11. Casa rural (II)

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Esta casa existe y sus anécdotas puede que para otras personas también.

-Mi cabeza...-gimió Mimi ajustándose la gorra a la cabeza y las gafas de sol-. Apagad la luz, illo.

-¿Quieres decir el sol?

-Por favor y gracias.

Aquella resaca que tenía la rubia no era ni medio normal; sentía que su cabeza vibraba ante cualquier tipo de estimulación, ya fuera un sonido o una luz, todo era demasiado doloroso para ser soportado tan temprano –aunque ya eran pasadas las diez de la mañana-. Todo su interior retumbaba haciendo que se sintiera mareada y con ganas de vomitar, aun con el regusto en la boca de todo el alcohol que había bebido la noche anterior.

-Me quiero morir...-lloriqueó apoyándose en la estructura del porche, justo enfrente de la puerta de entrada de la casa rural.

Mimi cerró los ojos, incluso habiéndole dado la espalda al sol para que dejara de taladrarle las sienes. Tenía que aprender a beber de una maldita vez, o dejar de hacerlo para siempre, cualquiera de las opciones estaría bien para ella.

-Eso te pasa por beber como si tu vida dependiera de ello.

-No necesito que me des tú también la chapa, ya tuve suficiente con Miriam y Ana nada más despertar-gruñó levemente mientras se masajeaba la frente y el puente de la nariz-. Ni siquiera recuerdo haber bebido tanto... de hecho, no me acuerdo de casi nada de lo que pasó anoche.

-¿De verdad que no te acuerdas de nada?-le preguntó Agoney con sorpresa.

-Pues...-pensó un poco intentando hacer memoria; solo recordaba su primera copa, tras las tres duchas por las que tuvo que pasar para quitarse de encima todo aquel repugnante olor a mierda. Finalmente la granadina se encogió de hombros:-. No mucho. Sé que había mucho alcohol y música.

Obviamente.

-Te apoderaste de una botella de ron diciendo que era tu botella y la de Yera-comentó Mireya-. Tu frase, no la mía.

Aquel comentario había sido hecho por la malagueña saliendo por la puerta de la casa rural, haciendo que Mimi girase el rostro para mírala por la intrusión a aquella conversación. Justo en aquel momento los rayos del sol volvieron a darle en los ojos haciendo que gimiera una vez más; se volvió ajustar la gorra, ciñéndola con fuerza en su cabeza, y observó cómo ambos compañeros la miraban divertidos por la situación. Demasiado divertidos para dejarlo pasar:

-¿Qué más hice?

Agoney y Mireya soltaron sendas carcajadas como si hubieran estado esperando a aquella pregunta para descojonarse en su cara, y durante unos segundos toda respuesta que obtuvo fueron risas.

-Ricky...-lo llamó al verlo salir también por la puerta, bien abrigado por el frio, mientras los otros dos seguían riéndose-. Ricardo, ¿qué hice ayer?

-Maricona, ¿en serio me lo preguntas?-bufó incrédulo a la vez que de entre sus labios asomaba una sonrisa:-, rompiste la cama de matrimonio.

-¡¿Qué?!

Instintivamente, se frotó la sien derecha por culpa de su propio grito.

-Te pusiste a saltar en nuestra cama, bonita-aquella voz algo lejana, hizo que Mimi se girase una vez más, para ver que Miriam y Ana venían caminando desde la derecha con unas mochilas a sus hombros; no salían de la casa, así que la rubia imaginó que habían ido a por aquellas mochilas al coche-. Según tú, querías comprobar la resistencia. Ya sabes-hizo un guiño descarado y con humor-, por si acaso.

3 no son multitud (WARMIRIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora