Extra (II)

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A ti, por leer. Esto va por ti. 

Aquella noche hacía calor; hacía bochorno y agobio. Era calor de aquel que se pegaba a la piel no te dejaba dormir; era noche de bufidos y giros en la cama buscando la parte más fresquita. Daba igual que el aire estuviera puesto –bajito-, la ola de calor en Madrid no daba tregua y las noches se hacían eternas.

Mimi, por fin, había caído en un profundo sueño. Su cuerpo se había relajado y estaba descansando en medio de aquella gran cama. Al menos hasta que un llanto atravesó como un trueno la habitación. La rubia gruñó y hundió la cara en la almohada evitando que el sonido la devolviera totalmente a la realidad.

-Mimi...

-Grr.

-No gruñas-escuchó a su otro lado-. Te toca a ti.

-Mentira...-soltó aun con voz somnolienta.

¡Por fin se había dormido!

-Muévete, Miriam.

Aquella orden vino acompañada de una patada, o un pequeño golpe, que la despertó de golpe. Gruñó y farfulló por lo bajo saliendo de la cama; insultó más fuerte cuando después de ponerse en pie vio cómo Ana se abrazaba completamente al cuerpo de Miriam buscando otra vez que ambas se quedasen dormidas.

-Putas del demo...

El llanto volvió a sonar por el transmisor y la gallega de un certero golpe lo silenció:

-Mimi, ves.

Alzó las manos, ya totalmente despierta, y con resignación se dirigió por el pasillo de la segunda planta de su gran casa. ¿Cuántas veces habrían recorrido aquel pasillo en los últimos meses? Muchas. Muchísimas. Pero todo mal humor desapareció en el momento en el que atravesó el umbral de la puerta de la habitación de su hija más pequeña –que sorprendentemente ya tenía la luz encendida-.

Amira tenía la carita enterrada entre los barrotes de la cuna e intentaba –con maneras de una niña de seis años- calmar a su hermana que lloraba con ganas.

-¿Por qué llora, mami?

-Princesa, deberías estar durmiendo-Mimi le besó el negro cabello antes de centrarse en su otra hija que lloró con más fuerza al verla-. Que sí, que sí. Ya voy.

-¿Mami, le pasa algo a Mati?

-No, Amira. Tu hermana es una dramática y llora por todo, eso le pasa-a pesar de sus palabras, cogió con adoración aquel bebé de diez meses y le besó repetidamente en las mejillas para intentar calmarla-. Va, Martina. Mami está aquí...-y luego añadió con maldad y en voz baja-porque tus otras madres prefieren dormir.

-¿Yo soy... grámatica?

Mimi levantó un poco la cabeza para mirar a Amira, que seguía moviéndose por la habitación de su hermana –sin ningún rastro de sueño en su rostro- y se tuvo que aguantar las ganas de reírse en aquellos momentos.

-No, princesa, no eres una dramática.

Mientras que los primeros meses que tuvieron a Amira –cuando ya tenía casi dos años- habían sido tranquilos y apacibles por las noches; los de Martina habían sido más guerreros ya que habían sido los primeros meses de una recién nacida. A pesar de ello, el carácter de su segunda hija ya empezaba a relucir y, sin duda alguna, era hija de Miriam. Toda una leona.

Y no porque fueran sus hijas, pero Mimi mirándolas en aquellos momentos, podría imaginarse como aquellas dos personitas podrían dominar el mundo con solo unas miradas, empezando por ella.

3 no son multitud (WARMIRIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora