Capítulo 24.-

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DESSIRÉ

CAPÍTULO 24.-

Con cuidado pongo el brazo de Salvador sobre mi hombro y le ayudo a ponerse en pie, él trataba de decir un par de frases pero no lograban formar algo congruente así que no le di importancia y como pude logramos llegar hasta la recepción de mi edificio.

- ¡Señorita Fontana! ¿Le puedo ayudar en algo?- se ofreció un tanto asustado el portero del condominio.

- Ayúdeme por favor a llamar al ascensor.- respondo mientras con manos desesperadas le limpio la sangre que le brota del labio roto.

Pasan 10 segundos y el elevador está esperándome.

- ¿Sabes si está la señora Vázz en casa?

- No ha llegado señorita, pero... ya no tarda, ¿quiere que le diga algo?

- Llámame en cuanto sepa que regresó.- digo antes de cerrar las puertas.

Entramos a mi apartamento y llevo a Salvador hasta mí recamara, él se tira sobre la cama y comienzo a quitarle las ropas mojadas, quito su chamarra negra, su camisa, sus pantalones y mientras él se sonríe yo camino hacia el cuarto de baño, de pronto lo escucho decir:

- ¡Espera!

Me detengo en el umbral de la puerta mientras me voy quitando también el abrigo mojado y la blusa, giro mi mirada hacia él y completa:

- Me voy a casar contigo.

Me le quedo viendo unos segundos mientras la sonrisa se dibuja en mi cara, lo veo: está acostado boca arriba con solamente los calzoncillos puestos, lleva el cabello empapado y la ceja y los labios rotos y aun así me sigue pareciendo el hombre más guapo del mundo.

Tan sólo ruedo los ojos y me giro en dirección a la bañera, luego abro el grifo del agua caliente en la tina y me regreso por mi chico peleonero, lo ayudo a levantarse y llevarlo hasta ahí. Una vez adentro comienzo a limpiarle las heridas con una esponja suave y hacerle shampoo en el cabello.

Me hinco en el suelo y vuelvo a concentrarme en limpiar la herida de su boca cuando él fija su mirada en mí y detiene mi mano con su mano. Mis ojos giran hasta los suyos y luego muy seriamente dice:

- La amo señorita Fontana. Le amo como jamás imaginé.

- Yo también te amo a ti Señor Dieste.

Salvador tomó mi rostro entre sus manos y me acercó a él, luego con sus labios rozó los míos y me besó despacito, muy suave. Llevé mis manos a acariciar con delicadeza su bella carita mientras continuaba besándolo con tanto amor.

- Ven aquí.- respondió con un susurro.

Yo dejé caer al suelo el sostén que me quedaba junto con mis bragas y le hice caso, metí mi cuerpo desnudo a la bañera junto con él. Me puse de espaldas a Salvador y él comenzó a besarme los hombros mientras echaba un poco de agua caliente en mi piel y no sé si era el agua o el contacto de nuestros cuerpos que me hacía estremecer.

Él me abrazó fuerte y eché mi cabeza hacia atrás para recostarme en sus hombros. Frente a nosotros teníamos los ventanales a la cuidad, parecía una noche tranquila y lluviosa. Había paz. No había estrellas en el cielo, pero vamos, ahora más que nunca sabía que estaban ahí.

Un par de minutos más tarde yo con ropa limpia y Salvador con la toalla anudada a la cintura volvimos a mi cama. Él seguía estando ebrio, podía notarlo, así que sólo se quedó dormido al instante. Yo también me recosté y comencé a contemplar poco a poco su dorado y mojado cabello, su carita llena de marcas de golpes y su abdomen perfecto. Estaba enamorada de ese hombre, me volvía loca, quería acabármelo a besos y eso fue lo que hice: me saqué el pijama que tenía y volví a quedarme en ropa interior, luego me subí despacito y con cautela sobre su cuerpo y comencé a darle besos suavecitos en la cara y el pecho, él abrió los ojos un poco y dijo:

DessiréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora