Capítulo 9. Parte 2.

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Cuando Vincent Brooks abrió los ojos, el resplandeciente sol lo cegó dolorosamente. Él cerró sus ojos de nuevo, sintiendo como su cabeza comenzaba a latir erráticamente. Sentía su boca seca y su garganta irritada, su cabeza daba vueltas y sentía su estomago agitado. Su malestar le recordó a la primera vez que se había emborrachado junto con Shaun cuando estaban en la preparatoria y un sentimiento de nostalgia lo invadió.

Dioses, se sentía como si hubiera pasado toda una vida desde aquellos días.

Vince se removió inquieto, sintiendo como pequeñas puntas afiladas se clavaban en su espalda maltratada. Él frunció el ceño, tratando de recordar en donde estaba, pero nada vino a su mente, ni siquiera el más leve indicio de un recuerdo.

Él gruñó mientras abría sus ojos de nuevo, esta vez asegurándose de no estar mirando directamente al sol, tratando de ver a su alrededor sin que su cabeza se partiera en dos debido al dolor, o que esparciera su desayuno sobre sí mismo debido a la nausea.

Lo que encontró cuando abrió sus ojos fue un mar de trigo, literalmente.

Grandes, frondosos y brillantes tallos de trigo dorado se movían suavemente con la briza, produciendo un sonido susurrante cuando chocaban unos contra otros.

Frunciendo el ceño, y una vez que sus ojos se acostumbraron al resplandor, Vince comenzó a inclinarse sobre sus codos, tratando de incorporarse poco a poco para que su malestar no aumentara.

Aunque hacía años que no bebía de esa manera, Vince esperaba que la fiesta hubiera valido un infierno la pena por la resaca que estaba obteniendo en ese momento.

Gruñendo, resoplando y sintiéndose miserable en general, Vince logro incorporarse sobre sus rodillas, y después de un mareo que casi lo hace caer de nuevo sobre su culo, por fin consiguió ponerse de pie. Más o menos.

Las plantas de trigo que chocaban contra su cuerpo eran lo suficientemente altas como para que llegaran hasta su pecho mientras él miraba a su alrededor.

El campo de trigo parecía extenderse por kilómetros y kilómetros a su alrededor y desde todos los ángulos. No había un solo sitio que pudiera ver que no estuviera cubierto de espigas de trigo.

Él estaba seriamente confundido y por su vida no podía entender que era lo que estaba haciendo en ese lugar. No recordaba que era lo que había hecho la noche anterior, ni siquiera algo de los días anteriores a eso, por más que trababa de pensar en ello, por lo que no podía hacerse a una idea de porque estaba en ese lugar.

No entendía absolutamente nada.

Sin embargo, antes de que pudiera comenzar a perder la cabeza, él cerró los ojos y suspiró, tratando de concentrarse en algo, pero cuando su mente continúo nublada, él abrió de nuevo sus ojos completamente frustrado y sin saber qué hacer, cuando algo en la distancia llamo su atención.

Lejos en la distancia, lo suficientemente lejos como para que él supiera que sería una caminata agotadora, pero lo suficientemente cerca como para que pudiera ver qué era lo que ocurría frente a él, se encontraba una pequeña casa de una sola planta cuyo techo era de color negro y sus paneles grises, con un pequeño frente cubierto en el que se observaba a un hombre columpiarse sobre una mecedora, con un gran perro peludo descansando cerca de sus pies, mientras otro hombre, este mucho más pequeño, estaba parado delante de la puerta abierta de la casa, saludando con su mano, si estaba diciendo hola o adiós, Vince no estaba seguro.
Vince tropezó sobre sus pies, no se había dado cuenta de que había comenzado a caminar, cuando su corazón latió salvajemente en su pecho al percatarse de que aquella casa era la misma en la que había vivido por más de diez años, cinco de ellos con la persona que mas amaba en el mundo, y que los dos hombres que ahí se encontraban eran Oliver y Shaun, su esposo y su mejor amigo, y su perro Thor.

El Alma de Vince. Serie Los Orígenes y la Guerra de los Dioses 3.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora