1. Tres no son multitud

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Todo esto tan solo son divagaciones de una loca.

Ana estaba agotada física y mentalmente, su cuerpo ardía y sentía que a cada minuto que pasaba perdía la poca fuerza que le quedaba. Su boca estaba reseca de tanto respirar por ella, pero cada vez que hacía el intento de respirar por la nariz algo se lo impedía y empezaba a toser de una forma poco natural.

El conductor del Cabify la miró por el retrovisor de una manera que no supo reconocer cuando volvió a darle otro ataque de tos que parecía no tener fin; Ana estaba dudando de si había sido una mirada de "no dejes tus gérmenes aquí" o "te voy a dejar en el primer parking libre que encuentre". Y Ana no se lo podría reprochar, porque era el peor catarro que jamás había pasado, o al menos que ella recordase. Llevaba entre pañuelos y mocos desde el día anterior, poco tiempo en realidad, pero jamás se había sentido tan mal.

Quizás también era porque le faltaban sus dos mitades.

Había pasado los últimos días de promoción con los proyectos de su nuevo single y había echado de menos estar en casa con sus niñas bonitas; había echado de menos abrazarlas a todas horas, escucharlas hasta discutir, sentir que estaban ahí para todo a su lado...

Ana se mordió el labio inferior ansiosa por llegar ya.

En el momento en el que por fin llegó a su casa, casi se rio en la forma en la que se apresuró el conductor a sacar su maleta del maletero. De hecho, se hubiera reído si hubiera tenido fuerzas para ello porque parecía que tuviera más ganas aquel conductor que ella de bajarse del coche.

Por suerte, la canaria no tardó mucho en escuchar de nuevo las voces que tanto había echado de menos:

-¡No, me niego, Miriam!

-¡Mimi!

-¡Que no!

Ana salió del ascensor y aquello fue lo primero que escuchó en el rellano de su piso, quizás no había echado tanto de menos la parte de ellas dos discutiendo. Arrastró lo más rápido que pudo la maleta hasta su puerta, que no fue a una gran velocidad dado su estado, y sacó las llaves:

-¡Que no voy a volver a ver Solo en Casa! ¡Que no! ¡No aguanto otro de tus Ha...!-entonces los ojos verdes de Mimi se centraron en la puerta que se acababa de abrir dejando a medias la frase-¡Ana!

-No te distrai...-y en aquellos momentos fue Miriam la que se giró-¡Ana!

Un segundo después, la canaria tuvo a las dos rubias abrazadas a su cuerpo y respiró –por la boca- con una tranquilidad que no había tenido en días.

-¿Por qué no avisaste de que habías llegado ya a Madrid, Ana Banana?

-¿Llegaste bien? ¿Se hizo largo el viaje?

Ni siquiera le dio tiempo a contestar antes de que Mimi volviese hablar:

-Qué alegría tenerte aquí, ya no podía soportarla más...-se quejó haciendo un gesto hacia la gallega-, se pone histérica cuando no estás.

-¡Pues igual que tú, que te vuelves una puta del demonio!

Ana soltó una carcajada, porque realmente les había echado tanto de menos que no se podía creer que hubiera aguantado aquellos días sin ellas sin volverse loca, incluso sin sus tonterías. Pero en medio de la carcajada, cuando sintió cómo la nariz de Mimi empezaba a hacerle cosquillas en el cuello y las manos de Miriam se acomodaban en sus caderas buscando algo de piel debajo de la ropa, empezó a toser. Rápidamente se apartó de ellas poniendo el pañuelo en su boca, el que llevaba en aquel momento en la mano, y evitar esparcir más todos sus mocos.

3 no son multitud (WARMIRIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora