La otra cara

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Tenía mucho miedo. 

Acababa de presenciar por primera vez en la vida una emboscada en medio del océano, y no sólo eso: había sido partícipe. 

La respuesta de Jackie ante mi pregunta me había desconcertado: estás en un barco pirata. Lo que más me había sorprendido era la naturalidad con lo que lo había anunciado, casi riéndose por la situación. Sabía desde un principio que en aquel barco no todo era legal: los secretismos, las historias de la tripulación y varios detalles más me habían hecho sospechar, pero nunca hubiera imaginado que se dedicaban a todo lo que envolviera asesinatos y robos ilegales. Nunca hubiera imaginado que fueran piratas. 

Por otra parte, la emboscada había pasado tan rápido que parecía haber sido un sueño. Habían avisado sobre un navío que se acercaba, nos habíamos preparado para disparar los cañones, y lo demás eran explosiones, trozos de madera y oídos que pitaban. Había visto varios cuerpos salir volando, y escondida en la bodega vi cómo el navío contra el que luchábamos se hundía en lo más profundo del mar. Además, una gran tempestad había llegado y las olas movían el barco de tal manera que pensé que nos íbamos a la deriva. 

Cuando salí de la bodega busqué rostros serios, inexpresivos, casi inertes. Y no fue así: la tripulación celebraba la victoria cantando y saltando, y por supuesto no faltaron las botellas de ron. Yo estaba atónita. 

— Señorita Céline, tome un trago — dijo Jackie con una sonrisa que dejaba ver sus dientes, uno de ellos de oro

— Ni se le ocurra acercarse a mí — dije con asco. Su rostro adoptó una mueca de confusión, y huí hacia la bodega. Quería marcharme de ahí. 

Jackie me siguió, moviendo los brazos de un lado a otro con su tic nervioso. En la mano llevaba una botella de ron. 

— ¿Adónde vas? — preguntó con impaciencia. Su voz parecía divertida aunque su rostro era serio. 

— No quiero estar aquí. Tú... — empecé a decir alterada. Me costaba pronunciar las palabras, aún seguía asustada por todo lo que había visto. Habían matado a toda la tripulación de un barco. — todos me habéis engañado. Me dijiste que ibas a por unos negocios. Me engañaste. 

Jackie rio y eso me enfureció aun más. 

— Fuiste tú quien aceptó. Si no fuera por mí, aun estarías en el puerto de Finistèrre, querida. 

— Olvidaste mencionar que tus negocios se basaban en asesinar a gente inocente y robar todo lo que encuentres por delante — escupí las palabras con rabia. Jackie se acercó rápidamente a mí, con una sonrisa cruel. El corazón me latía con fuerza, y él me cogió por el brazo, apretando con fuerza. 

— Si estás en desacuerdo con las normas de mi navío, eres libre de tirarte por la borda, querida.

— Eres un maldito mentiroso y embustero — pensé que debería callarme, pero tenía ganas de soltarlo todo. Me sentía engañada y humillada, y estaba enfadada conmigo misma. Había sido tan ingenua... 

— Escucha, pequeña Céline — pasó sus gruesos dedos por mi pelo, y su tacto me pareció asqueroso.  Quería escapar de ahí, pero no podía —, te contaré la misión que tengo en mente. Ahora mismo nos encontramos cerca de las Américas. Allí encontrarás la planta que tanto ansias. No obstante, tendrás que seguir formando parte de mi tripulación y eso significa que deberás seguir mis ordenes. Piénsalo bien. Ganamos los dos. 

— No pienso seguir aquí si tu plan es matar a gente — su mano seguía apretando con fuerza. Empecé a sentir un cosquilleo en el brazo. Pensé que Jackie tenía mucha fuerza a pesar de ser tan delgado y que su alimentación se basara en beber ron. 

— Tu me ayudas a llegar a las Américas a conseguir un cofre lleno de oro cuya llave tengo y estuve buscando durante años — me dejó el brazo y me mostró un collar que llevaba puesto. Había una llave colgando en él — y yo te ayudo a llegar a las Américas para que consigas tu planta y salves a toda tu familia. ¿Entendido?

No quería aceptar su trato, porque sabía a la perfección que sólo ganaría él. Pero no tenía ninguna opción más. No podía escapar de allí, y mi objetivo era claro: llegar al continente para conseguir la cura de mi padre. Asentí. 

— Buena chica — dijo Jackie con una sonrisa. Movió sus brazos otra vez, volviendo a parecer un personaje más bien cómico. Abrió la boca para decir algo más, pero la voz de un tripulante lo interrumpió. 

— ¡Señor! Un navío francés se acerca rápidamente. Los cañones apuntan directamente. Esperamos órdenes. 

Jackie rio. Pensé que estaba loco. 

— Volvemos a atacar, tripulante. Y tú, señorita, a los cañones. ¿Entendido?

Tragué saliva. No quería hacerlo. No podía matar a nadie, no quería estar de parte de ellos. Pero no había más opción. 

El mar entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora