Guerra a la vista

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El mar estaba agitado. Hacía horas que el barco navegaba moviéndose más de lo habitual. La proa subía y bajaba con energía, y rompía las olas que llegaban con fuerza. Hacía mucho frío y el pelo se me pegada en la cara.

— ¡Izad las velas! — ordenó Blaisir. A pesar de ser duro, era buen capitán, y todos corríamos a obedecer sus órdenes. El viento empujaba las nubes, que se acercaban con fuerza. 

— ¡Turner! — gritó un miembro de la tripulación. Su expresión parecía desconcertada, y señalaba con el dedo algo en el mar. Me fijé. 

En la superficie flotaban trozos de madera, botellas, barriles. A lo lejos, vi un cuerpo. Se me puso la piel de gallina; a medida que avanzaba el barco, los escombros de lo que parecía una nave hundida aparecían flotantes e inertes. 

— ¿Qué habrá pasado? — pregunté ante tal escenario. Los tripulantes a mi lado estaban serios. 

— Piratas, señor Turner. Organizan emboscadas y no dejan ningún resto del navío. Sólo trozos de madera y objetos de los cuales no pueden sacar provecho. 

Suspiré: a eso se dedicaban los piratas, y mi misión en aquel navío era detenerlos. Pensé en cómo debería ser una emboscada. Asesinatos, lucha, robos. Aquel mundo parecía tan lejano a mi reino.

— Preparaos, camaradas — anunció Blaisir, que había bajado hasta la cubierta. Las plumas de su sombrero se movían por el fuerte viento. Su rostro parecía cansado y viejo, pero su voz seguía siendo igual de dura —. No estamos demasiado lejos. Pronto habrá que luchar. Fijaos — señaló hacia el mar. Había una bandera francesa, rota y hecha pedazos — eran de los nuestros. 

Se me hizo un nudo en la garganta. A veces pensaba si de veras tenía que estar ahí. Pensé en Céline, ¿dónde estaría? ¿Estaría a salvo? ¿Se habría encontrado con piratas? Deseaba con todas mis fuerzas que estuviera sana y salva. Al fin y al cabo, ella era el motivo por el cual estaba ahí. Si ella no estaba bien, ¿cómo podría estarlo yo? 

Cada día era más difícil aguantar aquella incertidumbre. Necesitaba saber algo de ella, aunque no la viera. Pero escenas como aquella me aterraban, y prefería que me atacaran los piratas a mí y no a ella. 

Empezó a llover, y poco tiempo después, vino la tormenta. Luchábamos contra el mar y la tempestad, y yo intentaba no perder mi objetivo: llegar hasta Céline. Estuvimos toda la noche sin parar, y las piernas ya no tenían fuerza. Pero lo más fuerte estaba aun por llegar, y lo supe cuando escuché la voz de Blaisir gritar con fuerza. 

— ¡Navío a la vista! Preparaos, tripulación. Son piratas. 

El mar entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora