos de los libros que he limpiado? ¿Que me he detenido a observar sus obras de arte?
Una vez el viejo Buddy me dijo que es peligroso para un esclavo saber leer y apreciar las pinturas. Porque el saber y el pensamiento nos dan poder y que los esclavos tengamos poder cuando somos una cantidad mayor que las clases dirigentes se convierte en el peor de sus desastres. Buddy fue quien me enseñó a leer. Y tal vez tenía razón en su historia idealista, pero no somos peligrosos. Somos esclavos. Nosotros somos los que tememos.
Observo la puerta. No tiene adornos dorados como las plantas superiores. Es blanca y lisa.
Bajo un pie de la cama y luego el otro. No dejo de mirar la puerta.
Abro el ropero y tomo un vestido azul. Me preparo como todos los días, colocándome las medias y los zapatos. Aún tengo resentidos los pies pero no es una opción quejarse.
Salgo de la habitación hacia los baños. Dafne está allí, y algunas esclavas cuyos nombres aún no conosco.
Subimos juntas las escaleras hacia la cocina, donde nos espera un desayuno simple: café y tostadas con mermelada. Intento atiborrarme lo suficiente, dado que en casa de los Bomm nunca nos ofrecían mermelada.
Pasados los veinte minutos para desayunar, encontramos a Mildred en las puertas de la cocina. Dominique, que me había saludado desde el otro extremo de la mesa, se nos une y juntas nos dirigimos a la planta superior.
No me apresuro, se que dentro de esa habitación encontraré mi castigo por mi mal comportamiento de ayer.
_Muévete, cariño. Algunas queremos trabajar el día de hoy._no tengo tanta suerte acerca de no cruzar a Elen. La ignoro.
_No se porqué te han dado ese puesto a ti. No valoras lo que tienes._si supiera...
Elen me da un empujón y pasa a mi lado con destino al enorme baño de James Alcott. Desaparece de mi vista en un abrir y cerrar de ojos.
_pues debe ser verdadero entusiasmo por trabajar_dice Dominique con una sonrisa_porque el amo no se encuentra allí.
_¿N-no?_susurro. Ella niega con la cabeza.
_Cuatro días a la semana asiste a las reuniones del consejo. Es un aprendiz, tendrá que reemplazar a su padre cuando él se retire._vaya, político. Seguidor férreo de las leyes de Fairytale, peor para mí.
Demoramos casi el mismo tiempo de ayer en arreglar la habitación, la sala y el vestidor. Extrañamente mi compañera no ha mencionado nada acerca del asunto de mi primer día, ni siquiera ha preguntado por la camisa blanca. Y sólo he tenido que soportar el insesante palabrerío de Elen por un rato. Compadezco a su compañera.
A mediodía fuimos llamadas para almorzar. Hoy tuvimos suerte, sobraron varias cosas de la cena de anoche. Los langostinos estaban un poco gomosos, pero fueron una delicia para mí, igual que el matambre. Al menos, si me toca morir por mi error, moriré feliz luego de ese almuerzo. Los Bomm no acostumbraban a comer frutos de mar porque eran alérgicos.
Son casi las cuatro cuando Dominique, me saluda:_Es hora. Te veré por la tarde.
_¿Qué?_pregunto, con un leve deje de histeria.
_Debemos cambiar de turno. Justo como ayer._sonríe, mirándome como si fuera lenta. Toco su hombro cuando intenta irse a través de las puertas dobles.
_¿Debo quedarme aquí?_ Supongo que estoy confirmando sus pensamientos, pero no me importa. Estoy desesperada, no quiero quedarme aquí.
_Sí...aún no han llamado para avisar que el amo ha llegado, pero seguro lo hará pronto._como para burlarse de mí, ambas oímos el intercomunicador. Dominique sonríe y cierra la puerta, yo me dirijo a la barra solo para asegurar que, efectivamente, James alcott se encuentra en la mansión nuevamente.
De repente me tiemblan las piernas. Me coloco en mi nuevo rincón habitual, a la espera de su ingreso.
¿Habrá expuesto mi caso en el consejo? ¿Tal vez ha preguntado a los más veteranos qué castigo corresponde a una esclava que ha intentado arrojar a su amo por una ventana?
Los minutos pasan hasta que finalmente oigo el pestillo. James Alcott atraviesa la sala con su orgullo característico, directo a su habitación.
Al cabo de un rato, regresa a la sala y toma la tableta. Como el día de ayer, se ha quitado el saco y la corbata, y se sienta de forma cómoda sobre uno de los sillones. Finalmente, alza la mirada y me observa.
He cometido el mismo error. No debería estar viéndolo, debería estar concentrada en el piso, siendo invisible. Pero él ha sentido mi mirada en su persona y se ha percatado de mi presencia dentro de la estancia. Otra vez.
Aparto los ojos tan pronto como puedo. Siento sus ojos azules perforando en mi persona. Se que no debo mirar pero la curiosidad mató al gato. Lo hago.
James Alcott alza una ceja y siento el calor trepando por mi cuello hacia mi rostro. Vuelvo a apartar la mirada e intento convencerme de dejar de meter la pata.
_No te había visto antes, en la mansión. _adiós a no llamar la atención.
_Soy nueva, amo._le respondo. Al inicio mi voz sale como un chírrido, tengo la boca seca. Él no responde enseguida, pero puedo sentir sus ojos atentos.
_¿Cómo es tu nombre?
_Lenore.
_Lenore._repite él, con lentitud. Su voz suena profunda y suave, como si estuviera intentando recordar alguna cosa. De nuevo, no puedo evitarlo y tengo que mirarlo. No ha apartado sus ojos azules de mí.
Vuelvo a bajar los ojos al piso de mármol.
_¿De dónde vienes?_pregunta. Sabe que me han comprado, no soy demasiado joven. Mas bien, él parece de mi edad.
_Pertenecía a la familia Bomm._aprieto las manos que tengo cruzadas delante de mi falda y flexiono los dedos de los pies. El dolor aún sigue presente, pero no quiero verme inquieta delante de James Alcott.
_¿Por qué estás en ese rincón?_¿Que? ¿Por qué ha preguntado eso?
_yo...es mi sitio, aquí debo estar..._no se qué responder a esa pregunta.
_Por favor, siéntate. _señala de modo sospechosamente amable uno de los sillones frente a él. Intenta que me equivoque, así mi castigo será peor. Debe ser un hombre muy sádico.
_No me corresponde, amo.
_Pues parece cansador e incómodo estar de pie en ese sitio. Siéntate._vuelve a señalar el sillón. De verdad desearía alguna vez colocar mi trasero en uno de esos bonitos almohadones, pero este no es el momento indicado.
_Estoy muy cómoda aquí, no se preocupe._No aparto la mirada del suelo, no caeré. No puedo cometer errores. Además, esto me pasa por observarlo de manera tan indiscreta.
Hay silencio una vez más. No se si ha retomado sus actividades en la tableta o finalmente ha decidido ignorarme.
Cuando siento que es seguro, vuelvo a flexionar mis pequeños dedos dentro de los zapatos y cambio el peso a mi lado derecho. Dicho talón aúlla, pero debo soportar las horas que me faltan.
Oigo un suspiro.
_Si no te animas a sentarte frente a mí, puedes utilizar una de esas banquetas._me quedo tensa ¡Qué tipo diabólico! Su bonito rostro es un engaño. Si me siento pareceré una holgazana y me castigarán por ello también.
Si no me animo...intenta retarme. Mi orgullo se retuerce internamente, pero como esclava debo disimular no tener ninguno. Desearía hacerle tragar esa estúpida tableta. Y tal vez un trozo del sillón.
Ni siquiera lo miro. Levantaría el mentón, pero en lugar de ello aprieto más las manos y continúo sin apartar la mirada.
_No es propio, amo.
_¿Y qué se supone que es lo propio?_pregunta, con algo parecido a la irritación en la voz. Pues si antes seguía tentada a observarlo, ahora quisiera salir corriendo.
_Pues...lo propio..._¿Por qué pregunta estas cosas? Es simple, un amo no se sienta junto a un esclavo._mis órdenes son quedarme aquí, por si usted me necesita._respondo finalmente.
_Vaya..._murmura._no es que requiera demasiada atención. Podría usar el intercomunicador, es inútil que te encuentres allí toda la tarde._sí, lo es, pero esto siempre ha sido así y él lo sabe. Desea que le diga: "sí, esto y tú son inútiles, todo el sistema es inútil" . No lo haré. Recurro a lo más cínico que se me ocurre.
_Me hace muy feliz estar aquí a su disposición, amo._ suena tal como lo oigo en mi mente, como si me hubiera tragado cuatro platos de vidrio y además tuviera broches sosteniendo mis mejillas para sonreír. Suena muy falso, pero no importa, es lo que ellos adoran escuchar.
Una carcajada.
Mi cabeza se dispara como un resorte para encontrarme con unos azules ojos sonrientes, que antes parecían carentes de la posibilidad de albergar cualquier emoción. Desde aquí puedo ver una perfecta línea de dientes blancos.
James Alcott se ríe de mi estúpida frase patriota.
_Por supuesto._dice finalmente. _Gracias por ello. Lenore..._una de sus comisuras se eleva en una pequeña sonrisa. Entonces me doy cuenta de que estoy observándolo con la boca abierta.
Tal vez es así como lo ha visto Elen. Su rostro es diferente cuando sonríe, es cálido y alegre. No parece un amo, solo parece un muchacho más.
No puedo borrar los límites.
Giro mi rostro.
El mármol también es muy bonito.
El silencio me vuelve loca. No quiero estar aquí. Necesito irme de aquí.
¿Qué estás haciendo Dominique? ¿Por qué no vienes a relevarme? Podría mirar los títulos de los libros en la biblioteca y sería feliz de verdad.
_Quisiera un café, por favor._vuelvo a mirarlo, hay diversión en sus ojos. ¿qué le pasa a este idiota? Asiento con la cabeza y me dirijo hacia las puertas dobles.
_Lenore._me detengo. Siento mi corazón golpeando con fuerza en el tórax.
_Con una magdalena. Rellena de chocolate._el calor me sube hasta la sien.
Vuelvo a asentir y salgo de la sala. Me permito respirar cuando estoy en el pasillo. ¿Ese tipo se está burlando de mi?
Una vez en la cocina, le solicito el café a Carmen, que enciende una vez más la maquina y lo prepara tal cuál le gusta al amo James. También obtengo su estúpida magdalena.
Subo las escaleras y logro llegar en perfectas condiciones hacia las puertas dobles. Haciendo equilibrio abro una de las hojas y entro en el salón. Al instante puedo sentir su mirada sobre mí y noto que la bandeja se zarandea en mi mano izquierda.
Vamos, Lenore. No otra vez, hoy debo hacerlo perfecto.
Tin, tin, tin. Golpea la taza contra el maldito platito delatando mi mala habilidad y mi nerviosismo.
Pongo cara de póker y me acerco con cuidado al sillón donde James Alcott espera.
No mires su rostro, no mires su rostro...
Logro bajar la bandeja sobre la mesita junto al sillón. Tomo el platito y lo levanto. Él sólo agarra el asa de la taza y revuelve el contenido con la cucharilla. Tomo el siguiente pequeño plato de porcelana y lo pongo cerca de él, de modo que tome la magdalena con chocolate.
_Muchas gracias, Lenore._quisiera que no supiera mi nombre.
Lo he logrado. Realizo una reverencia apropiada, retiro la bandeja y me dirijo a la barra, donde la deposito. Tomo mi habitual posición en el rincón.
En un descuidado mis ojos se encuentran con los suyos. Está bebiendo un sorbo de café y me observa sobre la porcelana.
Me enderezo y clavo la mirada al suelo.
_¿Sabes?_dice él_es un poco...extraño, el observarte allí._debo estar arruinando la estética del lugar o algo así. El color de mi vestido se pierde en la pared, pero sigo desentonando junto a tanta opulencia.
_¿Desea que me vaya?_ le pregunto.
_No he dicho eso._responde._siéntate, por favor._pide, después de un rato. ¿Por qué demonios quiere que me siente?
_Amo, eso no es correcto. Si lo desea, puedo ir a...
_¿En casa de los Bomm debías convertirte en un florero?_¡pero qué irritante! He sido un florero toda mi vida, ¿a él qué le importa? No responderé a eso._No se cómo ha sido tu trabajo en esa casa_continúa luego. Habla lentamente, como intentando hacerme comprender._pero yo no soy como los Bomm. Por favor, toma asiento._afirmo mis pies en el suelo, no voy a moverme de aquí. No me hará cometer más errores.
_vaya, pero qué mujer testaruda..._le oigo murmurar.
Qué tipo insoportable. Seguramente esté loco, se ve que no está muy cuerdo. Además, ¡es un engreído! Típico estirado de la clase alta, habla sin respeto a los demás.
¡Vete al infierno, James Alcott! Podrán robar mis palabras, pero no callaran mis pensamientos.

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Hola gente!! Aquí dejo el primer capítulo, ya estaba ansiosa por subirlo. De a poco voy introduciendo el mundo de Fairytale y parece que los personajes no se agradan mucho, de hecho, los mundos diferentes de Lenore y James empiezan a colisionar. Pero eso ocurre cuando nos sometemos a lo desconocido,verdad?
Ojalá que les guste! Los leo!! <3

Fairytale (Fairytale #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora