6. Celos (III)

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Está escrito desde el respeto, pero siguen siendo divagaciones de una loca; por si os lo preguntabais.

Sin duda alguna, había sido una de las canciones que más había sentido encima del escenario en los últimos tiempos. Despierta era una canción muy importante para Ana por todo lo que significaba y por todos los recuerdos que le traía a la mente; siempre la ponían en situación ante la actuación. Pero la discusión con Miriam había hecho que todo fuera más allá de sus recuerdos. Había pisado el escenario con una seguridad y a la vez con una fragilidad que no había recordado tener en su interior, y todo aquello había provocado una doble intensidad en ella:

Se había roto en el escenario, se había abierto en canal –de una forma artística-, se había desnudado y en cierta manera había desnudado su discusión con su novia ante todos los presentes. Se había descolocado tanto que no había forma de volver a juntar las piezas en su interior; en aquellos momentos, Ana necesitaba a alguien que le ayudara a recolocar todo lo que había mostrado porque ella sola no podía con todo aquel desastre.

-Gracias-agradeció sentida y con lágrimas aún en los ojos-. Muchas gracias.

Así se sentía, desordenada y hecha un desastre.

Y sin poder decir más, porque de verdad estaba a punto de derrumbarse en mitad de aquel escenario, la canaria salió de allí esquivando a todo el mundo. Realmente no vio hacia dónde estaba yendo, simplemente sus piernas se movieron mecánicamente hasta llegar a un camerino, en el que rápidamente se encerró.

Un segundo más tarde, Ana cayó de rodillas acabándose de romper en soledad.

El desorden le hizo llorar hasta sentir que no le quedaban más lágrimas que derramar, las huellas de la canción aún seguían en su piel recordando en replicas lo que había experimentado en el escenario. Solo cuando se vio vacía completamente, se levantó y se miró en el primer espejo que encontró:

-Menos mal que no escogiste Olvídame-se dijo a sí misma en un susurro roto, pero con diversión, ante el pensamiento de lo que hubiera pasado en el caso de haber cantado su bolero-. Venga, Ana. Ya está.

Se sonrió a sí misma queriéndose dar fuerza para salir de allí, aunque tan solo creó una mueca extraña que poco y nada parecía una sonrisa; se limpió la cara con los pañuelos que encontró en el tocador, enfrente de aquel espejo, y se arregló el maquillaje en el proceso.

Decente, pensó nada más ver el resultado, no bien, pero decente.

Ana salió del camerino como si nada hubiera pasado. Como si su interior no estuviera totalmente desencajado aún:

Necesitaba a Miriam; era obvio, necesitaba hablar con ella ya.

Y con aquel pensamiento en la cabeza, Ana fue hacia el gran salón de actos donde seguían los premios Cosmopolitan –a los que no estaba prestando atención y hasta no arreglar las cosas con Miriam, no lo haría-. Volvió a esquivar a gente entre los pasillos, a pesar de que cuando le pedían una fotografía se frenaba con una sonrisa, agradeció todos los buenos comentarios ante su actuación y aquel camino se hizo eterno. Un camino que pareció llegar a su fin cuando abrió la puerta que daba al salón, pero su cuerpo fue detenido por un brazo:

-¡Ana, que sorpresa!

Sus ojos fueron rápidamente al hombre que la había detenido.

-Miguel Ángel...

-Hola-y soltó una carcajada, como si fuese un príncipe encantador-, ¿dos besos, no?

Y antes de que Ana pudiera echarse atrás, decir o hacer nada, se vio acorralada entre la puerta y el actor. Recibió aquellos dos besos casi inconscientemente, aunque jamás los correspondió porque todo estaba pasando tan rápido que no había sido capaz de procesar lo que estaba viviendo aun.

3 no son multitud (WARMIRIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora