LIBRO SEGUNDO
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๑Primer Acto
COR ET PLUVIA๑
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๑Tres kilómetros, cinco hombres en la entrada, semi dormidos.
La Aldea Oculta de la Lluvia, Amegakure, era un lugar triste, desolado por años de guerra, hambruna y muerte. Haciéndole honor a su nombre, nunca dejaba de llover. Era fría, silenciosa y hostil, un lugar bastante poco amigable para una niña de su edad.
Un kilómetro, un ave sobre la copa de un árbol.
Comparada con Konoha, en donde el sol brillaba resplandeciente la mayor parte del año, no era más que un triste pueblito en medio de interminables pantanos putrefactos, con altos edificios torcidos y deplorables que le daban un aspecto siniestro. La lluvia era tan espesa, que sin importar donde se encontrara, siempre escuchaba el goteo incesante del agua contra el metal, la madera y las piedras.
Quinientos metros, él ya viene.
―Viene en camino, Itachi-san ―dijo con suavidad, mientras intentaba acurrucarse a su lado para que la lluvia no le cayera con tanta fuerza.
En cada esquina, debajo de cada letrero, en las vigas de los locales o en las entradas de las casas, siempre podías ver un ángel de papel meciéndose suavemente por la brisa de la lluvia. Las personas decían que traía suerte, pues era un símbolo de la patrona de Amegakure, el ángel que dios había mandado a cuidar de ellos. Los hacía sentir seguros saber que estaban bajo la protección de sus alas.
Hinata también se había sentido extrañamente maravillada la primera vez que vio al Ángel con sus hermosas alas extendidas de forma gloriosa sobre el cielo, flotando majestuosamente, como si no fuese humana, sino un ser celestial. Había juntado sus manos con fuerza pidiéndole en una oración que el tiempo pasara más rápido. Ese era, después de todo, su más anhelado deseo.
―¿Cuántos árboles hay desde aquí, hasta la entrada de la aldea? ―su voz, como siempre, sonaba más fría incluso que la lluvia, haciéndola salir de sus pensamientos, provocando que su corazón latiera más rápido.
No importaba dónde fuesen, ni cuánto tiempo pasaran recorriendo tierras exóticas que nunca pudo si quiera imaginar al crecer, o cuánto se alejaran sin rumbo definido; después de un tiempo, siempre volvían allí. En cierto sentido, Amegakure se había vuelto su hogar o al menos lo más cercano que tenían a ello. Había aprendido a sobrellevar la nostalgia que sentía por su tierra natal rezándole al ángel de papel, pidiéndole cada noche antes de dormir que cuidara de ellos y que algún día les permitiese tener un día de sol en ese lugar triste y gris; por mucho que añorase el tiempo en que vivían en los verdes prados rodeados de árboles y sol, hacía mucho que había dejado de soñar con Konoha.
Están todos muertos.
Su antigua nación, aquella tierra en donde había nacido, se había vuelto tan sólo una imagen borrosa en su memoria, un recuerdo cruel que se burlaba de ella mientras tiritaba de frío bajo la pesada capa mojada que llevaba encima. Ya ni si quiera recordaba el rostro de su hermana, ni su voz, ni si quiera sabía dónde estaría enterrada. Aquello la atormentaba durante las noches, pues soñaba con praderas llenas de muertos y el cuerpo de Hanabi en medio de ellos siendo devorada por los cuervos.
―Quince ―respondió con una sonrisa tímida, sin esperar una alabanza de su parte por la respuesta correcta ―. Aunque, uno es sólo un tronco muerto.
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El Precio de la Paz [Naruto Fanfic]
FanfictionPor deber, para proteger la paz reinante y ganar un poco de tiempo para detener el eminente golpe de Estado que el clan Uchiha planea, Itachi acepta desposarse con Hinata Hyuga, la hija del líder del segundo clan más importante de Konoha. Ambos tend...