14. Nuestras voces

3.6K 201 20
                                    


Ya queda menos de esta locura.

-Madre mía, Miriam...-susurró Ana sin dejarse de mirar en el espejo medio empañado por la ducha que se acababa de dar-. Eres una bruta.

Las marcas en su cuello estaban más que presentes, porque una cosa era un chupetón y otra el estampado de leopardo que le había dejado en el lateral de su cuello. Se apartó el cabello castaño hacia un lado y acarició las heridas de guerra del viernes por la tarde, y las de la noche también. Se mordió el labio inferior con varios flashbacks de aquel día, pero una presión en la parte baja de su abdomen le hizo volver a la realidad. No era el momento para que su cuerpo recordara, y reviviera, lo que había sentido durante aquellas largas e intensas horas.

Maldita regla, pensó una vez más.

La canaria se acabó de vestir en la tranquilidad de su lavabo, mientras tarareaba un mix de varias canciones de Juan Luis Guerra que no le dejaban de rondar por la cabeza. Una vez acabó, sacó el secador y lo enchufó a la corriente, pero justo en aquel momento su abdomen se volvió a quejar.

Ana supo en seguida que no iba a tener un periodo tranquilo.

Finalmente, se recogió el cabello mojado en un moño sencillo –decidiendo no secarlo, por ahora- para evitar que se le empapara la ropa y rebuscó en los armarios las pastillas para el dolor que tenían en el botiquín.

-Bueno, queda inaugurado el día de la regla en esta casa. Ya me la habéis pegado, bonitas-anunció en voz alta Ana pasando sin mirar por el salón donde estaban Mimi y Miriam, y caminó hacia la cocina para tomarse la pastilla que llevaba en la mano-. Menos mal que no fue el viernes, porque se nos habría jodido el plan de...

Sin embargo, se calló de golpe.

La canaria parpadeó un par de veces viendo los rostros de las dos rubias: serias y calladas en el sofá del salón. Bebió un poco de agua tragando la pastilla y frunció el ceño sin decir más; las observó a distancia esperando una reacción por su parte. Dejó la botella de agua y la confusión fue ganando terreno en su interior.

Un segundo más tarde, vio cómo Mimi le daba un codazo a Miriam y ambas se irguieron en el sofá:

-Ya... el viernes, con el juguete y eso, sí...

-Maldita regla.

-Vale, ¿qué pasa?

Sus manos se apoyaron en el mármol de la cocina notando la fría superficie negra y se relamió nerviosa los labios. ¿Qué había podido pasar en la media hora que había estado en la ducha? No había pasado tanto tiempo para que las rubias se hubieran peleado, de hecho, ambas estaban pegadas en el sofá como si se refugiasen la una en la otra.

No, pensó Ana, tenía que haber sido algo externo a ellas.

La granadina incluso bajó la cabeza hasta apoyar su frente en el hombro de Miriam ante la mirada cada vez más preocupada de la morena.

-Ven.

Salió de la cocina y se sentó en el hueco que le dejaron en medio de ambas.

Ana sintió que todo lo que había estado bien hasta aquellos momentos, en aquel domingo de mimos y descanso, se iba a derrumbar en cualquier instante:

-Nos han llamado de Universal-empezó a decir Miriam con tono cuidadoso, mientras que Mimi trasteaba en su teléfono negando con la cabeza-. Ha habido una filtración.

-¿Qué filtración?

La respiración de la morena durante un segundo se cortó.

-Una conversación nuestra.

3 no son multitud (WARMIRIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora