7. La primera cita

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Querer. Crear. Rugir.

Había sido una tarde productiva; su tarjeta de crédito aún estaba temblando dentro de su monedero y suplicando que parase de una vez. Las bolsas que llevaba en la mano Mimi en aquellos momentos eran el claro ejemplo de cuán productiva había sido aquella jornada de compras a solas por las calles de Madrid.

El abrigo negro iba abrochado hasta la mitad dejando que al aire, no tan frío en aquellos días, le golpease más directamente y de forma necesaria. El cambio de temperatura desde la última tienda en la que había entrado había hecho que sus mejillas tuvieran una rojez apreciable por el calor que estaba sintiendo. La granadina bajó un poco más la cremallera desabrochándola del todo, aún acalorada, y se puso sus gafas de sol mientras seguía paseando.

Caminó durante varios minutos sin saber muy bien hacia dónde estaba yendo; la marabunta de gente le hizo recorrer Callao de forma mecánica. O quizás fueron sus pensamientos los que hicieron que deambulara por Madrid sin ser consciente de nada más.

Los premios Cosmopolitan seguían rondando de vez en cuando por su cabeza; de vez en cuando pensaba en lo que había visto, o aquello que creía haber visto, y las dudas volvían a ella. No estaba para nada segura de lo que había pasado aquella noche, dejando a un lado de la pelea entre las tres, la presencia de Miguel Ángel y su forma de actuar... Había algo extraño en todo.

Unos pensamientos que no había compartido ni con Miriam ni con Ana, porque ella tampoco entendía muy bien su significado y mientras fuera así, prefería guardarse aquellas divagaciones para ella misma.

Se ajustó las bolsas de lo que había comprado en sus manos y mentalmente siguió divagando al igual que lo hacían sus pies en aquellos momentos: aquella noche también había dado la pelea, en la que días después aún seguían resentidas. No habían vuelto a discutir, ni mucho menos, sin embargo entre ellas se había instalado cierta frialdad; se movían con cuidado y medían las palabras con miedo a volver a discutir por tonterías. Y Mimi podía entender que era habitual, que tras una discusión, se necesitara algo de tiempo para que todo volvería a ser normal en su relación, pero ella no quería esperar más.

Mimi no tenía paciencia; aquello era un hecho.

Y para aquella noche ya tenía un plan, algo que había planificado hacía semanas, pero quizás...

Quizás podía hacer algo más por Ana y Miriam.

Un segundo más tarde, sacó su IPhone –maniobrando con el bolso y las bolsas entre sus manos- y marcó el primer número que apareció en pantalla:

-Bonita, ¿vienes ya?

-Neno, ¿cuánto tiempo necesitas para comprar unas capsulas de café?

Y a decir verdad, aquellas dos voces –una con un leve acento gallego y la otra canario- habían recordado el motivo de su salida después de comer: unas capsulas de café que se habían agotado en casa. Que sí, que habían sido lo primero que Mimi había comprado, pero luego había visto unas botas preciosas en una zapatería, y un vestido de infarto del Bershka, y unas bombas de baño porque también se le estaban agotando las existencias...

Y así seguía la lista hasta tener todas aquellas bolsas en sus manos.

-Mmh. Aún no.

-¡Pues ya no te esperamos más para ver la película!-reprochó como una niña pequeña, Miriam.

-Vosotras tampoco la vais a ver.

-¿Qué?

-¡Mimi, que había convencido a Miri para ver otra película que no fuera Solo en casa!-exclamó de forma exagerada con reproche y diversión-¡No me hagas esto, puta!

3 no son multitud (WARMIRIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora