15. Navidad (II)

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Ha sido un verano demasiado largo.

Miriam acariciaba inconscientemente el cabello oscuro de Ana, haciendo que sus uñas rozaran levemente el cuero cabelludo de esta para después enredarse entre las hebras; la canaria ronroneaba de vez en cuando ante aquellos mimos, mientras se iba acomodando sobre el cuerpo de la leona y sus ojos se iban cerrando lentamente, algo que la gallega estaba notando ya que cada pocos segundos bajaba sus ojos para verla dormitar sobre su cuerpo.

-Te vas a dormir-le susurró cerca del oído.

Y durante unos instantes, los ojos de la leona volvieron a escanear aquella habitación de la casa que habían alquilado en Tenerife por vacaciones; era de tonos claros, que agradecían toda aquella luz natural que entraba por los ventanales y los toques isleños de los muebles lo hacían todo realmente acogedor. Llevaban pocos días allí, pero realmente a la gallega no le importaría tener una segunda residencia en la isla. Las agradables temperaturas, la gente y la intimidad, la desconexión de la capital y el mundo de la música...

Sin contar que Antonio estaría encantado de tener a su hija a dos calles de su casa.

-Mmh... pues para.

-No quiero.

Sonrió abiertamente, para luego cerrar los ojos ella misma; quizás una siesta, después de todo, no era mala idea. Miriam lo pensó incluso como una idea brillante. Si dormían un rato, en aquella última noche del año no tendrían problema para aguantar hasta la mañana siguiente, estarían bien durante la cena y la posterior fiesta.

Apretó los ojos y luego se relajó junto al cuerpo de Ana, dejándose llevar también por aquella comodidad y aquel sueño repentino, pero justo en aquel preciso momento, la puerta de la habitación principal se abrió de un golpe.

-Me he quemado.

Ambas levantaron la cabeza como un resorte en aquella cama de matrimonio, viendo a Mimi en el umbral de la puerta con una camiseta de tirantes y solo el bañador en la parte de abajo, y un adorable puchero en los labios.

-Te lo dije-bufó la gallega, sentándose mejor en la cama-. Te lo advertí.

-Miri...

-No. Tú tenías que irte a dormir al sol-siguió con la bronca haciendo que Ana le diera un suave golpe en el muslo-. A la piscina.

-Estaba enfadada.

-¡Fue tu idea, chica!-exclamó de vuelta.

Mimi volvió a hacer un puchero y Miriam supo muy bien por qué; si jugaban a piedra, papel o tijera para saber quién sacaba la basura y la granadina perdía, aquellas eran las consecuencias. Se enfadaba y su cara era un puchero constante. Sin embargo, era muy simple ganarla a aquel sencillo juego; ella casi siempre sacaba tijeras haciendo que la leona y la canaria lo tuvieran bastante fácil.

-Anda, ven aquí, bonita-cortó, de nuevo, Ana aquel inicio de guerra.

La rubia casi al instante dio dos pasos hacia la cama colocándose más cerca de Ana que de Miriam, pero al instante la gallega levantó la camisa para evaluar los daños mientras chasqueaba la lengua contra el paladar.

-Que desastre eres, Mimi.

-Pero si yo...

-No. No empiecen de nuevo ustedes dos-Ana besó la mejilla de ambas rubias respectivamente y con un rápido movimiento se levantó de la cama-. Ya iré yo a comprar el aftersun para esta gambita con piernas-señaló, para luego recordar-, sin juegos tontos para decidir quién va.

Las dos mujeres se quedaron en aquella cama, Mimi con la camiseta de tirantes levantada mostrando su desnudez con cierta naturalidad mientras Miriam seguía evaluando los daños en la espalda de esta y sus muslos. Sin embargo, ninguna volvió a abrir la boca hasta que la puerta de la entrada, en la planta inferior, resonó al cerrarse:

3 no son multitud (WARMIRIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora