CUARTO ACTO [Libro Segundo]

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BLACKOUT

Pdv Hinata

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La penumbra de la habitación y el eco de la lluvia apenas hubiesen dejado a una niña de su edad dormir en paz; no obstante, después de una cena en que sus modales habían dejado mucho que desear, atragantándose con el pan caliente, el arroz húmedo, el pez tierno y las verduras salteadas, durmió como no lo había hecho en años. No hubo sueños en que huía, ni sangre que goteaba desde una máscara, ni los ojos llorosos de Itachi. No escuchó el eco de la risa de Hanabi en medio del complejo Hyūga, ni tampoco vio la sonrisa de un jovencito rubio que alguna vez le había quitado el aliento con sólo una mirada gentil.

Esa noche, a pesar de no soñar, descansó como nunca.

Cuando despertó, el cuarto se encontraba en ese proceso del alba, en tonos grises y tristes, completamente en silencio. Era extraño, como si estuviese caminando en la neblina y de pronto pudiese ver el mundo nuevamente, pero recordó que a esa hora de la mañana los colores eran tímidos. Se sentó sobre su futón con algo de nerviosismo, mirando de un lado a otro, sintiendo que alguien la observaba. Pronto descubrió que sólo era su imaginación al comprobar con su byakugan que no había nadie cerca.

Su corazón palpitó ansioso por algún motivo. No estaba acostumbrada a esa soledad, pero venía haciéndose a la idea de que quizás iba a ser así por un buen tiempo. Se acomodó las calcetas gruesas y blancas que usaba dentro de las habitaciones de ese enorme edificio y con cuidado entreabrió la puerta de su habitación comprobando de nuevo que efectivamente no había nadie más que ella hospedándose en esa parte de la infraestructura. Notó, sin embargo, que el fuego no había decantado durante la noche. Algunos leños ardían aun dándole un tono rojizo al amanecer.

Con pasos sigilosos, se sentó junto a la chimenea y acercó sus manos al calor que emanaban las brasas buscando reactivar su cuerpo adormecido por el frío de la lluvia nocturna. Suspiró mirando como los tonos escarlatas danzaban a su alrededor, recordando días a la intemperie en que las fogatas eran lo único que la mantenían animosa a través de las gruesas vendas sobre sus ojos.

El paradero de Itachi y Kisame era desconocido para ella. En ese momento, debían haber estado cumpliendo algún encargo del cual no podía participar, o al menos eso pensaba. No le extrañó del todo que así fuese, pues llevaban haciéndolo por mucho tiempo. Lo que sí le resultaba un tanto desconcertante era haber sido dejada atrás. Le hubiese gustado ser más fuerte o quizás haber completado su entrenamiento como shinobi para poder asistirlos, pero ya era un poco tarde para algo así. Debía conformarse con estar viva después de esa horrible noche de luna llena en que apenas habían logrado escapar.

Sacudió su cabeza de un lado a otro intentando no pensar en ello, pues cuando lo hacía inevitablemente se le llenaban los ojos de lágrimas contenidas, su cuerpo comenzaba a temblar y sentía las gotas de sangre que caían de la máscara de ese hombre mancharle el rostro. Añoraba la tierra que la había visto crecer, la familia que había dejado atrás y el prospecto de un futuro bajo el sol y los árboles, pero intentaba que sus pensamientos no se escaparan a esos recuerdos porque la lastimaban más de lo que su frágil corazón podía soportar.

De pronto, todo en ella se encrespó al escuchar pasos por el corredor. Su byakugan se activó casi por instinto y se percató de la figura de una chica que avanzaba cargando algo en sus manos parecido a un paquete. No pudo pensar demasiado en el asunto, buscando en su bolsillo la venda para ocultar sus ojos y amarrándosela con rapidez.

El Precio de la Paz [Naruto Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora